¿A quién puedes ayudar con tus oraciones? A muchas personas. Entre aquellos más cercanos a ti, seguramente hay más de uno que no goza de buena salud, ha sufrido una pérdida o está deprimido o estresado. También están las personas que salen en las noticias y aquellas con las que nos relacionamos a diario. Es fácil enfrascarnos hasta tal punto en nuestras preocupaciones que dejemos de percibir las necesidades ajenas. Si bien el presente ejercicio constituye un buen remedio para esa obsesión con lo propio, es mucho más que eso; se trata de un medio de acudir en ayuda de los demás.
Todo parte de una premisa muy sencilla: Dios responde nuestras oraciones. En la Biblia están registrados muchos casos en que la oración produjo resultados extraordinarios. Por ejemplo, Elías rezó por un chico que había muerto de insolación, y el muchacho revivió (2 Reyes 4:18–36). Jesús dijo: «Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá» (Marcos 11:24) El profeta Samuel reconoció que es pecado dejar de rezar por nuestros semejantes (1 Samuel 12:23), y Pablo nos dio buen ejemplo al rezar frecuentemente por sus compañeros de trabajo (1 Tesalonicenses 1:2).
Empieza el ejercicio imaginándote que estás en el centro de una serie de círculos concéntricos. A pesar de encontrarte en el centro, tú no eres el foco de la atención. Dentro del primer círculo está tu familia y tus amigos más cercanos. Probablemente te resulte fácil determinar las necesidades de dos o tres de ellos. Toma nota de ellas. Pasa ahora al segundo círculo: tus colegas y conocidos. Toma nota también de sus nombres y necesidades. Finalmente pasa al círculo más amplio, el formado por personas cuyas necesidades no te son ajenas, pero con las que no has tenido contacto directo: una señora en una silla de ruedas que viste en la calle, una familia sobre la que leíste en el periódico, que se ha quedado sin casa. Una vez más, toma nota.
A estas alturas tendrás ya una lista de unas diez personas. Ruega por ellas a lo largo de la semana. Pon la lista en un lugar donde la veas a menudo, quizás en tu velador, junto al lavaplatos en la cocina o en tu escritorio. Todos los días tómate cinco o diez minutos para rezar por esas personas. Unos breves momentos de oración sincera, de corazón, pueden significar mucho para alguien. «Mucho puede la oración fervorosa del justo» (Santiago 5:16 N-C).
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1 Timoteo 2:1 – Así que recomiendo, ante todo, que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos,
Efesios 6:18 – Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos.
Romanos 8:26-27 – Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios.
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