jueves, 5 de mayo de 2016

Las relaciones humanas: sus dificultades y recompensas



Al nacer descubrimos la calidez y seguridad del amor de nuestra mamá, y poco a poco también de nuestro papá. Esas son nuestras primeras impresiones de la vida y el punto de partida de nuestras relaciones humanas. En los primeros meses y años de la infancia esa es básicamente la única expresión de amor que necesitamos para sentirnos plenos y realizados: el incondicional cariño de piel que nos brindan nuestros progenitores. No obstante, a medida que vamos creciendo, nuestro universo se expande. Las relaciones humanas y sentimentales se van haciendo más complejas. Y nos percatamos de que no toda la gente nos ama como nuestros padres.
Pocos son los que nos dicen: «Estoy orgulloso de ti», o: «Sigue adelante, que tú puedes». Es más, muchas veces lo que oímos son las antípodas de eso. Aprendemos que las amistades hay que ganárselas, que no somos los seres más importantes del planeta y que para que las relaciones fluyan hace falta una cuota importante de humildad, generosidad e interés en los demás. El trato que damos a nuestros semejantes y el que recibimos de ellos llegan a ser un factor de mucho peso, que además consta de una miríada de aristas y recovecos.
Las relaciones interpersonales constituyen una de las pruebas más difíciles que nos presenta la vida. A la vez, sin embargo, pueden ser muy gratificadoras. Surge entonces la pregunta: ¿Cómo podemos sacar el máximo provecho de esas relaciones y a la vez contribuir a que sean positivas para los demás? Jesús nos reveló el secreto en palabras llanas: «Como el Padre me ha amado, así también Yo os he amado», y: «Este es Mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como Yo os he amado» (Juan 15:9,12). Si nos acercamos a Él, Su amor se hará parte de nosotros e impregnará nuestras relaciones con los demás.
Juan 13:34-35 – Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.
Gálatas 6:1-5 – Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo. Si alguien cree ser algo, cuando en realidad no es nada, se engaña a sí mismo. Cada cual examine su propia conducta; y si tiene algo de qué presumir, que no se compare con nadie. Que cada uno cargue con su propia responsabilidad.
Filipenses 4:8 – Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.

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