jueves, 1 de septiembre de 2016

El mejor de los médicos



Todos los seres humanos nos enfermamos de vez en cuando. Eso sí, la actitud que asumimos frente a un trastorno de salud guarda relación directa con lo bien y lo rápido que nos recuperemos. En el caso de un resfriado común puede que nos baste con hacer reposo y esperar unos días con resignación. Las afecciones más graves, en cambio, generalmente requieren más cuidados. Para cuando nos volvemos adultos ya hemos aprendido a reconocer si algo anda mal en nuestro organismo y prestamos atención a las señales de aviso.
Puede que ignoremos cómo interpretar los síntomas; lo que sí tenemos claro es que si no conseguimos un diagnóstico ni nos sometemos a un tratamiento, muy probablemente empeoraremos. Empecinarnos por orgullo en que no estamos enfermos y no necesitamos ayuda nos condenará a mayores sufrimientos. Lo mismo pasará si tardamos en reaccionar. El dolor nos ha enseñado a prestar atención a la salud, a hacer lo posible para conservarla y recabar ayuda cuando nos enfermamos.
Lo mismo se aplica a nuestro bienestar espiritual. Todos pasamos por experiencias que nos afectan negativamente y dejan secuelas en nuestra alma: ofensas que no logramos perdonar; comentarios desconsiderados que nos suscitan malos pensamientos y nos llevan a retraernos; duros reveses que dan inicio a una caída en picado. Al igual que los síntomas que acompañan a las enfermedades físicas, es necesario que reconozcamos los síntomas de trastornos espirituales y tomemos medidas antes que nos causen mayores dolores o se tornen crónicos y más difíciles de tratar.
Lo bueno es que así como Jesús —el mejor de los médicos— es capaz de librarnos de las dolencias físicas, Él tiene también un remedio para cada enfermedad del alma. Nada hay más importante para Él que nuestro bienestar espiritual. Por eso te recomiendo que acudas a Él cuando necesites sanación interior. Él está más que dispuesto a ayudarte y es perfectamente capaz de hacerlo. No obstante, es preciso que se lo pidamos.
Isaías 53:5 Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados.
Deuteronomio 7:15 El Señor te mantendrá libre de toda enfermedad y alejará de ti las horribles enfermedades que conociste en Egipto; en cambio, las reservará para tus enemigos.
Mateo 10:1 Reunió a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar a los espíritus malignos y sanar toda enfermedad y toda dolencia.

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