El día estaba nublado y lluvioso. De igual ánimo andaba yo, algo que nos pasa a todos, supongo.
Sentada a mi escritorio me acordé de que era el cumpleaños de una señora con la que mantengo una larga amistad. Es soltera, de mediana edad, enfermera desde hace treinta años, y le encanta su trabajo. Como sé que no tiene familia en esta ciudad, decidí llamarla. No me falló la intuición, pues resultó que ese día le tocaba un turno de trabajo hasta bien entrada la noche, lo que no le dejaría espacio para celebrar su cumpleaños. Así y todo, me contestó muy jovial, feliz de que la hubiera llamado.
Después que colgué, me quedé pensando que ella sin duda agradecería alguna atención en su cumpleaños. Pero como yo no estaba de humor, descarté la idea. Sin embargo, el gusanillo de hacer algo por mi amiga me siguió molestando todo el día. Por fin cedí, y esa noche me dirigí al hospital con una tarjeta, una tarta de queso y una flor hecha con globos moldeables.
La sonrisa de gratitud de mi amiga y sus exclamaciones de alegría me convencieron de que había hecho bien. Generoso pago para tan poco esfuerzo.
Al llegar a casa me di cuenta de que no solo había alegrado en su cumpleaños a una amiga que estaba sola, sino que yo misma me había reanimado. Al hacerla feliz, yo misma me había sentido bien.
¿No es eso lo que suele ocurrir cuando dedicamos tiempo y esfuerzo a hacer algo por los demás? Quien beneficia a otros con su amabilidad, a sí mismo se beneficia.
Constantemente se nos presentan oportunidades de hacer gestos amables o abnegados en favor de los demás. Lo extraordinario es que eso también tiene un efecto positivo en nosotros mismos. Como un bumerán, la bendición retorna al que la concede.
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1 Juan 4:20-21 – Si alguien afirma: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto. Y él nos ha dado este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano.
2 Pedro 1:7 – A la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.
Zacarías 7:9-10 – «Así dice el Señor Todopoderoso:» Juzguen con verdadera justicia; muestren amor y compasión los unos por los otros. No opriman a las viudas ni a los huérfanos, ni a los extranjeros ni a los pobres. No maquinen el mal en su corazón los unos contra los otros.
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