viernes, 30 de septiembre de 2016

Tesoros en el Cielo



Zaqueo miró por la ventana hacia el poniente. Las aguas del mar se mecían suavemente, teñidas de ámbar por el ocaso. Era también el ocaso de su vida, y un buen momento para hacer un balance de ella. Se consideraba un hombre afortunado. Sus remembranzas le arrancaron una sonrisa. Evocó rostros de niños alegres, de personas que habían recuperado la esperanza, de incrédulos que habían descubierto la fe, manifestaciones del amor de Dios por Su pueblo. ¡Cuánto significaban para él esos recuerdos! Pero no siempre había sido así.
—¡Vendido!
—¡Maldito ladrón!
—¡Canalla!
Se había acostumbrado a que lo insultaran a sus espaldas y a veces a la cara. Hasta los mendigos se mostraban reacios a aceptar sus limosnas. Era incongruente que, siendo él un hombre acaudalado, los dirigentes religiosos prohibieran a los pobres aceptar dinero de él. La pésima reputación que se había ganado entre los suyos por el oficio que desempeñaba no lo había disuadido de seguir trabajando para los conquistadores romanos, procurando llegar cada vez más alto hasta convertirse en jefe de los recaudadores de impuestos: un hombre poderoso y próspero, pero despreciado.
A base de tesón había logrado amasar una fortuna; pero esta no le había proporcionado más que una existencia vacua, en la que el amor brillaba por su ausencia. «¡Vanidad de vanidades! ¿Para qué sirve todo esto?», se preguntaba con frecuencia, recordando las palabras de Salomón que describían a la perfección la vida que llevaba: «Todos sus días no son sino dolores, y sus trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa» (Eclesiastés 2:23).
La curiosidad pudo más que él ese día. Al igual que los demás residentes de Jericó, escuchó rumores sobre el maestro que estaba de visita en la ciudad. Decían incluso que hacía sanaciones milagrosas. La mayoría de los que iban a verlo tenían la esperanza de que obrara algún milagro. En todo caso, era tanta la gente que se estaba juntando que las posibilidades de llegar a ver algo eran cada vez más escasas. Con lo bajito que era él, la multitud le impediría la visibilidad, a menos que se encaramara a alguna parte.
En ese momento advirtió un sicómoro grande a la vera del camino. No era difícil de trepar. En un momento logró situarse en un punto desde el que podía observar al gentío que se iba desplazando lentamente. La atención de todos estaba centrada en un hombre de estatura mediana y aspecto bondadoso que hablaba con autoridad.
Cuando la multitud llegó a la altura del árbol, el hombre se dirigió a él en voz alta:
—¡Zaqueo, desciende! Quiero conocerte. Llévame a tu casa.
Habían transcurrido muchos años desde el día en que aquel invitado imprevisto cenó en su casa. En aquella ocasión Zaqueo no comprendió lo trascendentales que serían las pocas horas que departieron. Sin embargo, en retrospectiva se daba cuenta de que los momentos que pasó con aquel amable extraño no solo lo transformaron a él, sino que cambiaron totalmente su forma de relacionarse con todas las personas a partir de entonces.
La palabras del Maestro penetraron en el corazón de Zaqueo. Que su vida era insustancial no era nada nuevo: ya se había dado cuenta de ello; pero ese día tomó conciencia de que podía hacer algo para remediarlo. Antes de concluir la noche prometió donar la mitad de sus bienes, una suma nada desdeñable. Tampoco fue una promesa vacía. Fiel a su palabra, Zaqueo devolvió lo que correspondía a las personas a las que había cobrado impuestos excesivos. Es más, para compensar su anterior falta de honradez les restituyó cuatro veces la cantidad que les había estafado.
—No te hagas tesoros en la Tierra —le había dicho el Maestro—; sino hazte tesoros en el Cielo. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón (Mateo 6:19-21). Trabaja, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre te dará» (Juan 6:27).
Frente a semejante consejo, recaudar impuestos para amasar una fortuna perdió para él todo atractivo.
La transformación tomó un tiempo, pero a la larga Zaqueo pudo seguir los pasos de su Maestro. Aprendió que los mandamientos más importantes eran amar a Dios y amar al prójimo (Mateo 22:37–40). Así, el resto de su vida transitó por la senda de la generosidad.
El sol ya se había ocultado. Por última vez Zaqueo cerró los ojos. Serenamente pasó de este mundo al otro. Allí, con una espléndida aurora, lo recibió el Salvador, al que había amado desde el día en que se conocieron en un polvoriento camino años atrás.
Lucas 19:9-10 (NVI) Hoy ha llegado la salvación a esta casa —le dijo Jesús—, ya que éste también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
1. Timoteo 6:17 (NVI) A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos.
Lucas 12:33 (NVI) Vendan sus bienes y den a los pobres. Provéanse de bolsas que no se desgasten; acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no hay ladrón que aceche ni polilla que destruya.

Eu repreendo e castigo a todos quantos amo



"Eu repreendo e castigo a todos quantos amo; sê pois zeloso, e arrepende-te." Apocalipse 3:19

Pensamento: Quando passamos por aflições, temos a tendência de logo achar que, ou é o diabo que está nos afligindo ou é decorrente de alguma coisa errada que fizemos. Nunca pensamos que a tribulação pode estar vindo de Deus. Contudo, Deus tem preparado sua Noiva para as bodas e para isso nós, noiva de Cristo, precisamos ter nosso caráter provado, refinado no fogo. Por isso, Deus, muitas vezes, nos coloca sob aflições, para que, após termos sido aprovados, purificados no fogo, sejamos para honra e louvor da Sua glória. Sendo, verdadeiramente, manifestadores de Jesus. Tendo o caráter de Cristo neste mundo tão perverso. Que possamos sair aprovados das provações que Deus nos dá.

Oração: Pai, obrigada porque o teu amor é a causa de não sermos consumidos. Por causa do Teu amor, somos renovados dia após dia, somos feitos pessoas melhores a cada dia. Pai, molda-me conforme o teu caráter. Quero ser como o Senhor: Paciente, alegre, compreensiva, amável, bondosa, fiel, mansa...quero ter teus atributos, Pai. Portanto, me ajude a passar pelas provações que o Senhor coloca diante de mim e me ajude a aprender o que o Senhor está querendo me ensinar. Que o Senhor se agrade de mim, Pai...é a minha oração, em nome de Jesus. Amém!

jueves, 29 de septiembre de 2016

El sentido de lo valioso



Sentada en una cafetería con vista al mar, observando los veleros que navegaban a lo lejos, me llamó la atención una conversación que se desarrollaba en la mesa de al lado, a un volumen tal que casi todos los que estaban en el local podían oírla.
—¿Por qué despediste de la oficina a Enrique? —preguntó uno los interlocutores.
—No tenía sentido de lo valioso —respondió el otro—. Cada vez que lo necesitaba estaba tomándose un café. Parecía que valoraba más una taza de café que su empleo. Se lo advertí varias veces, pero al final tuve que prescindir de sus servicios.
La conversación pasó a otros temas, pero aquel comentario me siguió dando vueltas en la cabeza. El hombre despedido había valorado más una taza de café que su empleo.
Una leve brisa impulsaba los veleros. Lo mismo les sucede a muchas personas —pensé—. Se deslizan por la superficie de la vida sin ahondar en ella, sin adquirir un sentido de lo que es verdaderamente valioso. Al igual que aquel empleado centran su atención en aspectos intrascendentes de la vida y dejan poco espacio para lo realmente importante.
Conocí a una señora que se pasó años trabajando esforzadamente y ahorrando para construir y decorar una casita donde vivir con comodidad cuando se retirara. Con mucha pena para ella, pocos meses después de terminarla se enfermó de gravedad y le dijeron que le quedaba poco tiempo de vida. Un día fui a visitarla. Me senté junto a su cama y me dijo: «El tiempo se me está acabando. Me gasté lo poco que tenía en cosas que carecen de valor en el mundo al que voy». Había adquirido un sentido de lo realmente valioso, pero demasiado tarde.
Si pudiéramos ver todos nuestros actos enmarcados en los efectos que producen a la postre, nuestra existencia cambiaría radicalmente. No trataríamos de justificar el tiempo que perdemos en actividades de escaso valor y trascendencia, ni nos detendríamos en trivialidades cuando lo eterno requiere nuestra atención.
Hechos 20:35 (NVI) Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: “Hay más *dicha en dar que en recibir.
Marcos 11:25 (NVI) Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados.
Hebreos 13:18 (NVI) Oren por nosotros, porque estamos seguros de tener la conciencia tranquila y queremos portarnos honradamente en todo.

El consejo de papá


Hay un día que nunca olvidaré. Fue hace siete años, aproximadamente una semana antes de cumplir yo los 12. Empezó como cualquier otro.
La inminencia de cumplir 12 años me tenía un poco desconcertada. Es más, me daba miedo. En las semanas anteriores me asaltaron diversos interrogantes y aprensiones. ¿Cumplir 12 años implicaba que ya no podría hacer ciertas cosas de niña que me gustaban? ¿Tendría que conducirme de otra manera, crecer y madurar de golpe? Ni siquiera sabía muy bien qué querían decir esos términos. No tenía ni idea de cómo responder a ese alud de preguntas. Estaba confusa.
Por la tarde papá y yo salimos a dar un paseo, y finalmente me armé de valor para plantearle aquellos grandes interrogantes. Sus respuestas —que fueron simples, pero atinadas— hicieron mucho más que disipar mis aprensiones cumpleañeras; contribuyeron a moldear mi carácter.
Papá me aseguró que cumplir 12 años no significaba que tendría que crecer de golpe ni que ya no podría disfrutar de los juegos de la infancia. Me explicó que gozar de las cosas sencillas de la vida y apreciarlas es un rasgo de la infancia que nunca deberíamos perder, independientemente de la edad que tengamos. Además, me sorprendió que me dijera que la madurez no tiene nada que ver con aparentar ser mayor o querer impresionar a los demás. La verdadera madurez consiste en aprender a pensar más en el prójimo que en mí misma; significa mirar el mundo sin egoísmo, contribuir al desarrollo de los demás, ejercer una influencia positiva en ellos, ponerme en su lugar, procurar entenderlos y ser capaz de compadecerme. En resumidas cuentas, es manifestar amor y anteponer sus necesidades a las mías.
He aquí el verdadero goce de la vida: servir para un propósito que uno mismo reconoce como noble; constituirse en una fuerza de la naturaleza en vez de ser un amasijo febril de malestares y molestias que se queja de que el mundo no se consagra a hacerlo a uno feliz. Soy de la opinión de que mi vida pertenece a toda la sociedad y que mientras viva es un honor hacer todo lo que pueda por ella. Es una suerte de antorcha espléndida que por el momento sostengo con fuerza y quiero que arda con el mayor brillo posible antes de entregarla a las generaciones futuras.—George Bernard Shaw
Efesios 6:2 (NVI) «Honra a tu padre y a tu madre —que es el primer mandamiento con promesa—
1. Corintios 6:12 (NVI) «Todo me está permitido», pero no todo es para mi bien. «Todo me está permitido», pero no dejaré que nada me domine.
Proverbios 27:9 (NVI) El perfume y el incienso alegran el corazón; la dulzura de la amistad fortalece el ánimo.

Filho meu, ouve a instrução de teu pai



"Filho meu, ouve a instrução de teu pai, e não deixes o ensinamento de tua mãe." Provérbios 1:8

Pensamento: Estas palavras foram ditas por Salomão, o homem considerado mais sábio de todos. Seguramente ele sabia o que estava dizendo !!! O amor de mãe é muito semelhante ao amor de Deus. Recebemos os cuidados de nossa mãe, antes mesmo de virmos a este mundo, nos alimentando, usando seu próprio corpo para nos dar condições a vida, e depois que nascemos, nossa mãe ainda continua com seus cuidados, e mesmo que muitas vezes deixamos de ser bons filhos para ela, mesmo assim, ela continua nos amando, por isso seu amor é como o amor de Deus. Devemos honrar nossas mães assim como fez Deus, escolhendo uma mulher para trazer o nosso Salvador ao mundo, Deus entregou à mulher o dom de gerar a vida como forma de honrá-la.

Oração: Pai querido, quero pedir a Sua benção especial neste dia, para todas as mamães !!! Que o Senhor derrame sobre cada uma delas, a Sua alegria, a Sua paz e o Seu amor !!! Eu rogo por aquelas mamães que estão longe de seus filhos, que elas recebam do Senhor o Seu abraço, e o Seu carinho. E na condição de filho, eu lhe peço em especial pela minha mãe, lhe agradeço por ter sido tão bondoso comigo, me dando uma mãe tão maravilhosa e tão querida, obrigado pela vida dela. Eu oro em nome de Jesus. Amém.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Nem olhos viram, nem ouvidos ouviram




"Nem olhos viram, nem ouvidos ouviram, nem jamais penetrou em coração humano o que Deus tem preparado para aqueles que o amam." 1 Coríntios 2:9

Pensamento: Pra mim esta é a palavra mais perfeita e mais maravilhosa !!! É incrivel pensar que já vimos tanto da bondade de Deus, como a criação do mundo, a natureza com tantas coisas lindas, o amor de Deus revelado por nós através de Cristo Jesus, os milagres, e tantas outras coisas. Mas mesmo assim, esta palavra nos diz, que nem sequer tudo isso que já testemunhamos, se compara com o que Deus ainda têm para mostrar aos que o amam. Que coisa tremenda é imaginar que vamos poder provar de tudo isso que Deus tem preparado pra nós.

Oração: Obrigado Senhor, sabes minha paixão para com essa palavra, sei que o céu e a vida eterna, estão muito além da minha capacidade de pensamento, e que será muito melhor do que tudo que sou capaz de imaginar. Esta esperança de viver no céu com o Senhor é o meu maior motivo de alegria nesta vida, a alegria da salvação não tem explicação. Obrigado Deus. Eu oro em nome de Jesus. Amém.

Cualidades de un buen papá



¿Cómo reaccionó el padre del hijo pródigo cuando este volvió al hogar? (Lucas 15:11-24) ¿Corrió a oler el aliento de su hijo para averiguar si había estado bebiendo? ¿Hizo algún comentario sobre lo mal que había cuidado su ropa? ¿Lo criticó por tener el pelo desgreñado y las uñas sucias? ¿Le preguntó cuál era el saldo de su cuenta corriente? Por supuesto que no. Abrazó al chico y le dio una calurosa acogida.
A mi juicio, la principal lección que nos deja este episodio de amor inmortalizado en la Biblia es que Dios nos acepta tal como somos. A la luz de ese ejemplo que Él nos puso, ¿no deberíamos esforzarnos por obrar del mismo modo con nuestros hijos? ¿Podemos darnos el lujo de privarlos de esos abrazos que les demuestran que los acogemos con amor?
Ese cariño es como una manta que todo progenitor puede tejer para abrigar a su hijo y demostrarle que lo acepta tal cual es. Es lo que motiva a un padre a seguir ayudando a su chico a superarse hasta que éste alcanza la meta que Dios le ha trazado.—Bob Pedrick
Un buen padre vale por cien maestros de escuela.—George Herbert
De niño mi padre me decía todos los días: «Eres el muchacho más fantástico del mundo y puedes hacer cualquier cosa que te propongas».—Jan Hutchins
Todo hombre, por muy ocupado que esté, que reflexiona de vez en cuando sobre su labor como padre puede aprender a ser un mejor papá.—Jack Baker
Mi padre me dio el mejor regalo que uno pueda recibir: creyó en mí.—Jim Valvano
Al niño, corrígelo con cariño.—Refrán español
Mi padre no me habló de cómo debía vivir. Vivió y me dejó observarlo.—Clarence Budington Kelland
Los hijos y el jardín de un hombre reflejan el tiempo dedicado a desmalezar durante la temporada de desarrollo.—Anónimo
Los niños pequeños se convierten en grandes hombres por la influencia de grandes hombres que se interesan por los niños pequeños.—Anónimo
A un padre se lo respeta por el liderazgo que ejerce.
Se lo aprecia por los cuidados que prodiga a su familia.
Se lo valora por el tiempo que dedica a sus hijos.
Y éstos lo aman porque les da lo que más estiman: se entrega a sí mismo.
—Anónimo
1 Pedro 5:7 (NVI) Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes.
Gálatas 2:20 (NVI) He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí.
Juan 14:16 (NVI) Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro *Consolador para que los acompañe siempre:

lunes, 26 de septiembre de 2016

Confessai


Confessai, pois, os vossos pecados uns aos outros e orai uns pelos outros, para serdes curados. Muito pode, por sua eficácia, a súplica do justo." Tiago 5:16

Pensamento: Às vezes estamos distantes do Senhor e até queremos nos aproximar outra vez, mas não encontramos forças !!! Sentimentos de vazio e tristeza tomam conta de nós !!! Quem sabe também um sentimento de culpa porque entendemos que estamos andando fora dos caminhos do Senhor. Nossa alma está doente e não sabemos onde encontrar a cura. Mas Tiago nos ensina que ao confessarmos nossos pecados, somos curados. Este é um mistério que pertence a Deus, mas podemos entender que isso acontece porque trazemos à luz àquilo que está em oculto. Em outras palavras, ao confessarmos, estamos manifestando a Deus o nosso desejo de abandonar o pecado, e reconhecendo que somente Ele é capaz de nos perdoar e curar.

Oração: Senhor Deus, prepara um momento certo, uma pessoa certa, que seja comprometida com a verdade, que faça a obra do Senhor com compromisso, para que eu possa confessar minha angustia e minhas necessidades. Prepara alguém que saiba ouvir, aconselhar e guardar segredos, pois eu preciso receber a cura do Senhor, preciso encontrar descanso para o meu coração, preciso do Seu Santo Espírito sobre mim, para que eu possa continuar te servindo e adorando cada dia mais. Em nome de Jesus. Amém.

10 factores que inciden en nuestra felicidad



En los últimos años, psicólogos e investigadores han ido reuniendo datos empíricos muy concretos sobre una cuestión que antes era del dominio exclusivo de los filósofos: ¿Qué nos hace felices? Investigadores como el equipo padre-hijo de Ed Diener y Robert Biswas-Diener, la psicóloga de la Universidad de Stanford Sonja Lyubomirsky y el especialista en ética Stephen Post han estudiado a individuos de todo el mundo para averiguar cómo inciden en nuestro bienestar elementos tales como el dinero, la actitud, la cultura, la memoria, la salud, el altruismo y los hábitos cotidianos.
El emergente campo de la psicología positiva abunda en nuevos descubrimientos que sugieren que nuestras acciones pueden tener un efecto significativo en nuestra felicidad y nuestra satisfacción. He aquí 10 estrategias para ser feliz, cuyo efecto está científicamente demostrado.
1. Disfrute de las cosas sencillas. Deténgase de vez en cuando para oler la fragancia de una rosa u observar a los niños mientras juegan. Los participantes en un estudio que se tomaron el tiempo para saborear actividades de todos los días que normalmente realizaban de prisa, o para revivir momentos agradables, «mostraron un notable incremento en los índices de felicidad y una acentuada baja en los de depresión», dice la psicóloga Sonja Lyubomirsky.
2. Evite las comparaciones.
Aunque mantenerse a la par con los vecinos es parte de la cultura [de muchos países], compararnos con los demás puede ser perjudicial para la felicidad y la autoestima. Según Lyubomirsky, centrarnos en nuestros propios logros lleva a una mayor satisfacción que compararnos con los demás.
3. Conceda poca prioridad al dinero. La gente que otorga al dinero una alta prioridad corre mayor riesgo de sufrir depresiones y ansiedad y tiene una menor valoración de sí misma, según los investigadores Tim Kasser y Richard Ryan. Sus conclusiones son válidas para gente de diversas naciones y culturas. «Cuanto más buscamos satisfacción en los bienes materiales, menos la encontramos en ellos —dice Ryan—. La satisfacción tiene corta vida, es muy pasajera». Los que ambicionan dinero también obtienen bajos puntajes en tests de vitalidad y desarrollo personal.
4. Propóngase objetivos trascendentes. «Las personas que se esfuerzan por lograr algo significativo, ya sea adquirir una nueva habilidad o criar hijos con integridad moral, son mucho más felices que las que no tienen sueños o aspiraciones elevados —afirman Ed Diener y Robert Biswas-Diener—. Está claro que para prosperar los seres humanos necesitamos un sentido de trascendencia». Tal Ben-Shahar —catedrático de Harvard— coincide con ellos: «La felicidad se encuentra en la intersección entre el placer y la trascendencia. Ya sea en el trabajo o en la casa, el objetivo es participar en actividades que sean placenteras y significativas al mismo tiempo».
5. Tome la iniciativa en el trabajo. La felicidad en el trabajo depende en parte de la medida en que uno tome iniciativa. La investigadora Amy Wrzesniewski señala que cuando actuamos con creatividad, ayudamos a los demás, proponemos mejoras o hacemos más de lo que nos marca el deber, nuestro trabajo se vuelve más gratificante y nos sentimos más dueños de la situación.
6. Cultive amistades y valore a su familia. La gente más feliz por lo general tiene familias y amistades estables y relaciones que le proporcionan apoyo, puntualizan Diener y Biswas-Diener. Pero no basta con ser el alma de la fiesta si se está rodeado de personas a las que apenas se conoce. «No se trata sólo de relacionarse con los demás; es preciso forjar relaciones profundas» en las que haya comprensión y afecto.
7. Sonría aunque no tenga ganas. Puede que parezca una bobada, pero da resultado. «La gente contenta ve posibilidades, oportunidades y vías para alcanzar sus objetivos. Además, encara el futuro con optimismo, y al revivir el pasado suele evocar los buenos momentos», añaden Diener y Biswas-Diener. Aunque ustede no posea un optimismo innato, con la práctica puede cultivar el hábito de enfocar las cosas positivamente.
8. Sea agradecido. Según el escritor Robert Emmons, las personas que llevan un registro semanal de todo aquello que suscita su gratitud suelen ser más saludables, más optimistas y más capaces de progresar en la consecución de sus objetivos. Un estudio de Martin Seligman, fundador de la llamada psicología positiva, revela que las personas que escriben notas de agradecimiento a quienes han influido para bien en su vida alcanzan mayores cotas de felicidad y tienen menores índices de depresión. El efecto además dura varias semanas.
9. Salga a hacer ejercicio. Un estudio de la Universidad de Duke demuestra que el ejercicio puede ser tan eficaz como los medicamentos para tratar la depresión, con el añadido de que no tiene efectos secundarios y es menos costoso. Otra investigación arroja que además de los beneficios que ofrece para la salud, el ejercicio practicado con regularidad brinda satisfacción, crea oportunidades de interacción social, libera endorfinas —que producen sensación de bienestar— y aumenta la autoestima.
10. Practique la generosidad y el servicio al prójimo. Haga del altruismo y la generosidad parte integral de su vida, y sea asertivo en ello. El investigador Stephen Post afirma que ayudar a un vecino, participar en labores de voluntariado o donar bienes y servicios es muy gratificante y trae aparejados más beneficios para la salud que hacer ejercicio o dejar de fumar. El estudioso garantiza que escuchar a un amigo, enseñar a otros algo que uno sabe hacer, celebrar éxitos ajenos y perdonar son actividades que también contribuyen a la felicidad. La investigadora Elizabeth Duna encontró que quienes gastan dinero en otras personas se declaran mucho más felices que quienes se lo gastan en sí mismos.
Filipenses 4:8 (NVI) Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.
Mateo 5:8 (NVI) Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios.
Hebreos 11:1 (NVI) Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.

Dar gracias



Cuando mi hija era pequeña, una vez la oí rezar pidiéndole a Dios que detuviera la lluvia y que a la mañana siguiente hiciera un día bonito.
Le dije:
—Mi vida, no creo que al Señor le importe que le pidamos que pare la lluvia. A Él le gusta que le hagamos saber nuestras preferencias y deseos, y ha prometido darnos todo lo que necesitamos; pero ten presente que no siempre puede darnos lo que queremos.
Así como hacen falta días de sol, también hacen falta días de lluvia. Si sólo llamamos bonitos a los días de sol, terminamos pensando que los lluviosos son feos. Procuremos, pues, alabar siempre al Señor por el bello día que nos ha dado, sea soleado o lluvioso.
Parecía una enseñanza sencilla y pueril —agradecer tanto la lluvia como el sol—, pero me hizo tomar conciencia de que el tono con que hablamos afecta nuestro estado de ánimo y nuestra perspectiva de la vida. Lamentablemente, muchos nos hemos formado el mal hábito de usar una terminología negativa para referirnos a ciertas situaciones. Si lo que nos proponemos es que nuestra actitud, nuestras reacciones y nuestros pensamientos sean más positivos, también debemos renovar nuestro vocabulario y expresarnos más positivamente; porque es bastante difícil decir que un día es feo y al mismo tiempo pensar bien de él. Para cambiar nuestro modo de pensar sobre ciertas cosas, es preciso que modifiquemos también la forma en que nos referimos a ellas.
El vocabulario que empleamos, las etiquetas que ponemos a las cosas, nuestra forma de expresarnos, todo eso influye mucho en nuestra manera de pensar. Sería bastante difícil considerar inteligente y capaz a un tipo apodado Cabeza de chorlito. Si queremos pensar de manera positiva, hablemos de manera positiva.
No es que esté mal pedirle al Señor que cambie algo —las condiciones climáticas, por ejemplo— por una necesidad o preferencia que tengamos. Si algo es perjudicial o un estorbo, sabemos que Él puede responder nuestras oraciones y modificar la situación. Sin embargo, hasta que eso suceda —y aunque no suceda— debemos conservar una actitud positiva, expresarnos con optimismo y agradecerle lo que nos ha dado.
Las Escrituras nos exhortan a contentarnos cualquiera que sea nuestra situación (Filipenses 4:11). Por un lado, se podría argumentar que si le pedimos al Señor que cambie algo es porque no estamos realmente contentos con las circunstancias. Pero es que no podemos basar toda nuestra vida y filosofía en un solo versículo. Hay que contrapesar un pasaje con otro. Si consideráramos que ese verso nos manda contentarnos siempre, pase lo que pase, jamás nos acercaríamos «confiadamente al trono de la gracia para […] hallar […] el oportuno socorro» (Hebreos 4:16), ni rezaríamos para que alguien sanara (Santiago 5:16). De hecho, nunca oraríamos por nada.
Cuando tengamos la impresión de que algo tiene que cambiar, en primer lugar debemos orar para que ese cambio se efectúe. Al mismo tiempo debemos preguntarle al Señor y plantearnos personalmente si quiere que acompañemos esa oración con alguna acción. Pero una vez que hayamos orado y hecho todo lo que esté a nuestro alcance, mientras esperamos a que Él responda, debemos dar gracias en todo (1 Tesalonicenses 5:18). Si realmente creemos que el Señor es dueño de la situación, debemos contentarnos sea cual sea Su respuesta. Y aunque no se produzca el cambio que solicitamos, tenemos el deber de darle las gracias con la confianza de que «bien lo ha hecho todo» (Marcos 7:37).
Así no nos apasione la lluvia, por ejemplo, podemos estar contentos, seguros de que cada día que Él nos da es «el día que hizo el Señor», por lo cual «nos gozaremos y nos alegraremos en él» (Salmo 118:24).
«Dad gracias en todo» (1 Tesalonicenses 5:18). Debemos dar gracias en toda situación. Si bien uno quizá no diga: «Gracias, Señor, por la tormenta», o: «Gracias por esta sequía», sí puede exclamar: «Gracias, Señor, por otro día de vida».
Si algo malo nos impulsa a orar y nos enseña fe, paciencia, amor y perseverancia, cabe arribar a la conclusión de que no fue malo, porque su mal efecto quedó opacado por el bueno. En la vida, la mayor parte de las cosas tienen su pro y su contra. Cada vez que lo positivo compense con creces lo negativo, podemos y debemos decir que lo ocurrido fue bueno. Y para quienes amamos a Dios y confiamos en Él, siempre es así, pues a la larga Él hace que en todo lo que nos sucede el bien eclipse al mal. «A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien» (Romanos 8:28).
Ustedes dan gracias a Dios por los alimentos antes de comer. Muy bien. Yo le doy gracias antes del concierto y antes de la ópera, antes de la obra de teatro y antes de la pantomima, y antes de abrir un libro, y antes de ponerme a dibujar, a pintar, a nadar, a hacer esgrima, a boxear, a caminar, a jugar o a bailar, y antes de mojar mi pluma en tinta.—G.K. Chesterton
Santiago 1:17 (NVI) Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las
Filipenses 4:6 (NVI) No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias.
Lucas 6:38 (NVI) Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes.»

Estemos contentos con lo que tenemos



Hace unos 30 años di con una perla de sabiduría que me ayudó a conservar la cordura. Lo que me asombra ahora es la facilidad con que pude haberla pasado por alto. En aquella época me sentía feliz y realizado. Estaba satisfecho con mi vida y con el rumbo que llevaba. Habría podido considerar que aquellas palabras no se me aplicaban y hacer caso omiso de ellas. Sin embargo, me alegro de no haber reaccionado así. Resulta que mi situación dio un giro inesperado para peor.
Perdí mi empleo y la seguridad que me proporcionaba, y estas palabras se convirtieron en mi referente:
«Si en lugar de buscar seguridad en otras cosas, la halláramos en la certeza de que Dios nos ama y tiene un designio para cada uno de nosotros, Él nos haría muy felices. A veces, sin embargo, nos sumimos en la desdicha a causa de nuestra propia insatisfacción, porque, a diferencia del apóstol Pablo, no aprendemos a contentarnos cualquiera que sea nuestra situación».
Claro que no hay que malinterpretar al Apóstol. No significa que debamos dejar de pugnar por ser mejores personas, o adoptar una actitud fatalista cuando las circunstancias en las que nos encontramos no se ajustan a nuestras expectativas.
Pero volviendo a mi experiencia de hace 30 años, ese pequeño consejo me hizo comprender que aunque mi realidad cambiara bruscamente, eso no tenía por qué afectar lo más importante de mi vida. Esos trances no alteraban lo que era yo, ni mis principales objetivos, ni el amor de Dios por mí. Entendí que esos aprietos no tenían por qué privarme de la satisfacción de que había gozado antes que todo se viniera abajo. ¿El desenlace? Superé esa mala temporada concentrándome en lo que aún tenía en vez de lamentarme por lo que había perdido, y terminé más dichoso que al principio.
Sean cuales sean las dificultades que te agobian en este momento, espero que el presente número deConéctate te ayude a encontrar perfecta paz interior.
Romanos 3:23 (NVI) pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios,
Hechos 16:31 (NVI) —Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos —le contestaron.
Juan 5:24 (NVI) Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Nunca estás solo



Amigo hay más unido que un hermano» (Proverbios 18:24), dice la Biblia. Ese amigo es Jesús, que además nos promete:
Yo estoy con vosotros todos los días» (Mateo 28:20), y: «No te desampararé, ni te dejaré» (Hebreos 13:5). Su presencia puede llenar ese doloroso vacío que todos sentimos en algún momento, por muy estrechas que sean nuestras relaciones con nuestros compañeros de viaje en la travesía de la vida. Es preciso que aprendamos a dejar que Jesús llene ese vacío.
Haz silencio y medita en la siguiente promesa: «Mi presencia irá contigo» (Éxodo 33:14). Antes que comenzara el día, mientras dormías, Jesús ya estaba contigo, velando por ti. Llegó la mañana, y cuando aparecieron los primeros rayos de sol, Él seguía a tu lado. Cuando te pusiste a pensar en la jornada que tenías por delante, Él estaba esperando a que le pidieras ayuda para planificarla y llevar a efecto el plan. Camino del trabajo, estaba también a tu lado. Cada vez que te topaste con una dificultad, quiso darte la solución, y se quedó aguardando a que se la pidieras. Cuando te enteraste de una buena noticia, compartió tu dicha. Cuando las cosas dieron un giro negativo, se apresuró a tranquilizarte. Mientras lees esto, Él permanece a tu lado.
Mañana, a lo largo de la jornada, recuerda que Jesús es tu compañero permanente. A medida que adquieras más conciencia de Su presencia, hallarás consuelo y cercanía con Él. Eso mitigará tu soledad y llenará esos espacios en blanco mejor que cualquier otra cosa o persona.
¿A dónde me iré de Tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de Tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás Tú; y si en el [abismo] hiciere mi estrado, he aquí, allí Tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará Tu mano, y me asirá Tu diestra. Si dijere: «Ciertamente las tinieblas me encubrirán»; aun la noche resplandecerá alrededor de mí. Aun las tinieblas no encubren de Ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz. (Salmo 139:7-12)
Si nunca has sentido la amorosa presencia de Jesús, invítalo a formar parte de tu vida y acéptalo como tu Salvador. No tienes más que hacer la siguiente oración.
Salmos 139:7-12 (NVI) ¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia? Si subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás allí. Si me elevara sobre las alas del alba, o me estableciera en los extremos del mar, aun allí tu mano me guiaría, ¡me sostendría tu mano derecha! Y si dijera: «Que me oculten las tinieblas; que la luz se haga noche en torno mío, ni las tinieblas serían oscuras para ti, y aun la noche sería clara como el día. ¡Lo mismo son para ti las tinieblas que la luz!
Hechos 20:7 (NVI) El primer día de la semana nos reunimos para partir el pan. Como iba a salir al día siguiente, Pablo estuvo hablando a los creyentes, y prolongó su discurso hasta la medianoche.
Juan 3:16 (NVI) Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo *unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.

Yo llegue primero


Mi hijo Manuel —que en aquella época tenía 3 años— estaba haciendo un juego educativo en la computadora cuando su hermana Alondra —entonces de 6— reclamó que la dejara jugar también a ella un rato. La respuesta de Manuel fue típica:
—Yo llegué primero.
No sé de dónde lo había aprendido él, pero me di cuenta de que ese es un principio de la sociedad humana, eso de que el que llega primero tiene más derechos por la sencilla razón de que llegó antes.
El que pisa por primera vez una tierra tiene derecho a tomar posesión de ella. El que primero encuentra una perla en el mar, o una mina de oro, o un yacimiento petrolífero, puede apropiarse de lo que encontró. El primero en inventar algo o hacer un descubrimiento científico puede patentar su hallazgo y lucrar con él. El que primero se sienta en una mesa de un restaurante tiene más derecho a ella que el que llega después. El que primero se instala en una parte de la playa se convierte en dueño de esos metros cuadrados hasta que los abandona.
En el caso de mis hijos, yo les enseño que si uno lleva media hora jugando en la computadora, ya es hora de que le deje un turno al siguiente. Me imagino que la mayoría de los padres hacen lo mismo. Pero menudo caos se produciría si aplicáramos ese principio a todo aspecto de la sociedad. Sería insólito que un propietario dijera: «He disfrutado de estas tierras durante un buen tiempo; ya es hora de que se las deje a otro». O que uno que tiene un buen empleo se lo cediera a otro que está cesante y justo de dinero.
Tales ejemplos son un tanto extremos, pero ¿qué hay de los pequeños actos de consideración? ¿Con qué frecuencia las personas que van sentadas en el bus o en el metro ceden su asiento a los que acaban de montarse y todavía no han tenido ocasión de descansar los pies? ¿Es mucho pedirnos que hagamos esos pequeños sacrificios? ¿Será que no los hacemos simplemente porque no vemos que otros los hagan y nadie nos los exige?
Bien pensado, actuamos así llevados por el egoísmo, por nuestra naturaleza pecaminosa. El amor de Jesús, en cambio, nos da fuerzas para romper con el inmovilismo. Jesús enseñó: «Dad, y se os dará; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir» (Lucas 6:38). Desde luego hoy en día esos son conceptos revolucionarios. ¡Cómo nos aferramos a nuestros derechos egoístas! Pero Dios desde un principio quiso que fuéramos generosos y altruistas, y con Su amor podemos ser así. Si practicáramos esa clase de amor, el mundo sería bien distinto.
1 Juan 4:8 (NVI) El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.
Colosenses 3:14 (NVI) Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto.
Juan 15:13 (NVI) Nadie tiene amor más grande que el dar la *vida por sus amigos.

Vede que grande amor nos tem concedido o Pai


Vede que grande amor nos tem concedido o Pai, a ponto de sermos chamados filhos de Deus; e, de fato, somos filhos de Deus. Por essa razão, o mundo não nos conhece, porquanto não o conheceu a Ele mesmo." 1 João 3:1

Pensamento: Que privilégio é poder ser chamado de filho de Deus !!! Como é maravilhoso pensar que Deus nos coloca em igualdade a Cristo, que é o filho primogênito de Deus. Fomos chamados para ser um só corpo com Cristo Jesus, e no céu seremos todos uma única família, repletos do amor inexplicável de Deus. E além de tudo, somos herdeiros de todas as coisas que Deus criou.

Oração: Pai querido obrigado pelo Seu amor revelado nesta palavra, que maravilhoso é poder ser chamado de Seu filho. Obrigado também porque foi o Senhor que me escolheu, e me convidou para fazer parte dessa grande família. Obrigado por ter enviado Jesus Cristo para me salvar e livrar de todo de pecado, para que eu possa morar no céu. Eu oro em nome de Jesus. Amém.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Una pelota de fútbol y un mar de sonrisas




Soy misionero y tengo una familia numerosa. En ocasiones me desempeño asimismo como entrenador deportivo, y en los dos años que estuvimos en la India siempre llevaba implementos de deporte cuando viajábamos.
Durante nuestra estadía allá tuvimos muchas experiencias emocionantes y a la vez gratificantes. Nuestros hijos adolescentes ayudaban como voluntarios en varias clínicas, en las que procuraban comunicar alegría a los numerosos niños con enfermedades terminales y aliviar su sufrimiento.
También daban clase en un hogar de niños que habían quedado huérfanos a causa del sida. Nos desplazamos a zonas donde se habían producido catástrofes naturales para llevar agua, alimentos, ropa y otros artículos de primera necesidad. Dondequiera que íbamos, siempre encontrábamos gente que precisaba aliento o asistencia.
Un día sábado, después de una semana muy intensa, preparamos una colación y nos llevamos una pelota de fútbol a una cancha de críquet que había junto al campus de una universidad. La espesura de los árboles y de los matorrales nos recordó la vegetación del norte de California, de donde somos. El día era perfecto, y el sitio también.
«¡Cuánta belleza, cuánta paz, qué reposo! —pensé—. ¡Esto va a ser estupendo! ¡Nada de gente, nada de tráfico, nada de trabajo! ¡Solo la compañía de mi familia! ¡Un paraíso!»
Saqué mi viejo balón de fútbol y se lo tiré a una de las chicas.
Ni bien habíamos comenzado a patearlo, emergió del bosque un nutrido grupo de niños de un barrio marginal. Por lo visto llevaban un rato allí observando con curiosidad cada uno de nuestros movimientos. Al ver la pelota, no pudieron resistir la tentación de acercarse. En un abrir y cerrar de ojos, estábamos ante más de cincuenta niños de seis a trece años, todos con evidentes ansias de participar en la diversión. Vestían harapos y andaban descalzos y despeinados, pero lucían hermosas sonrisas. Todos esperaban algo de aquella familia de extranjeros.
Les dije que se pusieran a mi alrededor y traté de hacerme oír por encima del alboroto que había. Al hacerse patente que la mayoría no hablaba inglés, pedí un traductor. Un chico mayor dio un paso al frente. Saqué mi silbato y comencé a explicar las reglas. Del mayor al menor todos escucharon respetuosamente y asintieron con la cabeza. Hicimos los equipos y empezamos a jugar.
Durante horas corrimos por la cancha tras el balón como un enjambre de abejas. Nos olvidamos de los equipos, de las reglas, de los goles. Aquellos niños lo único que querían era dar patadas a la pelota. Era increíble ver tantas sonrisas y tanta alegría.
De vez en cuando alguien pateaba la pelota lejos del conglomerado de personitas, hacia un sector vacío de la cancha. Cuando ocurría eso, siempre era el mismo muchachito el primero en llegar al balón y reclamarlo para sí. Se iba entonces corriendo y pateando la pelota lejos de todos los demás, hasta que alguien le daba alcance y lo traía nuevamente al grupo. Por mucho que yo hacía sonar el silbato y por mucho que le gritaran los demás niños, nadie conseguía que regresara con la pelota.
Finalmente, desconcertado, le pregunté a mi joven intérprete por qué aquel muchachito no se detenía cuando yo hacía sonar el silbato.
—Es que, señor —me contestó—, el chico es sordo.
Después de mucho rato paramos de jugar, y los niños se juntaron a mi alrededor en la mitad de la cancha para despedirse. Quedé extenuado, pero inmensamente satisfecho. El mar de rostros sonrientes me enterneció el corazón.
Cuando prácticamente todos los niños se habían marchado a las chozas y tugurios que tenían por hogar, dos de ellos se acercaron. Uno montaba una bicicleta, y el otro la iba empujando. El más jovencito, que iba en la bici, quería decirme algo. Con una sonrisa radiante que jamás olvidaré exclamó:
—Muchas gracias, señor, por un día tan bonito. ¡La pasé muy bien!
—De nada —respondí—; pero no recuerdo haberte visto en la cancha.
En ese momento entendí por qué su amigo lo empujaba. Tenía las piernas paralizadas y deformadas por la polio. Mi mirada de consternación y asombro solo suscitó en él otra hermosa sonrisa.
Mientras lo empujaban hacia su casa, se dio la vuelta y me dijo:
—Lo pasé muy bien viéndolo jugar con mis hermanos y amigos. ¡Gracias, señor, gracias!
Me había refugiado en aquel sitio para disfrutar de un rato de esparcimiento con mi familia; y descubrí una hermosa enseñanza.
Cuando pensé que estaba agotado, que había dado todo lo que podía y que era hora de relajarme y atender un poco a los míos, Dios puso en mi camino a otros que precisaban Su amor. Renovó mis fuerzas, pero no como yo esperaba. La alegría de brindarme a los demás disipó mi cansancio y la sensación de agobio que había tenido antes.
Mateo 10:42 (NVI) Y quien dé siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por tratarse de uno de mis discípulos, les aseguro que no perderá su recompensa.
2 Corintios 8:12 NVI) Porque si uno lo hace de buena voluntad, lo que da es bien recibido según lo que tiene, y no según lo que no tiene.
Lucas 6:30 (NVI) Dale a todo el que te pida, y si alguien se lleva lo que es tuyo, no se lo reclames.

Devocional Diário

Devocionais Amor Em Cristo

Flag Counter