Algo que en diversos momentos de la vida nos provoca estrés y preocupación es la falta de dinero. En esos momentos es importante recordar que Dios es nuestra fuente de sustento económico. «Del Señor es la Tierra y su plenitud» (Salmo 24:1). Todo le pertenece, y con gusto nos lo ofrece. «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (Mateo 7:7,8). Sin embargo, por mucho que Dios se proponga ayudarnos, si a nuestro edificio económico le falta algún pilar importante, no se sostendrá.
Debemos creer que Dios es capaz de proveer para nosotros, pedirle que lo haga y actuar en consecuencia. Ahí es cuando entran en juego nuestros conocimientos, nuestra habilidad administrativa y la buena planificación. Felizmente, Dios nos ha dado numerosos consejos prácticos sobre cómo hacernos acreedores a Sus bendiciones pecuniarias.
1. Trabajar esforzadamente. Esto puede parecer una obviedad; sin embargo, muchas personas no lo hacen y después se preguntan por qué no les va bien. Para prosperar y hasta para conservar un buen empleo, tenemos que estar dispuestos a trabajar con empeño tantas horas como haga falta. Por muy inteligente o capaz que sea uno y por muy preparado que esté, si no trabaja como es debido lo más probable es que Dios no pueda bendecirlo tanto como querría. «La mano negligente empobrece; mas la mano de los diligentes enriquece» (Proverbios 10:4). «Los pensamientos del diligente ciertamente tienden a la abundancia» (Proverbios 21:5). «El que cultiva su tierra se saciará de pan, pero el que persigue quimeras es un insensato» (Proverbios 12:11 (LPD)).
2. Apreciar y cuidar las bendiciones de Dios. Dios es un inversionista prudente. Favorece más a quienes agradecen lo que Él les ha dado y demuestran esa gratitud administrando correctamente los bienes materiales que les ha concedido, viviendo con austeridad y valorando como corresponde la generosidad con que Él los trata. Dios no ve con buenos ojos la negligencia ni el despilfarro. «El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel» (Lucas 16:10).
3. Ser generosos con los que padecen necesidad. Dios es consciente de las penurias que sufren los pobres y está deseoso de ayudarlos; no obstante, en muchos casos lo hace por medio de agentes terrenales, como tú y como yo. ¿Por qué? Porque así puede bendecir tanto al dador como al beneficiario. «Bienaventurado el que piensa en el pobre» (Salmo 41:1). «El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado» (Proverbios 11:25). «Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir» (Lucas 6:38). «Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre» (2 Corintios 9:7).
4. Saber pedir. Dios nos manda: «Pedid, y se os dará»; pero también dice: «Pedís, y no recibís, porque pedís mal» (Santiago 4:3). Aunque a Dios le encanta vernos felices, Él tiene una perspectiva más amplia que en muchos casos nosotros no somos capaces de entender. «Como son más altos los Cielos que la Tierra, así son Mis caminos más altos que vuestros caminos, y Mis pensamientos más que vuestros pensamientos» (Isaías 55:9). Él sabe lo que más nos conviene a la larga a nosotros y a todas las partes afectadas, y responde a nuestras oraciones en consecuencia. Por eso, además de orar para que Dios provea para nuestras necesidades, debemos pedirle que nos ayude a estar en sintonía con Él y que nos dé lo mejor según Su óptica y no según nuestros criterios. «Esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho» (1 Juan 5:14,15).
5. Tener una sana actitud frente a los bienes materiales. En la vida hay cosas que tienen mucho más valor que el dinero. «Quien ama el dinero, no se sacia de él; quien ama las riquezas nunca tiene suficiente. También esto es vanidad» (Eclesiastés 5:10). Es preciso que invirtamos en nuestra vida espiritual, que cultivemos una estrecha relación con Dios y que procuremos dar buen ejemplo de lo que es un cristiano íntegro y auténtico. «Buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:33). «Vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz del Señor tu Dios» (Deuteronomio 28:2). «Si oyeren, y le sirvieren, acabarán sus días en bienestar» (Job 36:11). «El Señor no niega nada a los que proceden honradamente» (Salmo 84:11 (LBD)).
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Deuteronomio 8:18 Recuerda al Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza; así ha confirmado hoy el *pacto que bajo juramento hizo con tus antepasados.
Proverbios 3:9-10 Honra al Señor con tus riquezas y con los primeros frutos de tus cosechas. Así tus graneros se llenarán a reventar y tus bodegas rebosarán de vino nuevo.
Mateo 6:33 Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas.
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