martes, 6 de diciembre de 2016

Perder el miedo



Por naturaleza soy propensa a preocuparme. Casi siempre estoy pensando en algo que me inquieta.
Además, soy de las que hacen muchas cosas a la vez. Y mientras las hago, no paro de preocuparme. Esta mañana intenté leer unas pocas páginas de tema devocional y reflexionar al respecto, como suelo hacer todos los días (digo intenté porque al mismo tiempo estaba pensando en el trabajo de la semana que tengo por delante, en las dolencias que me aquejan y en un viaje que debo hacer pronto), cuando de golpe leí algo que me pareció saltar de la página: «La Biblia nos exhorta unas 100 veces a no temer». Supongo que Dios conoce bien nuestra tendencia a preocuparnos y ceder al miedo.
Los niños tienen miedo a la oscuridad, al cuco y al dentista.
Unos años después aprendemos que el cuco no existe y que el dentista sabe lo que hace. Entonces nos da miedo enfrentarnos a los bravucones del colegio, quedar mal delante de los amigos o sacar una mala nota en la prueba de matemáticas del martes.
Pasan los años y empieza a preocuparnos el acné, los frenillos y el no ser bien vistos por los demás.
Luego nos da pavor enfrentarnos a nuestro primer empleo y nos inquieta qué vamos a ser en la vida. Nos sentimos aprensivos ante la posibilidad de fracasar académicamente y en las relaciones sentimentales. Nos preocupa defraudar a nuestra familia y a nuestras amistades. Nos da miedo arruinarnos, tememos por la felicidad y el bienestar de nuestros hijos, y nos perturba la idea de enfermarnos o morir.
Uno a uno vamos superando nuestros miedos, pero nunca dejamos de temer.
Tampoco ayuda el hecho de que hoy en día parezca haber cada vez más motivos para inquietarse. Basta con ver las noticias. Se le paran a uno los pelos de punta: guerras, crímenes, terrorismo, nuevas cepas de enfermedades mortíferas, catástrofes naturales, desastres provocados por la actividad humana, y por supuesto el calamitoso estado de la economía mundial y las consecuencias que trae consigo.
En la Biblia, Dios tiene una respuesta para cada uno de esos miedos:
«¿Tienes conflictos laborales? ¿Compañeros de trabajo difíciles que amenazan con complicarte la vida? ¡No te preocupes! Pon tu voluntad de Mi lado, y Yo me ocuparé del conflicto».
«¿Te angustian las guerras y el terrorismo? ¡No temas! Encomiéndame tu vida y tu familia, y Yo cuidaré de ti»
«¿Tienes miedo de las catástrofes naturales? ¿Te preocupa verte en medio de un terremoto, tsunami o huracán? ¡Tranquilo! Te tengo cubierto. Es la mejor póliza de seguros que podrías pedir»
«¿Padeces alguna dolencia? ¿Tienes una enfermedad que podría acabar con tu vida? No tengas miedo. Yo estaré contigo en medio de tus sufrimientos. Te consolaré y sostendré tu mano»
«¿Te han acusado injustamente? ¿Te preocupa que tengas que limpiar tu nombre y asegurar tu futuro? No te aflijas. Yo sé la verdad y me aseguraré de que al final salga a la luz»
«A veces el mundo es aterrador. Todos los días se cometen muchas maldades. Tal vez vives en una zona peligrosa, y eso te intranquilice. Mas no te alarmes. Yo velo por las aves y las flores. ¿Qué te hace pensar que no velaré por ti? Lo eres todo para Mí»
«Veo que te afanas porque no sabes qué hacer para mantener a tu familia. Te ha resultado difícil tener suficientes ingresos, y las cuentas no hacen más que acumularse. No te turbes. El mundo y todo lo que hay en él son Míos, y me place satisfacer todas tus necesidades. No tienes más que pedírmelo»
Al rumiar el asunto, me di cuenta de que Dios tiene un plan para hacer frente a toda posible calamidad. Para cada inquietud nuestra, Él tiene una solución ya lista. Es más, le complace velar por nosotros. No nos considera una molestia cuando acudimos a Él cargados de temores y preocupaciones. Más bien, por ser nuestro amoroso Padre, nos alza y nos dice con ternura: «Te entiendo. ¿Por qué no me encomiendas ese temor? Deja que Yo me haga cargo de él»
«No nos ha dado Dios espíritu de temor —escribió el apóstol Pablo—, sino de fortaleza, de amor y de templanza» (2 Timoteo 1:7, NC).
Lucas 12:32 (NVI) »No tengan miedo, mi rebaño pequeño, porque es la buena voluntad del Padre darles el reino.
1. Pedro 5:7 (NVI) Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes.
2. Timoteo 1:7 (NVI) Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.

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