miércoles, 7 de diciembre de 2016

Para Dios los milagros no tienen nada de particular


Por lo general consideramos sobrenaturales o milagrosos los fenómenos que rebasan nuestro entendimiento; pero para Dios no lo son, porque Él se mueve en el ámbito espiritual y ahí todo es natural para Él. No hay nada imposible para Dios (Lucas 1:37). Muchas obras que Él hace exceden nuestra capacidad de comprensión y están por encima de lo que nosotros consideramos natural. Por eso cuando se producen nos parecen sobrenaturales. Pero como para Dios no hay nada imposible, tampoco hay nada que sea sobrenatural.
Dios puede hacer cosas que contravengan esas leyes Suyas que nosotros consideramos naturales. Cuando alguien, por ejemplo, sana de una enfermedad incurable, decimos que se trata de un milagro porque estamos viendo la prueba o manifestación de unas leyes de Dios que establecen un vínculo entre el mundo espiritual y el físico, leyes que en buena medida ignoramos. Para Dios, en cambio, es muy simple. Él sabe deshacer el daño causado por la dolencia y producir lo que para nosotros es un milagro, es decir, un hecho sobrenatural que escapa a nuestra comprensión.
Dios está siempre dispuesto a obrar milagros en favor nuestro, milagros de curación, de provisión, de amparo o de lo que haga falta. Sólo tenemos que pedírselos con fe e invocar las promesas de Su Palabra. No está en nosotros el obrar fenómenos de esa naturaleza; pero sí podemos orar para que Él los efectúe y maravillarnos cada vez que se manifiesta Su poder.
Juan 14:12 (NVI) Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre.
Hechos 19:11 (NVI) Dios hacía milagros extraordinarios por medio de Pablo,
Marcos 16:17 (NVI) Estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán en nuevas lenguas;

martes, 6 de diciembre de 2016

Perder el miedo



Por naturaleza soy propensa a preocuparme. Casi siempre estoy pensando en algo que me inquieta.
Además, soy de las que hacen muchas cosas a la vez. Y mientras las hago, no paro de preocuparme. Esta mañana intenté leer unas pocas páginas de tema devocional y reflexionar al respecto, como suelo hacer todos los días (digo intenté porque al mismo tiempo estaba pensando en el trabajo de la semana que tengo por delante, en las dolencias que me aquejan y en un viaje que debo hacer pronto), cuando de golpe leí algo que me pareció saltar de la página: «La Biblia nos exhorta unas 100 veces a no temer». Supongo que Dios conoce bien nuestra tendencia a preocuparnos y ceder al miedo.
Los niños tienen miedo a la oscuridad, al cuco y al dentista.
Unos años después aprendemos que el cuco no existe y que el dentista sabe lo que hace. Entonces nos da miedo enfrentarnos a los bravucones del colegio, quedar mal delante de los amigos o sacar una mala nota en la prueba de matemáticas del martes.
Pasan los años y empieza a preocuparnos el acné, los frenillos y el no ser bien vistos por los demás.
Luego nos da pavor enfrentarnos a nuestro primer empleo y nos inquieta qué vamos a ser en la vida. Nos sentimos aprensivos ante la posibilidad de fracasar académicamente y en las relaciones sentimentales. Nos preocupa defraudar a nuestra familia y a nuestras amistades. Nos da miedo arruinarnos, tememos por la felicidad y el bienestar de nuestros hijos, y nos perturba la idea de enfermarnos o morir.
Uno a uno vamos superando nuestros miedos, pero nunca dejamos de temer.
Tampoco ayuda el hecho de que hoy en día parezca haber cada vez más motivos para inquietarse. Basta con ver las noticias. Se le paran a uno los pelos de punta: guerras, crímenes, terrorismo, nuevas cepas de enfermedades mortíferas, catástrofes naturales, desastres provocados por la actividad humana, y por supuesto el calamitoso estado de la economía mundial y las consecuencias que trae consigo.
En la Biblia, Dios tiene una respuesta para cada uno de esos miedos:
«¿Tienes conflictos laborales? ¿Compañeros de trabajo difíciles que amenazan con complicarte la vida? ¡No te preocupes! Pon tu voluntad de Mi lado, y Yo me ocuparé del conflicto».
«¿Te angustian las guerras y el terrorismo? ¡No temas! Encomiéndame tu vida y tu familia, y Yo cuidaré de ti»
«¿Tienes miedo de las catástrofes naturales? ¿Te preocupa verte en medio de un terremoto, tsunami o huracán? ¡Tranquilo! Te tengo cubierto. Es la mejor póliza de seguros que podrías pedir»
«¿Padeces alguna dolencia? ¿Tienes una enfermedad que podría acabar con tu vida? No tengas miedo. Yo estaré contigo en medio de tus sufrimientos. Te consolaré y sostendré tu mano»
«¿Te han acusado injustamente? ¿Te preocupa que tengas que limpiar tu nombre y asegurar tu futuro? No te aflijas. Yo sé la verdad y me aseguraré de que al final salga a la luz»
«A veces el mundo es aterrador. Todos los días se cometen muchas maldades. Tal vez vives en una zona peligrosa, y eso te intranquilice. Mas no te alarmes. Yo velo por las aves y las flores. ¿Qué te hace pensar que no velaré por ti? Lo eres todo para Mí»
«Veo que te afanas porque no sabes qué hacer para mantener a tu familia. Te ha resultado difícil tener suficientes ingresos, y las cuentas no hacen más que acumularse. No te turbes. El mundo y todo lo que hay en él son Míos, y me place satisfacer todas tus necesidades. No tienes más que pedírmelo»
Al rumiar el asunto, me di cuenta de que Dios tiene un plan para hacer frente a toda posible calamidad. Para cada inquietud nuestra, Él tiene una solución ya lista. Es más, le complace velar por nosotros. No nos considera una molestia cuando acudimos a Él cargados de temores y preocupaciones. Más bien, por ser nuestro amoroso Padre, nos alza y nos dice con ternura: «Te entiendo. ¿Por qué no me encomiendas ese temor? Deja que Yo me haga cargo de él»
«No nos ha dado Dios espíritu de temor —escribió el apóstol Pablo—, sino de fortaleza, de amor y de templanza» (2 Timoteo 1:7, NC).
Lucas 12:32 (NVI) »No tengan miedo, mi rebaño pequeño, porque es la buena voluntad del Padre darles el reino.
1. Pedro 5:7 (NVI) Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes.
2. Timoteo 1:7 (NVI) Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.

viernes, 11 de noviembre de 2016

Para llevarse bien con los demás



Procura descubrir las buenas cualidades de las personas.
Filipenses 4:8: Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.
Tito 3:2: Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres.

Trata a los demás como te gusta que te traten.
Mateo 7:2-5: Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
Mateo 7:12: Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.
Lucas 6:31-33: Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo.

Procura comprender a quienes son más débiles.
Romanos 15:1, 2: Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación.
Gálatas 6:1: Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.

Muéstrate amigable; procura acentuar los puntos de coincidencia.
Romanos 14:19: Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.
1 Corintios 9:19-22: Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos.

Ten paciencia y perdona los errores, tal como Dios hace con nosotros.
Salmo 103:8-10: Misericordioso y clemente es el Señor; lento para la ira, y grande en misericordia. No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo. No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.
Mateo 18:21, 22: Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
Efesios 4:32: Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

domingo, 6 de noviembre de 2016

La receta del éxito




Hay algo que motiva a la mayoría de las personas: el deseo de tener éxito. Independientemente de quiénes seamos y de cuáles puedan ser nuestros objetivos concretos, aspiramos a alcanzar la seguridad y comodidad derivadas del éxito material, así como la satisfacción de que nuestra vida va por buen rumbo y tiene sentido.
Si todos perseguimos esencialmente lo mismo, ¿a qué obedece que unos tengan mucho más éxito que otros? Las circunstancias por sí solas no son el factor decisivo: hay quienes triunfan sobreponiéndose a situaciones increíblemente difíciles.
El éxito tampoco depende de las dotes naturales: muchas personas dotadas fracasan, mientras que otras que parecen tener mucha menos pasta para triunfar logran mejores resultados.
¿Cuál es, pues, el factor determinante? Algunos expertos afirman que es cuestión de organización, de saber decidir qué es lo más importante, de aprovechar bien el tiempo, etc. Otros sostienen que la clave está en la creatividad, en la motivación, en el esfuerzo, en la concentración o en la capacidad de trabajar armoniosamente con otras personas. En realidad, para multiplicar las posibilidades de éxito hace falta un popurrí de todos estos ingredientes, amén de otros que ni menciono. Alcanzar el éxito —qué duda cabe— tiene sus vericuetos.
¿Quién puede ayudarnos a dar con la receta justa? Pues nadie mejor que el propio Dios. Basta con observar el equilibrio que hay en la creación, desde la partícula más diminuta hasta la galaxia más gigante. ¿Puede haber algo más complejo, eficiente y perdurable? ¿Quién podría tener mejores ideas que Él? ¿Y quién conoce mejor que Él tus necesidades?
Lo mejor del caso es que quiere ayudarte a alcanzar el éxito. Dice: «Yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza» (Jeremías 29:11) (NVI). Por tanto, «pon en manos del Señor todas tus obras, y tus proyectos se cumplirán» (Proverbios 16:3) (NVI). Con Dios formas un equipo imbatible.
Proverbios 16:3 Pon en manos del Señor todas tus obras, y tus proyectos se cumplirán.
Jeremías 29:11 Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.
Juan 14:27 La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Cuando los conflictos son positivos



La sinergia —el trabajo en conjunto de dos o más personas con resultados superiores a la suma de los efectos y capacidades individuales— es un término que se ha puesto muy de moda en el ámbito laboral. Hemos oído hablar de toda suerte de beneficios del trabajo en equipo. Si se conjugan las aptitudes de todas y se trabaja codo a codo, se obtienen más ideas, más esfuerzo y mejores resultados. Dos más dos no siempre suman cuatro; trabajando en equipo pueden sumar seis u ocho.
Hace poco, sin embargo, vi el lado B de la sinergia: es necesario cierto grado de conflicto para que el equipo tenga éxito. Trabajar bien en conjunto no significa que todo sea coser y cantar, como cabría esperar de un equipo compuesto por personas de similar temperamento, mentalidad y aptitudes. Los grupos que se destacan tienen diversidad de ideas y de tácticas para abordar los problemas. Las polémicas que surgen de ello impulsan al equipo hacia adelante.
Como es natural, es preciso encontrar una medida de equilibrio. Eso se logra cuando existe un ambiente en el que cada integrante del conjunto realmente respeta a los demás. Cuando se aprecia lo que cada persona aporta al equipo, cuando todos mantienen cierta amplitud de miras y se puede sopesar cada una de las ideas, y cuando no importa quién presente la propuesta que al final se impone, se dan las condiciones para la innovación y el progreso.
En un equipo del que formé parte había ideas encontradas y necesidades diversas, lo que inicialmente generó conflictos e incomodidad. Sin embargo, dado que cada uno estaba más interesado en preservar la unidad que en salirse con la suya, no permitimos que nuestras diferencias nos paralizaran, y a la larga las superamos. El resultado final fue positivo, aunque el proceso para alcanzarlo no siempre resultó fácil.
Soy el tipo de persona que pierde ánimos cuando hay un enfrentamiento. Infiero que es un síntoma de que algo anda mal. Por otra parte, tengo mis propias ideas y no me gusta que me digan qué hacer o cómo debo pensar. Esos sentimientos encontrados me han complicado en más de una situación que ya de por sí tenía sus bemoles. Para mí fue un paso importante aprender a ver los conflictos como parte necesaria del proceso. Esa perspectiva disipa mis aprensiones respecto de presentar mis ideas cuando los demás tienen una opinión o un planteamiento distinto, a la vez que me predispone para considerar las ideas contrarias a mi punto de vista.
La sinergia exige cierto empeño. Puede que se produzcan algunos chispazos; pero si se logra superar eso, los resultados bien valen la pena. Kenneth Blanchard lo resumió exquisitamente: «Ninguno de nosotros es tan inteligente como todos».
Eclesiastés 4:9-12 Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo. Si caen, el uno levanta al otro. ¡Ay del que cae y no tiene quien lo levante! Si dos se acuestan juntos, entrarán en calor; uno solo ¿cómo va a calentarse? Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!
Proverbios 27:17 El hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el hombre.
Colosenses 3:23 Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo.

martes, 25 de octubre de 2016

Relaja la mandíbula




Mientras preparaba el desayuno me puse a pensar en la jornada que me esperaba. Tenía que asistir a unas reuniones, terminar unos trabajos que tenía a medias, enviar mensajes, hacer llamadas y varias cosas más. Se me ocurrió que la siguiente vez que imprimiera mi lista de tareas pendientes debía hacerlo con una letra más chica para que cupiera en dos páginas. Me serví el café y salí disparada a prepararme.
Eché mano de una publicación que estaba leyendo y se abrió por un apartado titulado Consejos prácticos para reposar en Jesús.
Entre otras cosas decía: «Esfuérzate a lo largo del día por relajar la mandíbula, por no apretar los dientes, por no fruncir el ceño, por distender los hombros». No pude evitar soltar una carcajada al imaginármelo.
En un abrir y cerrar de ojos estaba otra vez acelerada. ¡Tenía tanto que hacer!
Mi primera tarea consistía en leer un relato de la Biblia y hacer unas actividades con Aisha, una niña de dos años, a fin de liberar un rato a su mamá, que es compañera mía.
Entretanto que le leía el relato de Daniel en el foso de los leones —uno de sus preferidos—, Aisha estuvo coloreando un dibujo. Le pintó a Daniel la cara verde y la ropa azul. Entonces me puse a pensar que tenía mucho que aprender de ella: la nena no parecía preocupada por todo el trabajo que tiene por delante ni por nada que le hubiera quedado pendiente del día anterior.
Procuré hacer un repaso de todo lo que hay de positivo en mi vida. Lo primero que me vino es que no tengo que inquietarme por que me vayan a echar a los leones.
Aisha, que estaba concentrada en su dibujo, levantó la mirada y  me sonrió. Aquello me recordó lo de relajar la mandíbula, y me hice el firme propósito de no dejar que la presión me afectara ese día. Decidí poner mi confianza en Jesús y reposar en Él, aunque no lograra nada más.
Dejé a Aisha en el jardín infantil e inicié mi verdadera jornada de trabajo. No paraban de llegarme cosas, pero por increíble que parezca, no me estresé. Al final del día caí rendida en la cama, lista para dormir. Pero me sentí contenta. No estaba preocupada por el trabajo que me esperaba a la mañana siguiente, ni tenía ganas de evadirme de todo, como me pasa muchas veces. Me sentía feliz, amada y en paz.
He resuelto que me gusta esta nueva forma de vida, en la que confío en el Señor y disfruto de mi trabajo y de todas las dificultades que conlleva. Como es natural, no siempre atino, pero estoy decidida a seguir progresando. Además, tengo mucho más relajada la mandíbula.
Filipenses 4:6 No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias.
Proverbios 12:25 La angustia abate el corazón del hombre, pero una palabra amable lo alegra.
Eclesiastés 11:10 Aleja de tu corazón el enojo, y echa fuera de tu ser la maldad, porque confiar en la juventud y en la flor de la vida es un absurdo.

domingo, 9 de octubre de 2016

Corre la Carrera



Dos horas, cinco minutos y diez segundos. Ese fue el tiempo con que el keniata Samuel Wanjiru ganó la maratón de Londres (42,195 km) de abril de 2009.
Trece días. Ese fue el tiempo que tardó en llegar a la meta el último de los 36.000 competidores, el mayor Phil Packer del ejército británico, que está parapléjico a raíz de una lesión en la columna vertebral. Con semejante demostración de perseverancia logró recaudar más de 600.000 libras (aproximadamente un millón de dólares) para obras de caridad.
Wanjiru hizo noticia por su velocidad. Packer cobró notoriedad no por su velocidad, sino por su valor y determinación. Un millar de personas se reunió para vitorear su llegada a la meta, porque tuvo la osadía de inscribirse en la carrera, y no sólo de inscribirse, sino de terminarla. Después de la lesión que sufrió el año anterior, el pronóstico había sido lapidario: nunca volvería a caminar. Es más, apenas si aprendió a desplazarse con muletas un mes antes de la maratón.
Si bien ambos hombres son respetados por sus logros, el triunfo de Packer tiene una singularidad. Nunca estuvo solo durante las extenuantes y dolorosas seis horas que tardaba en cubrir tres kilómetros cada día. Muchas personas —tanto amigos como desconocidos— lo acompañaron desde el inicio hasta el final del recorrido para expresarle sus buenos deseos y darle aliento. Entre los mensajes de felicitación enviados a su portal de Internet hasta hubo uno del príncipe Carlos.
El camino de la vida no es siempre fácil. A veces nos enfrentamos a lo que nos parecen obstáculos imposibles. Pero no transitamos solos por ese camino. Hay personas —nuestros familiares y amigos— que nos expresan sus buenos deseos y nos infunden aliento. También contamos con el apoyo de un Príncipe —aunque no de este mundo—: Jesús, el Príncipe de Paz, que nos promete Su ayuda para remontar las circunstancias adversas, persistir contra viento y marea y superar los obstáculos que se nos presenten. «Bástate Mi gracia —nos dice—; porque Mi poder se perfecciona en [tu] debilidad» (2 Corintios 12:9). Por tanto, «corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe»
2 Corintios 12:9 (NVI) pero él me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.» Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo.
Hebreos 12:1-2 (NVI) Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y *perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la *derecha del trono de Dios.
Mateo 28:20 (NVI) enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.

¿Hay que merecer el amor?



Una persona no necesita ser perfecta para merecer nuestro amor. No necesita ser intachable ni de trato fácil. Menos mal, pues no creo que nadie sea así en todo momento, ya que nadie es perfecto. Dios no nos exige perfección, pero sí espera que nos tratemos unos a otros con amor y comprensión. «Toda la ley en esta sola palabra se cumple: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”» (Gálatas 5:14).
Es fácil que personas que conviven o trabajan en un mismo entorno se critiquen o piensen mal unas de otras. Eso naturalmente no ayuda en nada. Conduce a un círculo vicioso de enjuiciamiento, reproches y fiscalizaciones que socava la amistad y los nexos entre compañeros de trabajo.
Pero no tenemos por qué caer en eso. La alternativa es crear un círculo virtuoso de ser amables unos con otros en esos días malos que todos tenemos, de perdonarnos los errores, de compensar los puntos flacos de los demás con los fuertes de uno mismo, de procurar que salgan a la luz las buenas cualidades de los otros. El amor engendra amor y anima a los demás a dar lo mejor de sí. Nos hace a todos felices, y además Dios lo bendice.
En vez de medir lo generosos que son los demás con nosotros o tratar de evaluar cuánto se merecen nuestro amor y sacrificios, conviene pedir a Dios que nos infunda más amor. Su amor es incondicional, tan fuerte y tan puro que soporta nuestras faltas y embarradas, que son muchas por el simple hecho de que somos humanos. Debemos pedirle un amor que no dependa de si congeniamos o no con una persona; un amor que aprecie a todos por lo que son; un amor que se manifieste aun cuando la otra persona sea impuntual, egoísta, maleducada, desarreglada, desorganizada o se equivoque de plano.
La falta de amor puede tener muchas causas. Una actitud criticona es una de ellas. Otra es el egocentrismo: cuando nos obsesionamos con nuestras propias necesidades y deseos no logramos ver las necesidades ajenas. Otra es el egoísmo, pensar que dedicar tiempo y atención a los demás nos costará demasiado o no nos traerá los beneficios esperados. Otro factor que deriva en falta de amor es el excesivo atareamiento: nos concentramos tanto en alcanzar nuestros objetivos que no nos damos cuenta del efecto que eso tiene en los demás. El estrés también nos impide amar, pues en el momento nada nos parece más importante que la presión que sentimos. El orgullo es otra de las causas, ya que expresar amor por medio de palabras y hechos concretos requiere humildad, mientras que el orgullo nos dice que debemos esperar a que la otra persona dé el primer paso. Los resentimientos y los agravios no perdonados también pueden incapacitarnos durante mucho tiempo para manifestar amor.
Es posible que esas personas a las que tanto nos cuesta amar sean bastante conflictivas. A lo mejor no se conducen como es debido. Tal vez tienen muchísimos defectos.
Uno siempre puede echar mano de alguna excusa para no amar a una persona. Si solo estamos dispuestos a amar cuando nos resulta fácil, las justificaciones para no hacerlo estarán siempre a la orden del día. Sin embargo, si nos ponemos en el lugar de los demás, nos daremos cuenta de la diferencia que hace un poco de cariño. Se hace evidente entonces que todas esas excusas carecen de validez.
El apóstol Pablo escribió que sin amor la vida no tiene mayor valor ni sentido. De nuestros talentos y éxitos, y aun de nuestros sacrificios, afirmó: «Sin amor, nada son» (1 Corintios 13:1-3).
Amar incondicionalmente y sin hacer acepción de personas no es una cualidad innata. Es algo sobrenatural, celestial. Pero eso no significa que esté fuera de nuestro alcance. «Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces» (Santiago 1:17). «Pedid [a Dios], y se os dará» (Mateo 7:7). Aunque es un don, uno no lo domina de un día para otro. Lo que vale cuesta. Tal como sucede cuando se pretende sustituir un mal hábito por uno bueno, aprender a amar como lo hace Dios toma tiempo, reflexión, oración y esfuerzo. Si queremos crecer en amor es preciso que nos hagamos tiempo para ello.
Si te parece que algo de esto se te aplica, haz una pausa y revalúa tu situación. Examina tu vida y tus metas y reserva más tiempo para el amor. Dedica más tiempo a tus seres queridos. Busca tiempo para cultivar la amistad, y no solo con las personas con las que ya tienes una relación estrecha o con las que te llevas bien por naturaleza. Hazte tiempo para manifestar amor con abnegación, y sobre todo tómate tiempo para disfrutar de una comunión íntima con Jesús, al que la Biblia llama «la imagen misma del Dios invisible» (Hebreos 1:3; Colosenses 1:15), para que Él te llene y te transforme con Su amor, y para expresarle tu agradecimiento.
Dios quiere darnos el amor que necesitamos para sentirnos satisfechos y felices. Quiere valerse de nosotros para manifestar amor a otras personas. Desea aumentar nuestra capacidad de amar mucho más de lo que creemos posible.
El amor es un milagro. Pide a Dios ese milagro. Pídele que te vuelva más como Él es, y luego actúa como si tuvieras todo el amor que te hace falta para decidir con acierto, generosidad, amor y humildad, aunque te cueste. Dios no te defraudará. Llenará tu corazón hasta rebosar.
Gálatas 5:14 (NVI) En efecto, toda la ley se resume en un solo mandamiento: Ama a tu prójimo como a ti mismo.
1. Corintios 13:1-3 (NVI) Si hablo en *lenguas *humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los *misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso.
Santiago 1:17 (NVI) Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras.

Vivir bien con menos



Muchas son las ventajas de aprender a vivir con arreglo a la premisa de que menos es más. La vida moderna y los hábitos que forja nos impiden de algún modo ver esos beneficios. Parte del problema radica en que vivimos tan ocupados que rara vez nos tomamos el tiempo para considerar detenidamente lo que hacemos. Nos dejamos llevar por la corriente, nos movemos por inercia; sin embargo, el ritmo que llevamos ocasiona muchas veces una merma de valiosos recursos, salud y felicidad. He aquí unos consejos para cambiar de ritmo.
Autopropulsión. Muchas personas están tan acostumbradas a subirse al auto para ir a cualquier parte que no se dan cuenta de lo entretenido, ecológico y saludable que es caminar unas cuadras hasta el gimnasio —lo cual además puede servir de precalentamiento, con lo que se ahorra tiempo— o hasta cualquier otro sitio al que sea factible llegar a pie. También se puede salir en bicicleta. Además de hacer ejercicio y respirar aire fresco, puedes reducir de manera importante tu huella de carbono, disfrutar del recorrido y ahorrar dinero. Además el ejercicio es un saludable estimulante natural que aumenta nuestro nivel de energía. Otras opciones relativamente económicas y ecológicas son usar los medios de transporte público o trasladarse al lugar de trabajo en el mismo vehículo que otros compañeros.
Productos naturales. Beber bastante agua y comer abundantes frutas y verduras —incluidas las de estación, que suelen contener muchos nutrientes y, sin embargo, no son costosas— aumenta nuestra resistencia y por ende reduce los gastos médicos.
Las frutas y verduras del país en muchos casos tienen tanto valor nutritivo como los costosos suplementos del extranjero como la espirulina o las cápsulas de aceite de Shaji. Según lo que se consiga a precios asequibles en la zona en que resides, bien podría ser que algunos de los mejores productos cosméticos y de salud sean de los menos costosos; hasta puede que ya los tengas en la cocina.
Refregarse el cuerpo con jabón, sal y una esponja de luffa puede tener el mismo efecto suavizante que un producto cosmético caro a base de ingredientes exóticos. Un puré de papaya puede hacer las veces de exfoliador y es mucho más barato que un tratamiento con ácido glicólico. (Eso sí, no te lo dejes por más de 10 minutos.) El aceite de oliva es estupendo para dar brillo a los labios y es inocuo si se ingiere sin querer o se besa a alguien. De todas maneras, antes de probar cualquier suplemento dietético o producto cosmético elaborado en casa conviene averiguar cuáles son sus beneficios y posibles efectos adversos. Normalmente se aconseja proceder con moderación.
Quizá no tengas mucho tiempo para preparar tus propias lociones y pócimas. Sin embargo, es posible —y de hecho bastante sencillo— comer sano y vivir bien aun con un presupuesto limitado. Si cultivas buenos hábitos, puedes darte algún lujo de cuando en cuando, como un tratamiento para los pies o una comida especial.
Recicla. Busca en tu armario un atuendo nuevo entre la ropa que no has usado desde hace un tiempo. Esas prendas, con unos arreglos o combinándolas con algo nuevo, pueden lucir estupendas. Otra opción es organizar una reunión con tus amigos y amigas para intercambiar ropa y artículos que tengan poco uso, antes de donar lo demás a obras de caridad. Arregla los artículos desgastados o reparables, o dáselos a alguien que sepa hacerlo. En la medida de lo posible, evita la acumulación de papel y los desechos que eso genera. Es preferible guardar archivos computacionales y comunicarse por correo electrónico.
Hazlo tú mismo. Aprende a hacer tú mismo algunas de las tareas que hasta ahora pagabas a otros para que te las hicieran. Te ahorrarás dinero, adquirirás más habilidades y hasta puede que te aficiones a algo nuevo.
Guíate por tus principios. La obsesión por no ser menos que los demás resulta costosa en muchos sentidos. Jesús enseñó que «la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee» (Lucas 12:15). También nos indicó la formula para obtener la bendición de Dios, ser felices y sentirnos realizados: «Buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas —las que de veras sean necesarias— os serán añadidas» (Mateo 6:33).
Vivir en régimen cooperativo. Vivir o realizar actividades en cooperación con familiares o amigos de ideas afines es más eficiente en términos de costos y trabajo que llevar una vida muy independiente. Además, genera un sentido de comunidad y constituye un paso más para aprender a amar al prójimo como a nosotros mismos, que precisamente es otra de las claves para obtener la bendición divina y disfrutar de auténtica felicidad. Dios es un guía y un instructor fenomenal, el mejor coach de vida. Cuando seguimos Sus preceptos espirituales descubrimos que en realidad puede resultar más fácil y más entretenido vivir con menos.
1 Corintios 6:12 (NVI) Todo me está permitido», pero no todo es para mi bien. «Todo me está permitido», pero no dejaré que nada me domine.
Romanos 5:8 (NVI) Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.
Hechos 4:12 (NVI) De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos.

El efecto de la perspectiva


Pregunta: Sé que los problemas son parte de la vida, pero me da la impresión de que los míos se suceden incesantemente, y nunca logro darme un respiro. ¿Cómo puedo sobreponerme a ellos y evitar que me abrumen?
Respuesta: Una sensación parecida debía de tener el rey David cuando exclamó: «¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría» (Salmo 55:6). Ese deseo de desembarazarnos de nuestras dificultades y preocupaciones y sentirnos libres es algo que nos embarga a todos en un momento u otro.
Lamentablemente, no existe ninguna panacea ni fórmula mágica de fácil aplicación que haga desaparecer los problemas. Pero sí podemos aprender a contener el efecto que los inconvenientes y contrariedades —tanto reales como imaginarios— tienen en nosotros.
Una receta infalible para fortalecer nuestro espíritu es adoptar una actitud de alabanza y gratitud a Dios, aun cuando estemos pasando por una época turbulenta. Por muy mal que marchen las cosas o por imposible que se vea la situación, si uno hace un esfuerzo siempre encuentra algo por lo que puede sentirse agradecido; por ejemplo, el hecho de que Dios está presto a ayudarnos y demostrar que es «nuestro pronto auxilio en las tribulaciones» (Salmo 46:1).
Esa actitud positiva y de alabanza aligera nuestras cargas y nos ayuda a sobrellevarlas. Nos levanta la moral y renueva nuestra esperanza. Nos da alas para remontar las situaciones de apuro y la incertidumbre, los miedos y la inquietud que provocan. Eleva nuestro espíritu por encima del plano terrenal y lo transporta a las alturas celestes. Aunque no necesariamente elimine los contratiempos, nos ofrece una mejor perspectiva de los mismos, un enfoque celestial, y nos infunde fe en que todo tendrá el desenlace positivo que Dios ha prometido a quienes lo aman.
Salmos 55:6 (NVI) ¡Cómo quisiera tener las alas de una paloma y volar hasta encontrar reposo!
Salmos 46:1 (NVI) Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia.
Romanos 8:28 (NVI) Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.

Cambio de mentalidad



A veces, por falta de fe, ponemos límites a lo que Dios puede obrar en nuestra vida. Miramos mucho las cosas desde nuestra propia óptica en lugar de verlas desde la óptica del Señor. Nuestra mirada se queda empantanada en el plano terrenal. Cuando nos encontramos en esa situación, es hora de cambiar de mentalidad.
Mentalidad se define así: Ideología o modo de pensar que determina el comportamiento y los puntos de vista de una persona. En otras palabras, el enfoque que tenemos de la realidad, las actitudes que asumimos, nuestros pensamientos y creencias, todo eso incide en nuestro proceder.
Un factor importante para avanzar es desprendernos de toda mentalidad que nos frene, adoptar perspectivas y enfoques nuevos y positivos que influyan favorablemente en nuestro comportamiento. Dando por descontado que todos tenemos actitudes erróneas, necesitamos descubrir cuáles son y luchar para transformarlas en actitudes positivas.
Recordemos la anécdota de los dos vendedores de zapatos que fueron destinados al África. El primero escribió a la casa matriz: «Aquí nadie usa zapatos», y presentó su renuncia. El segundo, fascinado con el potencial de ventas, escribió: «¡Aquí todos necesitan zapatos!»
La mentalidad del primero, su actitud negativa, lo llevó a renunciar. Su modo de abordar la situación, su mentalidad, determinó su conducta, que en ese caso consistió en desesperarse, darse por vencido y presentar su renuncia. Ahora comparemos esa reacción con la del otro vendedor, que abordó positivamente el escenario con que se encontró: «¡Todos necesitan zapatos!» ¡Vaya diferencia! Su estado positivo de ánimo le inspiró fe. Una situación que para uno era imposible, para el otro presentaba infinitas posibilidades. A todas luces, la mentalidad que adoptamos afecta nuestro punto de vista y, lo que es más importante, nuestro comportamiento.
Es aconsejable que nos despojemos de toda mentalidad negativa que nos impida avanzar y que adoptemos una nueva mentalidad, una mentalidad positiva que modifique nuestro comportamiento y nuestro desempeño para mejor. Para sacarle el máximo partido a la vida y a la vez contribuir lo más posible a la sociedad debemos fijar nuestra atención en el poder de Dios, que es ilimitado y que Él ha puesto a nuestra disposición. Al hacer eso, descubrimos las posibilidades en vez de quedarnos trabados en los impedimentos. Una mentalidad positiva nos lleva a echar p’ alante con fe; y con fe todo es possible.
Romanos 12:1-2 (NVI) Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, *santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.
Santiago 1:5 (NVI) Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie.
1 Juan 1:9 (NVI) Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.

Posesiones materiales



Siempre me ha molestado el materialismo. Yo diría que algunos tienen demasiadas cosas, hasta el punto de que no les cabe nada más en el trastero o el armario y arriendan un local donde guardar lo que les sobra.
Hace poco me cambié de casa y tuve que decidir qué hacer con tantos trastos como había acumulado desde la última mudanza. ¡Qué barbaridad! Me di cuenta de que me había convertido en uno de tantos coleccionistas de cachivaches.
Creo que en gran parte se debe al consumismo que impera hoy en día. Cada vez que uno ve la televisión, escucha la radio o lee una revista sufre un bombardeo de anuncios de lo último o lo más fabuloso que hay que adquirir para no quedarse atrás. Esa publicidad nos afecta. Hablemos, por ejemplo, de artefactos electrónicos. Tan pronto sale a la venta un televisor, un computador portátil o un teléfono móvil extraplano, todos lo quieren. Sus predecesores más voluminosos, aunque estén en perfectas condiciones, terminan entonces en el cuarto de los trastos o en un armario.
La mentalidad materialista tiene otras desventajas. Por un lado, cuando se tienen demasiadas posesiones es fácil dejar de apreciar debidamente su valor.
Jesús nos hizo tomar conciencia de la relatividad de las cosas materiales cuando dijo: «Guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee» (Lucas 12:15).
Por otra parte, mientras algunos tienen un exceso de bienes materiales, otros carecen hasta de lo más elemental. Cosa lamentable.
Si observas en ti síntomas de acumulitis, como me pasó a mí, no te preocupes. Tiene cura, por lo menos a nivel individual. Haz un duro análisis de tus pertenencias y determina qué utilizas y qué necesitas de verdad. El resto se puede donar a obras benéficas o regalar a un vecino o amigo que lo necesite. Jesús le dijo al joven rico: «Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el Cielo» (Lucas 18:22).
Quedarás complacido con los resultados. De repente tu casa te parecerá más espaciosa, todo estará más organizado, y tu vida se simplificará.
Ten presentes estas palabras de Jesús: «Más bienaventurado es dar que recibir» (Hechos 20:35). Regalando generosamente lo que nos sobra acumulamos bendiciones de Dios, tanto en esta vida como de cara a la eternidad.
Lucas 12:15 (NVI) »¡Tengan cuidado! —advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes.
Lucas 18:22 (NVI) Al oír esto, Jesús añadió: —Todavía te falta una cosa: vende todo lo que tienes y repártelo entre los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.
Hechos 20:35 (NVI) Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: “Hay más *dicha en dar que en recibir.”

lunes, 3 de octubre de 2016

Refugio de meditación




En cierta ocasión visité un monasterio que se construyó sobre las ruinas de una antigua fortaleza romana, emplazada sobre un elevado peñasco del desierto sirio. Tan empinados eran los últimos 300 peldaños de acceso que en ese trecho había que subir las provisiones mediante un sistema de cables y poleas. Al llegar a la cumbre, tres arcadas de piedra nos dieron a entender a mí y a los peregrinos que me acompañaban que nos estábamos aproximando a un santuario.
Finalmente tuvimos que meternos con esfuerzo a través de una pequeña abertura practicada en la roca, que no debía de tener más de sesenta centímetros de lado. Me recordó una frase de Jesús: «Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios» (Marcos 10:25). Una interpretación tradicional de ese pasaje es que Jesús se refería a una puerta muy pequeña que había en el muro de Jerusalén, denominada el Ojo de Aguja. Para que un camello se introdujera por ella era preciso descargar todos los bártulos que llevara y luego empujarlo, tirar de él e inducirlo a entrar como fuera. Para meterme por aquel hueco, yo tuve que quitarme la mochila, y aun así no me resultó fácil.
Justo en ese momento pasó un avión a gran altura; solo se podía reconocer como tal por la estela de vapor que dejaba tras sí en el cielo azul. Aquello fue un recordatorio silencioso pero elocuente de lo alejados que estábamos del mundanal ruido y ajetreo.
Sin embargo, no se trata de un monasterio de clausura, sino de un lugar de retiro para quienes quieren apartarse del mundo por un tiempo a fin de renovarse espiritualmente, ordenar sus pensamientos y así poder aportar más en sus respectivas profesiones o actividades una vez que regresan. Un fraile que vivía allí acababa de regresar del Foro Económico Mundial, al que había asistido en calidad de líder espiritual.
El monasterio acoge a cualquiera que busque solaz espiritual. En el grupo que me acompañaba había unas 30 personas de diversas confesiones y tal vez de una docena de nacionalidades. El alojamiento y la comida son gratuitos. Solo se le pide al visitante que dé una mano con los quehaceres y respete los ratos de meditación de los demás.
Una vez dentro nos sirvieron una taza de té y nos invitaron a sentarnos a charlar y disfrutar de la vista. A medida que nos fuimos conociendo, pese a nuestra diversidad cultural, se generó un sentido de hermandad entre todos.
En la mesa me puse a conversar con uno de los voluntarios del monasterio, que era francés. Tendría entre veinte y veinticinco años. Me intrigó por qué motivo una persona como él se habría ido a vivir a aquel sitio tan apartado de la civilización.
—Llevo dos años aquí —me dijo con su encantador acento—. Antes era jefe de contadores de una destacada firma francesa y gozaba de todos los beneficios de un puesto muy bien remunerado.
—¿Qué fue lo que te llevó a renunciar a todo eso? —le pregunté.
—Me sentía insatisfecho. Un día estaba sentado en una capilla y tuve una visión que me hizo comprender que tenía las prioridades trastocadas y que debía vivir para servir a los demás. Por eso estoy aquí.
Un viajero alemán se incorporó a la conversación, y enseguida nos pusimos a hablar de los males que aquejan al mundo y de nuestras experiencias. Luego intercambiamos ideas sobre cómo podían resolverse. Pasaron horas.
Aquella noche nos invitaron a asistir a una misa bajo los fragmentos de una pintura del Cielo y el infierno, de santos y pecadores; después hubo unas viandas sencillas y un rato de meditación a solas.
Al día siguiente, mientras regresábamos al valle, me fijé en los cerros circundantes, que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. El paisaje me resultó mucho más sugestivo que el día anterior, cuando me dirigía al monasterio aún obsesionado con andar, descubrir, llegar.
Me imaginé cómo sería si corriera agua por los lechos secos de los ríos y cayera por los precipicios formando magníficas cascadas. Si las lluvias regaran aquellos parajes sería espectacular. No había llovido en cuatro años.
El terreno parecía carente de toda vida; pero al examinarlo más de cerca se alcanzaban a ver toda suerte de formas de vida en aquellas escarpadas laderas: líquenes, exquisitas florecitas silvestres y un esporádico morador del desierto, todos luchando por sobrevivir. A veces nuestra vida también presenta un aspecto árido y estéril como aquellos montes. Superficialmente no parece que pase gran cosa. No obstante, Dios está obrando.
Una vez terminado el descenso, me propuse tomarme unos minutos cada día para hacer de mi corazón un templo. Me di cuenta de que el arte de la meditación no tiene mucho que ver con el lugar físico en que uno se encuentre. Lo importante es la paz interior que se obtiene en comunión con el Creador, independientemente del entorno.
Gálatas 6:6-7 (NVI) El que recibe instrucción en la palabra de Dios, comparta todo lo bueno con quien le enseña. No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra.
1 Corintios 10:13 (NVI) Ustedes no han sufrido ninguna *tentación que no sea común al género *humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir.
Romanos 8:28 (NVI) Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.

domingo, 2 de octubre de 2016

Bem-aventurado



"Bem-aventurado o que espera..." Daniel 12:12a

Pensamento: Abraão foi provado por longo tempo, mas foi abundantemente recompensado. O Senhor o provou através de uma demora em cumprir a promessa. Satanás o provou pela tentação, Sara o provou por sua impertinência; os homens o provaram pelo ciúme, desconfiança e oposição. Ele, porém, suportou tudo pacientemente. Não discutiu a veracidade da promessa, não limitou o poder de Deus, não duvidou da sua fidelidade, nem magoou o seu amor. Antes, curvou-se à soberania de Deus, submetendo-se à sua infinita sabedoria e ficou em silêncio, apesar das demoras, esperando a ocasião determinada pelo Senhor. E assim, tendo esperado com paciência, alcançou a promessa. As promessas de Deus não podem deixar de ser cumpridas. Os que pacientemente esperam não serão decepcionados. A expectação da fé será recompensada. Ei, psiu! A conduta de Abraão condena um espírito apressado, reprova a murmuração, recomenda o espírito paciente e encoraja uma quieta submissão á vontade e aos caminhos de Deus. Lembre-se de que Abraão foi provado, de que ele esperou pacientemente; recebeu a promessa e foi satisfeito. Imite seu exemplo, e receberá a mesma bênção. Texto: Livro "Manaciais no Deserto"

Oração: Deus, sei que o Seu tempo não é o meu. Embora às vezes murmere me indago "Quando será minha vez?" Sei também que as dúvidas e as incertezas tentam me afastar de Ti, mas eu, sei em quem tenho crido. Tu és Deus de milagres, és o Deus do impossível e TODAS as suas promessas se cumprirão. Ainda que eu não veja nada, o Senhor está pintando o arco-iris, e por isso te peço Senhor, me ensine a descansar e a confiar em Ti. Que eu creia que toda promessa passa pelo teste do tempo. E eu estou sendo moldada, cuidada e, principalmente, preparada. Eu te louvo oh Deus por todas as lutas, porque sei que a vitória é certa. Eu permito oh Deus, que o Senhor seja Deus em minha vida! Permito que tudo se realize no tempo que Você tem para mim! Eu sou especial sim, e a minha hora vai chegar! Conceda-me um dia cheio da unção do Espírito Santo. Amém. Texto: Lidiane Oliveira

Devocional Diário

Devocionais Amor Em Cristo

Flag Counter