Estoy aprendiendo lo importante que es disfrutar del viaje y no solo entusiasmarme con el destino final. Lógicamente, el destino define el viaje y, claro está, es muy importante. Pero en muchos casos empleamos más tiempo viajando que disfrutando del objetivo final; de modo que conviene aprender a valorar más lo cotidiano.
Dado que soy impaciente por naturaleza, he tenido la costumbre de fijar la vista en el objetivo y no prestar mucha atención a los detalles antes de alcanzarlo. En muchas ocasiones en que me he exasperado por tener que esperar días, meses o en algunos casos años para lograr cierta meta, he perdido mucho tiempo mirando el reloj y ansiando lo que me proponía alcanzar u obtener en vez de disfrutar de cada minuto y de las pequeñas bendiciones que mi Creador amorosamente me concede de día en día.
Por ejemplo, en enero del año pasado hicimos planes para ir a ver a mi familia en Portugal en agosto. Así que empecé a contar los días. A partir de ese momento, lo más importante cada día era que este terminara pronto, para que agosto llegara antes. Esa actitud me llevó a hastiarme de mis actividades cotidianas en vez de estar agradecida por el regalo que supone cada instante de vida.
Estos últimos meses he escuchado varias charlas que me han ayudado a captar esta enseñanza, y creo que finalmente la estoy internalizando. Ayer por la tarde salí a caminar por un parque cercano con mi marido, David, y nos llevamos algo para comer después del paseo. Lo disfrutamos mucho. Nuestra conversación estuvo salpicada de expresiones de gratitud y comentarios positivos sobre la dicha de poder comer rodeados de tanta belleza, la salud de que gozamos, la paz que nos llena el alma y más que nada lo gratificadora que es la vida que llevamos.
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Hebreos 13:8 (NVI) Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos.
1 Timoteo 5:8 (NVI) El que no provee para los suyos, y sobre todo para los de su propia casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo.
Mateo 5:38-39 (NVI) »Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente.” Pero yo les digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.
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