viernes, 3 de junio de 2016

Convivir con el caos



Parece que últimamente la vida de muchos —yo incluida— está plagada de incertidumbre. El otro día me lamentaba de eso mientras conversaba con una amiga, y ella me dijo: «A lo mejor lo que tienes que hacer es convivir con el caos». ¿Convivir con el caos? La cosa no es tan fácil. No me gusta el caos, ni conozco a muchas personas a las que les agrade. En todo caso, la sugerencia me quedó dando vueltas en la cabeza.
Unos días después salí a trotar como de costumbre. Llevaba una media hora corriendo cuando se oyeron truenos. Enseguida se desató un tremendo aguacero. Llovía a cántaros. Como no tenía dónde guarecerme, estaba claro que no me quedaba otra que procurar llegar a casa lo antes posible. Respiré hondo y salí disparada.
Al cabo de unos cinco minutos se me ocurrió de pronto: «¿Qué hago corriendo como una desesperada? ¿De qué estoy huyendo?» Ya estaba empapada. Tenía la ropa saturada de agua. No por correr iba a llegar menos mojada a casa. De repente toda mi preocupación por mojarme me pareció una tontería. Volví a sopesar las opciones que tenía. ¡Decidí convivir con el caos!
Aflojé la marcha y me dediqué a disfrutar de los truenos y relámpagos, de la lluvia torrencial, de los surcos que formaba el agua y del torrente que corría por lo que antes era un sendero. ¡Fue electrizante!
Hasta ese momento me había estado lamentando de mi deplorable situación: estaba calada hasta los huesos, tenía la ropa toda pegada al cuerpo, el pelo me cubría la cara y el cuello como un emplasto, y mis zapatillas fangosas hacían un ruido asqueroso cada vez que daba un paso. No obstante, apenas comprendí que no podía hacer nada, me abandoné a los rigores del tiempo, me relajé y hasta disfruté de la caminata a casa.
Hay cosas que son inevitables, como esas situaciones caóticas en que nos vemos de vez en cuando. La vida a veces nos arrincona hasta que ya no podemos retroceder más. Pero si dejamos de resistirnos a lo que no nos es posible cambiar y aceptamos las circunstancias sin sulfurarnos, podemos sacar el mejor partido de ellas.

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