lunes, 27 de junio de 2016

6 respuestas sobre la alabanza



1. ¿Quién? «Todo lo que respira alabe al Señor» (Salmo 150:6). ¿Respiras? Pues ya sabes: a alabar se ha dicho.
2. ¿Qué? Alabanza se puede definir como «respeto o veneración motivados por la gratitud». La alabanza es una celebración de la bondad y la gracia de Dios. Desvía nuestra atención de nuestros problemas y la centra en la naturaleza y los atributos de Dios. No es exactamente lo mismo que la acción de gracias. Damos gracias a Dios en reconocimiento de lo que ha hecho por nosotros; en cambio, lo alabamos por ser quien es y por las virtudes que encarna, independientemente de las circunstancias en que nos encontremos.
3. ¿Dónde? En cualquier sitio. Por ejemplo, donde estás ahora mismo.
4. ¿Cuándo? ¿Quién no se pone contento cuando alcanza una meta, recibe un premio, consigue un empleo o un aumento de sueldo, o le nace un hijo o un nieto? La verdadera prueba está en alabar a Dios cuando fracasamos, perdemos el trabajo, sufrimos apuros económicos o nos enfermamos. Aunque resulte difícil hacerlo cuando menos ganas tenemos, es justamente en esos momentos cuando más lo necesitamos y mayor efecto tiene.
5. ¿Por qué? La Biblia dice que toda la creación alaba a Dios (Salmo 148:7–10; 19:1; 148:2,3) porque Él es digno de alabanza. «Proclamad de día en día Su salvación. Cantad entre las gentes Su gloria, y en todos los pueblos Sus maravillas. Porque grande es el Señor, y digno de suprema alabanza» (1 Crónicas 16:23-25). La alabanza también nos enriquece a nosotros. Nos transporta ante la presencia de Dios (Salmo 100:2), que es todo amor, consolida nuestra relación con Él (Proverbios 8:17) y nos fortalece espiritualmente (Salmo 28:7). Cuando fijamos en Él nuestros pensamientos y lo alabamos por Su bondad, nuestro espíritu se renueva, nuestra fe aumenta, y nos llenamos de paz y contentamiento. La alabanza nos ayuda a ver más objetivamente nuestros apuros y conflictos (Salmo 43:5).
6. ¿Cómo? Puedes hablar con Dios en silencio, en tu corazón, o en voz alta. Puedes orar, cantar, gritar o hasta saltar de júbilo. Expresa tu gratitud como te nazca. Si no sabes muy bien por qué alabarlo, he aquí algunas ideas para empezar: Alábalo por Su gracia (Efesios 1:6). Alábalo por Su bondad (Salmo 135:3). Alábalo por Su benevolencia (Salmo 117). Alábalo por la salvación (Efesios 2:8,9).
¡Practica! ¿Cuál es tu problema más grave actualmente? Descríbetelo a ti mismo en pocas palabras. Anótalo si quieres, pero no te obsesiones con él. Ahora relégalo a un segundo plano alabando a Dios por todo lo bueno que ha hecho por ti y por Su promesa de velar por ti ahora y en el futuro.
Salmos 95:1 – Vengan, cantemos con júbilo al Señor; aclamemos a la roca de nuestra salvación.
Santiago 5:13 – ¿Está afligido alguno entre ustedes? Que ore. ¿Está alguno de buen ánimo? Que cante alabanzas.
2 Samuel 22:50 – Por eso, Señor, te alabo entre las naciones y canto salmos a tu nombre.

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