lunes, 12 de septiembre de 2016

Un vínculo personal con Jesús



La primera vez que una lectura de los Evangelios me conmovió interiormente yo tenía 17 años. Los había leído antes, pero en aburridas clases de religión. A esa edad alguien me aconsejó que empezara por el Evangelio de San Juan. No sabiendo que los Evangelios eran cuatro relatos y enfoques distintos de la vida y ministerio de Cristo, comencé por donde me pareció más lógico: por el principio del Nuevo Testamento, o sea, por el libro de Mateo.
Cuando llegué al libro de Juan, estaba fascinado con Jesús. Me admiró que tuviera la respuesta idónea para cualquier pregunta que le plantearan y que siempre supiera qué hacer. Además, me dio la impresión de que me entendía y conocía al detalle mis necesidades. Sus palabras eran contundentes y estaban llenas de vida. Atravesando casi dos mil años, calaron en mi interior; nunca había experimentado nada igual. Cuando llegué a Juan 15:15: «Os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de Mi Padre os las he dado a conocer», tuve la impresión de que me hablaba directamente al alma. ¡Jesús me había tratado de amigo! Me emocioné tanto que no pude quedarme quieto. Me entraron ganas de decírselo a todo el mundo.
Unos meses antes había orado para pedirle a Jesús que entrara en mi corazón. Si bien se trató de una experiencia conmovedora, fue cuando comencé a leer Sus palabras con una actitud abierta y receptiva que se consumó realmente la transformación en mí. Aparte de la fuerza que comunicaban esas palabras divinas, lo mejor de todo era que iban dirigidas a mí personalmente. Poco a poco fui descubriendo su valor, hasta que tomé conciencia de que Jesús todavía habla a Sus seguidores tan abierta y directamente como platicó con Sus primeros discípulos.
Es nuestra esperanza que este número de Conéctate te ayude a establecer un vínculo directo y personal con Jesús, o que sirva para reforzar la relación que ya tienes con Él.
Hebreos 4:15 (NVI) Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido *tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado.
Juan 3:16 (NVI) Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo *unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.
Lucas 2:34 NVI) Simeón les dio su bendición y le dijo a María, la madre de Jesús: «Este niño está destinado a causar la caída y el levantamiento de muchos en Israel, y a crear mucha oposición,

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