sábado, 27 de agosto de 2016

Café y perdón



Una espesa capa de niebla que cubría la pista había retrasado tres horas mi vuelo. Cuando por fin subimos al avión me acomodé, cansada, en el asiento que tenía asignado. No veía la hora de estar otra vez en casa con mi familia. En la mitad del vuelo, me encontraba conversando con un pasajero llamado Robert cuando una joven pasó junto a mí por el pasillo, zarandeando el bolso que llevaba colgado del hombro. Sin darse cuenta golpeó con el bolso mi taza de café y me la volcó encima. El café se me derramó por las piernas de los pantalones y me salpicó también la chaqueta.
Tomé tantas servilletas como encontré, limpié lo que pude y me resigné a lucir las manchas de café hasta llegar a casa. Luego vi al final del pasillo a la causante del percance, que esperaba a la puerta del baño, totalmente ajena a la pequeña catástrofe que había provocado en el asiento 25C.
Robert me estaba contando lo difícil que le resultaba perdonar a cierta persona que había agraviado a su familia. Sus palabras reflejaban el enojo y encono que llevaba dentro. Me puse a pensar en algún argumento que darle para ayudarlo a superar aquello.
—¿Sabes? Esa chica ni se dio cuenta de lo que hizo —le comenté—. Así que de más estaría esperar que se disculpe. Ante eso tengo dos opciones: dejar que este incidente me amargue el viaje; u olvidarlo y no permitir que domine mis pensamientos y emociones. En cualquier caso, hasta que llegue a casa, me duche y me cambie de ropa voy a estar incómoda. Sin embargo, Dios puede ayudarme a sobreponerme a las circunstancias si se lo pido. Eso voy a hacer.
Robert miró hacia el techo, asintió con la cabeza y tímidamente dijo:
—Eso tiene mucho sentido. Cae como anillo al dedo.
El feliz desenlace fue que Robert oró para aceptar a Jesús como Su salvador. Desde entonces Él se ha hecho presente en su vida. Lo ha ayudado a comprender más a la gente y le está infundiendo más amor y compasión. El primer paso que dio Robert para liberarse del resentimiento fue aceptar a Jesús. Y lo maravilloso es que esa misma liberación está al alcance de todo el que se la pida.
Mateo 6:14-15 Porque si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. Pero si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas.
Mateo 18:21-22 Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: —Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces? —No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces —le contestó Jesús.
2 Corintios 2:5-8 Si alguno ha causado tristeza, no me la ha causado sólo a mí; hasta cierto punto —y lo digo para no exagerar— se la ha causado a todos ustedes. Para él es suficiente el castigo que le impuso la mayoría. Más bien debieran perdonarlo y consolarlo para que no sea consumido por la excesiva tristeza. Por eso les ruego que reafirmen su amor hacia él.

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