Dios «nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas [lleguemos] a ser participantes de la naturaleza divina» (2 Pedro 1:4).
¿En qué consiste la naturaleza divina? Es la esencia de Dios, Su manera de pensar y de actuar. Por medio de las promesas que nos ha hecho en Su Palabra podemos ser como Él y adoptar Sus opiniones, Sus sentimientos y Su forma de entender las cosas, si creemos y ponemos en práctica los principios y las promesas de la Biblia.
Podemos trascender los confines de las actitudes terrenales que representan un lastre, que nos causan dolor, inquietud, preocupación y temor. En vez de tener un simple conocimiento teórico de que «todas las cosas ayudan a bien a los que aman al Señor» (Romanos 8:28), podemos creerlo, practicarlo y vivirlo en carne propia.
Podemos desembarazarnos de todas las actitudes y formas de pensar adscritas al plano terrenal y opuestas al celestial. Jesús dijo a Sus seguidores: «Ya vosotros estáis limpios por la Palabra que os he hablado» (Juan 15:3). Podemos reprogramarnos para ser «nuevas criaturas en Cristo Jesús» y vencer mediante Su poder nuestras actitudes negativas y malos hábitos (2 Corintios 5:17).
Cuanto más vivimos, creemos y practicamos la Palabra, mejor sintonizados estamos con el reino celestial y sus moradores. Cuanto más ponemos «la mira en las cosas de arriba, no en las de la Tierra» (Colosenses 3:2), más fácil nos resulta estar en este mundo sin dejarnos controlar o moldear por él (Juan 15:19).
Cuidado con quemarte
En una vela, lo que arde no es el cordón, sino mayormente la cera. En las lámparas de aceite el principio es el mismo: debe arder el aceite, no la mecha. Ésta se consume enseguida si el combustible se acaba. La mayor parte de la mecha debe estar sumergida en el aceite, y apenas una pequeña porción queda expuesta al aire y a la llama.
Muchas veces nos esforzamos en exceso. Tratamos de hacerlo todo con nuestras propias fuerzas cuando deberíamos más bien dejar obrar al Señor a través de nosotros. Cuando pretendemos arder nosotros mismos, despedimos humo, lo llenamos todo de hollín y nos consumimos rápido. En cambio, si permitimos que el aceite del Señor —el Espíritu Santo— fluya a través de nosotros y arda, duramos mucho más.
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2 Pedro 1:4 (NVI) Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina.
Romanos 1:20 NVI) Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa.
Génesis 1:1 (NVI) Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra.
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