El gerente de un banco siempre echaba una moneda en la taza de un mendigo al que le faltaban las dos piernas y que solía sentarse en la calle a la salida de la entidad. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de las personas, el gerente siempre insistía en recibir a cambio uno de los lápices que vendía el pordiosero.
—Usted es un comerciante —le decía—. Siempre espero obtener buenos artículos cuando hago negocios con un comerciante.
Un buen día aquel hombre sin piernas desapareció de la vereda. Pasó el tiempo. El gerente se olvidó de él, hasta que una vez entró en un edificio público y se encontró en un puestecito concesionado con el otrora mendigo que estaba atendiendo su pequeño negocio.
—Estaba seguro de que tarde o temprano usted se aparecería —le dijo al gerente—. Usted tiene mucho que ver con el hecho de que yo esté aquí. Siempre me decía que yo era un comerciante. Comencé a creérmelo y a dejar de verme como un limosnero. Empecé a vender lápices, muchos. Usted me infundió amor propio. Me ayudó a verme con otros ojos.
—Narración de Randy Stanford
Susana veía su situación muy negra. Tenía que resolver unas cuestiones penosas de su pasado. Su marido se había distanciado afectivamente de ella. Su familia pasaba por apuros económicos. De algún modo se las arreglaba para poner buena cara en su lugar de trabajo, aunque le rondaba la idea de quitarse la vida. Por aquel entonces recibió una tarjeta navideña con unas palabras que había escrito su jefe de su puño y letra. Decía: «No sé qué haríamos sin ti. Gracias por ser tan competente y servicial». Tiempo después ella comentó: «Enmarqué esa tarjeta y la puse en la cocina. Es como un recordatorio de que no estoy tan mal». No dejemos, pues, de enviar tarjetas y notas de ese tipo. ¿Quién sabe? A lo mejor es justo lo que alguien necesita para cobrar fuerzas.
—David Egner
Dios pone a ciertas personas en nuestra vida para que las ayudemos a superarse y llegar a ser todo lo que Él dispuso que fueran. La mayoría de las personas no alcanzan todo su potencial si no tienen a alguien que crea en ellas. Eso significa que tú y yo tenemos una misión. Dondequiera que vayamos debemos infundir ánimo a los demás, elogiarlos, espolearlos para que lleguen más alto. Una persona con la que hemos departido debería quedarse con la sensación de que está mejor que antes. La Biblia dice que el amor es benigno (1 Corintios 13:4). Cierta traducción lo expresa así: «El amor busca la forma de ser constructivo»*. Dicho de otro modo, el amor procura mejorar la vida de los demás.
—Joel Osteen
—
1 Juan 3:17 – Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él?
Mateo 25:35-40 – Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron.” Y le contestarán los justos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos como forastero y te dimos alojamiento, o necesitado de ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te visitamos?” El Rey les responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí.”
Hebreos 13:16 – No se olviden de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen, porque ésos son los sacrificios que agradan a Dios.
0 comentarios:
Publicar un comentario