La fecha de entrega de mi artículo se me venía encima, y apenas había escrito la mitad. Había trabajado a un ritmo frenético, pero mentalmente estaba muy estresada para pensar con claridad. Tenía los ojos tan cansados que no lograba enfocar el texto en la pantalla, y la espalda rígida de haber estado tanto tiempo sentada frente al teclado. Finalmente me aparté del escritorio atestado de libros y papeles y me tomé un momento de descanso junto a una ventana.
Al levantar la vista hacia el hermoso cielo azul que se apreciaba más allá de la cima de los edificios cercanos, me fijé en un pájaro que pasaba volando con elegancia. Mi espíritu se elevó con él. Por un momento me olvidé de mi trabajo y disfruté de aquella estupenda vista de la creación de Dios. El cansancio mental desapareció, y me revitalicé maravillándome ante las siluetas y los tonos de las nubes, miles de toneladas de agua suspendidas en lo alto. Inhalé profundamente la brisa que entraba por la ventana y le agradecí a Dios Su bondad y Sus cuidados. Comencé agradeciéndole la vista que se desplegaba delante de mí y terminé enumerando algunas de las muchas maravillas que ha obrado por mí a lo largo de los años. Con cada bocanada de aire y cada reflexión, mi mente y mi cuerpo se distendían un poco más, y el dolor y la tensión que tenía en la espalda se fueron disipando.
Cuando volví a mi escritorio me sentí vigorizada. Aquel descanso de apenas tres minutos me había hecho mucho bien. Abordé mi artículo con renovada energía y concentración. Sorpresivamente, en la hora que siguió avancé mucho más que en las dos anteriores. Es más, cuando releí mi trabajo encontré menos errores de los que me esperaba. Y cumplí sobradamente con el plazo de entrega.
El descubrimiento me entusiasmó tanto que decidí aplicar el principio de la pausa de alabanza a otros aspectos de mi vida. Ha tenido un efecto magnífico en mí. Además de que me alivia el estrés, mi estado de ánimo ha mejorado, así como mis relaciones con los demás, mi capacidad para resolver problemas, mi habilidad para organizarme y mucho más.
Mentiría si dijera que desde que comencé a practicar la alabanza mi vida ha discurrido sin sobresaltos. Sin embargo, detenerme a alabar a Dios por Su bondad y prestar atención a todo lo positivo que hay en mi vida me ha dado fuerzas para afrontar lo imprevisible. Ahora disfruto más de las alegrías y sobrellevo mejor las pruebas. No insume mucho tiempo —a veces menos de un minuto—, pero he visto que tiene un efecto extraordinario.
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1 Tesalonicenses 5:18 Den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.
Salmos 136:26 ¡Den gracias al Dios de los cielos! ¡Su gran amor perdura para siempre!
Salmos 100:4 Entren por sus puertas con acción de gracias; vengan a sus atrios con himnos de alabanza; denle gracias, alaben su nombre.
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