La Biblia dice: «No se amolden al mundo actual» (Romanos 12:2 (NVI)).Pero al mismo tiempo nos recomienda hacernos «de todo a todos» (1 Corintios 9:22). A primera vista estas instrucciones pueden parecer contradictorias, pero en realidad se complementan. A Dios no le agrada que adoptemos modos y costumbres contrarios a Sus preceptos, por muy generalizados que estén. Pero sí desea que nos mantengamos en sintonía con la sociedad, a fin de que comuniquemos más claramente Su amor a los demás y los atraigamos a Él.
El apóstol Pablo marcó la pauta en ese sentido y dio ejemplo de flexibilidad al relacionarse con una amplia gama de personas en su prédica del Evangelio. Por ejemplo, al dirigirse a un público predominantemente judío en Antioquía les recordó la historia de Israel desde los tiempos de Moisés hasta la época de David, para luego demostrar que Jesús había cumplido las profecías que había en el Antiguo Testamento sobre el Mesías (Hechos 13:14–49). En cambio, cuando habló ante griegos muy cultos en el Areópago, sede del consejo de Atenas, no abordó en absoluto la historia del pueblo judío —el tema difícilmente habría suscitado su interés—; más bien se refirió a un altar que había visto en la ciudad, el cual llevaba la inscripción: «Al dios desconocido». Seguidamente citó a los poetas griegos para mostrar que los atributos de aquel dios —creador, proveedor y juez— estaban presentes en Jesús (Hechos 17:22–31).
Francisco Javier (1506–1552) también se guió por el principio de «hacerse de todo a todos». Para identificarse con el pueblo indio, que consideraba que la humildad era una virtud, vestía ropajes raídos y viajaba a pie. En cambio más tarde, cuando visitó Japón, descubrió que allí la humildad no era vista como una virtud, y que la pobreza era despreciada. Se vistió entonces con atuendos finos, llevó obsequios costosos al emperador y en todo momento iba acompañado de un imponente séquito. Hacía lo que fuera necesario para que los pueblos entre los que pretendía propagar el Evangelio se llevaran la mejor impresión posible de Jesús.
Jesús mismo se hizo de todo a todos al abandonar las excelsas Cortes Celestiales y la unión íntima que tenía con Su Padre para venir a la Tierra encarnado en forma de hombre (Filipenses 2:5–7). Lo hizo para poder identificarse más con nosotros, comprender nuestras desventuras y debilidades y estar en mejores condiciones para interceder por nosotros ante el trono de Dios (Hebreos 2:17). Él quiere que sigamos Su ejemplo (1 Juan 2:6). Desea que manifestemos amor a los demás poniéndonos a su nivel.
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Filipenses 2:5-7 – La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos.
1 Corintios 9:22 – Entre los débiles me hice débil, a fin de ganar a los débiles. Me hice todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles.
Hebreos 2:17 – Por eso era preciso que en todo se asemejara a sus hermanos, para ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso al servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo.
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