lunes, 2 de mayo de 2016

MI DESCUBRIMIENTO DE LA FE



Aunque me crié en el seno de una familia cristiana, a los 13 años me declaré atea. Cuando cumplí los 18 me fui de mi ciudad natal —Río de Janeiro— con una mochila a la espalda para ver el mundo. Visité el Reino Unido, después crucé el canal y tomé un bus hasta la India, pasando por Turquía, Irán, Afganistán y Paquistán.
Aprendí que la gente de lengua árabe usa la misma expresión, As-salamu alaykum —la paz de Dios sea con ustedes—, tanto para saludarse como para despedirse. En cierta ocasión, estando en Afganistán, escuché a un niño cantar una hermosa canción en el taller de sastrería de su padre. Cuando le pregunté qué cantaba, me dijo: «El Corán, claro». Cuando llegué a Goa, me quedé con un grupo de jóvenes franceses que se pasaban horas sentados en su chocita contemplando una vela encendida sobre una mesa.
Recuerdo que pensé: «Dios debe de existir. Por dondequiera que voy, la gente lo busca».Al cabo de poco tiempo volví a mis raíces cristianas y me hice misionera. Entonces comencé a aprender lo que significa en realidad la fe.
Descubrí por experiencia que a medida que superas, una a una, las pruebas de la vida, la fe te llama a seguir adelante. Es lo que te mantiene en marcha cuando las contrariedades y el abatimiento te gritan que abandones. Es un silbo apacible que en medio de la tribulación te dice que todo va a salir bien. La fe crece día a día conforme vamos venciendo obstáculos.
Si consideras que no tienes mucha fe, recuerda lo que dijo Jesús. Aunque tu fe sea del tamaño de una semilla de mostaza, es capaz de mover montañas.
Hebreos 11:6 (NVI) En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan.
1 Juan 5:4 (NVI) porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe.
Gálatas 2:20 (NVI) He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por m

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