Si eres asiduo cibernauta sabes muy bien que en Internet se ofrece información rápida y de fácil acceso. En vez de recorrer un largo trecho para llegar a una biblioteca y pasarse allí horas hojeando enormes tomos y otros documentos, uno puede encontrar lo que le interesa desde su casa o su lugar de trabajo simplemente empleando un buscador de información en línea, escribiendo unas palabras clave y haciendo clic en el ícono buscar.
En apenas unos segundos aparecen en pantalla vínculos a numerosos sitios web relacionados con lo que uno desea averiguar. Por supuesto que hay aciertos y desaciertos entre los resultados, y a veces toma bastante tiempo pasar revista a una cantidad enorme de textos hasta dar con la información precisa que se busca. Hasta cierto punto es lo mismo que cuando nos tocaba escarbar en montones de libros. En todo caso, nadie puede negar que la Internet ha puesto al alcance de nuestra mano todo un mundo de información.
Ahora bien, ¿no sería genial que la Internet, en lugar de sólo proporcionar información, pudiera resolver nuestros problemas, responder a nuestros abismales interrogantes y ayudarnos a ordenar y encauzar nuestra vida cotidiana, amén de satisfacer nuestras necesidades emocionales y espirituales? Huelga decir que en el ciberespacio nunca será posible todo eso; el que sí es capaz de ello es Dios. Es más, acceder a Dios resulta mucho más rápido y fácil que consultar un banco de datos en Internet, porque Él, al crearnos, nos dotó de todos los componentes y programas necesarios para ello. Podemos conectarnos con Él en cualquier momento, desde cualquier parte, gratis; y Su motor de búsqueda es de lo más preciso. Él siempre sabe exactamente lo que necesitamos.
Para activar nuestro sistema hace falta un solo elemento: fe. Ésta se obtiene leyendo el manual del fabricante —la Biblia—, con el cual nos informamos del equipo, los programas y su funcionamiento. De los relatos vivenciales de personas que ya disfrutan de los beneficios de estar activadas —como es el caso de los artículos que publicamosen esta revista — podemos extraer consejos para fortalecer nuestra fe. Así pues, te invitamos a establecer una relación interactiva con Dios, para que te beneficies de todo lo que Él nos ofrece. Y ojo, cuando decimos todo,quiere decir todo.
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Salmos 119:1-6 Dichosos los que van por caminos perfectos, los que andan conforme a la ley del Señor. Dichosos los que guardan sus estatutos y de todo corazón lo buscan. Jamás hacen nada malo, sino que siguen los caminos de Dios. Tú has establecido tus preceptos, para que se cumplan fielmente. ¡Cuánto deseo afirmar mis caminos para cumplir tus decretos! No tendré que pasar vergüenzas cuando considere todos tus mandamientos.
Apocalipsis 3:20 Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo.
Mateo 10:32-33 »A cualquiera que me reconozca delante de los demás, yo también lo reconoceré delante de mi Padre que está en el cielo. Pero a cualquiera que me desconozca delante de los demás, yo también lo desconoceré delante de mi Padre que está en el cielo.
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