jueves, 26 de mayo de 2016

Hoy y para hoy

Una de las oraciones más sublimes que se hayan enseñado data de hace dos mil años y contiene un sencillo principio que me ayuda a concentrarme en el presente: «Danos hoy nuestro pan de cada día».
Durante 25 años mi dependencia del alcohol y de las drogas me privó completamente de la dicha de vivir. Tenía tal cargo de conciencia y miedo del futuro que estaba siempre aterrorizado por lo que pudiera suceder cada día. Pero en esa frase de la Biblia descubrí un concepto totalmente nuevo de la vida. Cuando vivo en el presente me libero del temor y el tormento.
No puedo esperar tener ahora todo lo que me va a hacer falta la próxima semana, mes o año; solo es preciso que tenga lo que necesito hoy. Por eso debo esforzarme por no pensar sino en el día de hoy.
He llegado a entender que el único espacio de tiempo del que dispongo es hoy. No tengo ninguna garantía del mañana; y el ayer, con todos sus errores y desgracias, se ha ido para siempre. Hoy —el momento presente— es valiosísimo. Aunque ahora tengo eso claro, igual puedo malgastar el día de hoy reviviendo el pasado o preocupándome por el futuro.
El efecto que mi adicción tuvo en mí fue que me tomaba muy a la tremenda mi situación y mis sórdidas circunstancias, muchas veces hasta tal punto que perdía contacto con la realidad. Nada de lo que hacía me proporcionaba alegría, buen humor o auténtica satisfacción. Todo mi mundo se tornó oscuro y lúgubre.
Hoy aparecen señales positivas de renacimiento en mi vida. Cada día tengo más energía espiritual y entusiasmo por la vida. Encuentro gozo en los demás y en mí mismo. He redescubierto el placer de reír.
Sé que todos los días no serán miel sobre hojuelas y que siempre tendré que hacer frente al dolor y a la desilusión. El haberme liberado de la carga de mis errores y del temor al futuro no siempre me escudará del dolor del presente ni de las consecuencias de los actos que cometí en el pasado. Lo mejor que puedo hacer es detenerme, mirar profundamente dentro de mí, afrontar los problemas de hoy con determinación y franqueza, y tomar las decisiones del caso, sabiendo que Dios está conmigo.
La carga de mi pasado a veces se hace muy onerosa para llevarla solo. Y si pienso en todo lo que tengo que hacer mañana, la semana entrante o el año que viene, me siento abrumado por el peso de la inquietud que eso suscita en mí. Cuando noto que me estoy aproximando a uno de esos dos estados de ánimo, debo pedirle a Dios que me devuelva al presente, en el que las cargas son más llevaderas y además con Su ayuda normalmente puedo hacer algo para encontrar una solución, salvo cuando no queda más remedio que aceptar la situación.
Para la mayoría de las personas, hacer planes es una función normal y saludable; para mí es un arma de doble filo. Un buen plan me sirve para mantener mi vida encauzada y ayudarme a lograr lo que me he propuesto. Pero cuando mis planes me llevan a condicionar mi felicidad a la obtención de ciertos resultados, estoy perdido. Eso se debe a que por mi historial soy más propenso a esperar dificultades que resultados positivos, me imagino más tragedias que triunfos.
El presente puede ser tan interesante y tan amplio que ocupe toda mi atención, siempre y cuando logre concentrarme en él. Si pienso solo en el ahora y me abro a los demás, a Dios y a lo bueno que hay a mi alrededor, puedo llevar una vida feliz hoy.
Marcos 9:23 ¿Cómo que si puedo? Para el que cree, todo es posible.
Santiago 2:18 Sin embargo, alguien dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras.» Pues bien, muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré la fe por mis obras.
2 Timoteo 4:7 He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe.


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