martes, 6 de septiembre de 2016

El Sanador



Recuerdo que hace algún tiempo me pidieron que orara por una joven que llevaba ocho largos años en cama, en la más completa invalidez. Era un caso perdido. Los médicos la habían desahuciado.
Mi marido y yo la visitamos, nos quedamos diez días en su casa y pasamos muchas horas en oración. Yo no dejaba de pensar: «Dios mío, tantos han rogado por ella, incluso algunos que poseen el don de curar». No sabía qué hacer. Me sentía impotente ante una necesidad tan grande.
Entonces abrí la Biblia justo por la página en que se encuentra uno de mis versículos favoritos: «Nos libró y nos libra y esperamos que aún nos librará de tan grave peligro de muerte» (2 Corintios 1:10 (RV95)). Me fijé además en el versículo anterior, al que no había prestado atención hasta entonces, que dice: «…para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos» (2 Corintios 1:9).
De pronto caí en la cuenta de que la sanación de aquella joven tenía muy poco que ver con lo que yo hiciera o con lo que hicieran los demás que estaban rogando por ella. Nuestra función consistía únicamente en presentarle el asunto a Dios. Era Él quien debía intervenir. No podíamos confiar en nuestro poder o en nuestras aptitudes. Cualquiera que sea el concepto que tengamos de nosotros mismos, es Dios quien cura a los enfermos y resucita a los muertos.
Llamé a mi esposo al cuarto de la muchacha y leímos juntos unos pasajes de la Biblia. Seguidamente se nos unieron sus padres para rogar por ella. Entonces, con toda sinceridad y mucha fe en Dios, le dijimos: «En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda» (Hechos 3:6), y se levantó. En ocho años jamás había salido de la cama, pero se levantó y caminó. Eso demuestra que no hay persona en el mundo a quien Dios no pueda curar.
Salmo 103:2,3 «Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de Sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias».
Jeremías 30:17 «Yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice el Señor».
Santiago 5:15 «La oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará».

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