Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de Él mucha gente, tanto que entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en tierra junto al mar. Y les enseñaba por parábolas muchas cosas. Marcos 4:1,2
Imagínate por un momento que eres uno de los presentes y responde a las preguntas.
¿Te habías propuesto asistir a ese evento al aire libre o te topaste con él al pasar por ahí? ¿Estás con amigos, con familiares o solo?
¿Es invierno o verano? ¿Sientes un poco de frío tan cerca del mar, o buscas un poco de sombra que te resguarde del sol ardiente? ¿Aspiras profundamente el vigorizante aire fresco del mar o más bien la suave brisa te ayuda a aguantar el calor?
¿Puedes ver claramente lo que sucede? ¿A qué distancia estás de la orilla? ¿Encontraste un buen lugar desde donde observar lo que acontece, o la multitud te tapa la vista? ¿Cómo es la barca en la que está sentado Jesús? ¿El mar está sereno, claro como un espejo, o un poco picado?
¿Te asalta la duda de si deberías estar en otra parte? ¿Te preguntas si te puedes dar el lujo de estar ahí ocioso? ¿Crees que tal vez deberías estar atendiendo los cultivos o el rebaño, consiguiendo provisiones en el mercado o visitando a un familiar enfermo?
Seguramente te han llegado toda suerte de rumores acerca de este Maestro. ¿Ya lo habías oído hablar? ¿Te has preguntado cuánto de lo que dice será cierto? ¿Cuestionas si verdaderamente tiene poder para sanar a la gente con Su voz y el toque de Su mano? ¿Te ha sanado a ti?
—Oíd —comienza diciendo.
¿Alcanzas a oír lo que dice? ¿Entiendes de qué habla?
Su sermón terminó. La multitud se dispersa, y tú echas a andar. Es posible que no tengas muchas ganas de hablar. Prefieres guardar silencio y reflexionar para tratar de asimilar lo que dijo. ¿Qué significa para ti? ¿Ha alterado tu perspectiva de las cosas?
Ese día Jesús concluyó Su sermón declarando:
—El que tenga oídos para oír, que oiga.
Los que sacaron mayor provecho de lo que dijo fueron los que escucharon.
Escuchar no es abrir la Biblia y leer por encima, a toda velocidad, unos cuantos párrafos o versículos. Es meditar sobre lo que leemos, aplicarlo y hasta revivirlo en nuestra imaginación. De esa manera es posible que hagamos descubrimientos sublimes.
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Proverbios 1:33 (NVI) Pero el que me obedezca vivirá tranquilo, sosegado y sin temor del mal.»
Apocalipsis 2:7 (NVI) El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que salga vencedor le daré derecho a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios.
Juan 8:47 (NVI) El que es de Dios escucha lo que Dios dice. Pero ustedes no escuchan, porque no son de Dios.
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