domingo, 2 de octubre de 2016

¿Por qué cualidad queremos que se nos recuerde?




Pocos acontecimientos captan la atención de gente de todas las latitudes como el Campeonato Mundial de Fútbol cada cuatro años. La final de 2006 atrajo una audiencia televisiva de 715 millones, y la totalidad del campeonato, incluidas las rondas de clasificación y las eliminatorias, unos 26.000 millones. Es como decir que cada habitante del planeta vio 4 transmisiones en promedio. Cuando los resultados de la máxima cita del deporte rey llenan las primeras planas, ni los más desinteresados logran sustraerse de la pasión generada.
Para nosotros los espectadores, según el grado de afición que sintamos por el fútbol y el desempeño que tenga el equipo de nuestros amores en las etapas clasificatorias, la expectación puede extenderse por uno y hasta dos años; la final, por un par de horas; y la celebración, por varios días. Luego retornamos a la normalidad. En cambio, para los jugadores, entrenadores y otras personas que participan al más alto nivel, el Campeonato Mundial es una instancia definitoria, la culminación de años de sueños, planes, sacrificios y mucho esfuerzo.
Pero tampoco es el non plus ultra o el único objeto de su existencia. Quizá lo percibían así mientras estaban enteramente consagrados a clasificarse al Mundial y hacer un buen papel en él. Pero en realidad no es sino un hito, un nuevo punto de partida. Después comienzan las verdaderas pruebas. ¿Cómo sobrellevarán los perdedores la derrota? ¿Se darán por vencidos o redoblarán esfuerzos con miras a campeonar la próxima vez? ¿Qué oportunidades se les presentarán a los ganadores y cómo reaccionarán ante el éxito? ¿Lo aprovecharán para engrosar sus fortunas futbolísticas, para asegurar su futuro cuando se retiren o para apoyar causas que consideren nobles? En los meses y años venideros conoceremos la verdadera valía de esas grandes figuras.
Nosotros no somos ajenos a todo eso: el cuento se nos aplica también. Puede que no seamos futbolistas que acaparan la atención del mundo por sus logros deportivos —grandes como Maradona, Pelé, Di Stéfano y Cruyff—; sin embargo, cada día constituye una nueva oportunidad de examinar quiénes somos y decidir por qué cualidad queremos que se nos conozca y se nos recuerde. Cada día puede ser una instancia definitoria si nos lo proponemos. De nosotros depende.
1 Timoteo 6:12 (NVI) Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado y por la cual hiciste aquella admirable declaración de fe delante de muchos testigos.
1 Corintios 16:13 (NVI) Manténganse alerta; permanezcan firmes en la fe; sean valientes y fuertes.
Hebreos 11:1 (NVI) Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.

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