domingo, 16 de diciembre de 2018

domingo, 9 de diciembre de 2018

domingo, 28 de octubre de 2018




Octubre 28

ESCRITURA:
“Que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios” (Salmo 55:14). 

TESORO BÍBLICO:
La iglesia tiene el compañerismo más dulce sobre la tierra. Existen hermanos y hermanas que son amorosos, motivadores y nos exhortan al servir juntos para la gloria de Dios. No obstante, suponga que Dios le saca de ese precioso compañerismo. ¿Qué sucedería si usted tuviera que ser hospitalizados sin poder ser visitados por días sin fin? ¿Qué si fuese transferido a Siberia y no hubiera un creyente a 400 kilómetros a la redonda? O, ¿si escoge no fumar marihuana cuando todos sus amigos lo hacen? O, ¿qué si decide abstenerse de promiscuidad prematrimonial? O, ¿escoge no salir a tomar con sus amigotes universitarios? ¿Es Dios suficiente cuando el amigo más querido sobre la tierra le abandona? ¿Es Él lo suficiente amigo como para que usted puede permanecer firme solo con Él? 

PUNTO DE ACCIÓN:
Tome una hoja de papel y dibuje un círculo. Escriba su nombre dentro del círculo. Alrededor del círculo escriba los nombres de sus compañeros, de sus familiares y de sus amigos. Dibuje una cruz junto al nombre de los que son creyentes y una estrella junto al nombre de los que no lo son. Ahora, pídale a Dios que le haga una estrella reluciente que los atraiga a Él.



Jua 15:1  "Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
Jua 15:2  Toda rama que en mí no está llevando fruto, la quita; y toda rama que está llevando fruto, la limpia para que lleve más fruto.
Jua 15:3  Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
Jua 15:4  "Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como la rama no puede llevar fruto por sí sola, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Jua 15:5  Yo soy la vid, vosotros las ramas. El que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto. Pero separados de mí, nada podéis hacer.
Jua 15:6  Si alguien no permanece en mí, es echado fuera como rama, y se seca. Y las recogen y las echan en el fuego, y son quemadas.
Jua 15:7  "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis, y os será hecho.
Jua 15:8  En esto es glorificado mi Padre: en que llevéis mucho fruto y seáis mis discípulos.
Jua 15:9  Como el Padre me amó, también yo os he amado; permaneced en mi amor.
Jua 15:10  Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

domingo, 14 de octubre de 2018

martes, 17 de julio de 2018

domingo, 8 de julio de 2018

lunes, 2 de julio de 2018

domingo, 1 de julio de 2018

domingo, 21 de enero de 2018

domingo, 14 de enero de 2018



7 Versículos Bíblicos Sobre El Propósito de Dios
Algunas veces podemos estar tan ocupados en nuestras vidas que nos olvidamos del propósito que hay detrás de ellas. Estamos impulsados por las exigencias de la vida y no nos damos cuenta de que Dios siempre tiene un propósito mayor. Sus efectos no sólo abarcan nuestra vida, si no también la vida de quienes nos rodean, en el hogar, la escuela, el trabajo y la comunidad. Es importante conocer y vivir los siguientes versículos de la Biblia sobre el propósito de Dios:

Dios Tiene Un Propósito Para Todos
“Pero yo te he levantado para este mismo propósito, para mostrar mi poder y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra” (Éxodo 9:16).
Faraón pensó equivocadamente que estaba en control. Sin embargo, Dios lo puso en el lugar de ser un líder egipcio para su propósito. Dios tiene un propósito para todo el mundo, incluyendo para aquellos que lo resisten. Finalmente Dios recibirá la gloria no importa quien sea la persona, porque Él es el Dador de propósito en la vida ya sea que vivan para Él o no.

El Propósito de Dios No Puede Ser Estorbado
“Yo sé que tú puedes hacer todas las cosas; ningún propósito tuyo puede ser estorbado “(Job 42:2).
Una vez que Dios ha establecido sus propósitos para nuestras vidas, nadie puede cambiarlos. Cuando Dios ha cerrado la puerta, ningún hombre puede abrirla y la puerta que Dios abre, nadie puede cerrar. La gente se desgasta en los esfuerzos de hacer mal en contra de los creyentes, sin embargo, Dios tiene la última palabra, lograr sus planes. Los cristianos podemos tomar coraje al saber que Él está trabajando a nuestro favor incluso en las situaciones más difíciles de la vida.

El Propósito de Dios Es Lo Que Prevalece
“Muchos pensamientos en el corazón del hombre, pero es el propósito del Señor que prevalece” (Proverbios 19:21).
La vida del hombre y la mujer no son más que un vapor; Sin embargo, los propósitos de Dios se pueden cumplir en varias generaciones. Podemos hacer nuestros planes y verlos consumados, pero si no oramos y buscamos de Dios en ese sentido podríamos encontrarnos a la deriva en un océano de problemas sin dirección. Cada plan debe comenzar y terminar en la mente de Dios primero.
Cada Persona Nace Con Un Propósito
“Como aguas profundas es el consejo en el corazón del hombre; Mas el hombre entendido lo alcanzará.” (Proverbios 20:5).
Todas las personas están hechas a imagen de Dios (este fue el propósito de Dios original para el hombre). Cada uno de nosotros nacemos con un propósito y llamado que podemos descubrir o completamente perder. La influencia del Espíritu Santo en la vida de los creyentes nos da una idea de sus propósitos para nosotros. Nos encontramos en paz y con coraje cuando sentimos la confirmación del Espíritu de que estamos en el lugar correcto en el momento adecuado de nuestro llamado.
Dios Cumple Su Propósito En Los Creyentes
“Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, 2:13 porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.”(Filipenses 2:12-13).
El propósito de Dios tiene que estar siempre en primer lugar en nuestras vidas. Pueden ofrecernos oportunidades de empleo, una nueva escuela, y de matrimonio que pueden no encajar en los propósito de Dios. Por eso toma la sabiduría para esperar en la paz de Dios antes de tomar decisiones presuntuosas que pueden tener consecuencias para toda la vida. Hay gran alegría en el descubrir su propósito cuando confiamos en Él y no en nuestros sentimientos o las presiones de otras personas.

Dios Trabaja A Través De Todas Las Situaciones Para Cumplir Su Propósito
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” (Romanos 8:28).
Los tiempos difíciles pueden hacer que sea complicado ver el propósito de Dios sobre todo cuando sólo sentimos el dolor y la pena. Muchas veces no queremos que se nos recuerde que Dios está obrando en medio de nuestra dificultad para nuestro bien. Sin embargo, si practicamos vivir nuestras vidas con la mentalidad de que Dios está obrando cosas a nuestro favor, podemos tener paz por aceptar esta verdad en medio de las tormentas.

Dios Tiene Un Propósito Mayor Al Salvarnos
“quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9).
La salvación es sólo el comienzo para los cristianos, fuimos salvos para buenas obras en el nombre de Jesús. La promesa de la eternidad y vivir libres de la esclavitud del pecado es un maravilloso don de la salvación. Estas bendiciones prometidas nos liberan para entender los propósitos de Dios. Necesitamos comenzar nuestras mañanas con una oración pidiendo a Dios que nos revele sus propósitos para ese día.

Propósitos Perfectos
El Señor y Sus propósitos son perfectos, pero nosotros no. Nos asaltan las dudas y temores que muchas veces nos impiden vivir en la plenitud de sus propósitos que Él ha establecido para nuestras vidas. Más, podemos superar esto constantemente leyendo y estudiando su Palabra para que nuestra fe sea más fuerte día a día. A medida que aprendemos de Dios y oramos a Él con regularidad, seremos más valientes para lograr sus grandes propósitos en su nombre, y para su gloria.

viernes, 12 de enero de 2018



MI ANSIOLÍTICO
El año había estado lleno de acontecimientos, plazos y logros. Yo trabajaba arduamente enseñando inglés en un colegio particular, además de dar clases en casa. Al mismo tiempo estaba estudiando para obtener un diplomado de filología rusa y el certificado Cambridge English Proficiency. Para colmo, dirigía unas reuniones cristianas en un centro universitario y un club de conversación en inglés. Tenía la agenda copada, y me encantaba.
Además de todo eso estaba preparando mi tesis. Había trabajado todo el año compilando datos, analizando información, pidiendo orientación a mis profesores, rescribiendo ciertas partes, etc. A finales de febrero pensé que el trabajo grueso estaba casi terminado y que solo me faltaba afinar algunos detalles. Me decepcioné cuando mi mentor me dijo que mi obra maestra no daba la talla y que debía rehacerla desde cero.
Hasta ese momento lo llevaba todo bastante bien, dando clases durante el día y estudiando por la noche y los fines de semana. Incluso me las arreglaba para encontrarme con mis amigos. En ese momento, sin embargo, mi pequeño mundo se desmoronó. Apenas tenía dos meses para redactar de nuevo la tesis antes de la fecha de entrega a principios de junio. En un mes y medio debía rendir mi examen de inglés. En el colegio estaría tomando exámenes finales a los alumnos en mayo, lo que de por sí implicaba más trabajo que de costumbre, pues debía terminar libros, llenar formularios, actualizar los boletines, etc. Era abrumante.
A principios de mayo me sentía angustiada, estresada, incapaz, casi deprimida. Entonces sucedió lo esperable: me enfermé. Estuve en cama una semana con bronquitis, fiebre alta y una tos muy persistente. En ese estado de descanso obligado leí la Biblia, oré y simplemente conversé con Jesús. La enseñanza más valiosa que saqué fue que no debía preocuparme ni estresarme. De nada sirve. No vale la pena.
Mientras recobraba fuerzas rescribí mi tesis y la defendí con éxito. Todos mis alumnos aprobaron sus exámenes, y terminé a tiempo los papeles del colegio. Lamentablemente no aprobé el examen de Cambridge. Eso me apenó, pero no fue el fin del mundo. Me prepararé mejor el año que viene, ojalá con menos estrés.
En retrospectiva, agradezco los días que pasé enferma, pues me recordaron que siempre debo hacerme un espacio para comunicarme con el Jefe y pedirle orientación, instrucciones y paz interior. Ese es el antidepresivo y ansiolítico que más necesito.



LO MEJOR DEL CIELO

Era verano en California. Yo tenía quince años, y el viernes era mi día preferido, pues era sinónimo de playa. Todas las semanas nuestro grupo juvenil montaba un espectáculo improvisado de canciones y representaciones teatrales en el paseo marítimo con el objeto de difundir el mensaje del amor de Dios entre los transeúntes.
Un viernes recibimos una donación importante de pan y bollos de una panadería de nuestra ciudad.
—Llevémoslo a la playa —sugirió alguien.
Cuando llegamos y anunciamos que dábamos pan y bollos gratis, un montón de personas necesitadas y de aspecto cansado se arremolinó a nuestro alrededor. La mayoría tomaron agradecidas lo que se les ofrecía, aunque dos se quejaron de que no había el tipo de pan que más les gustaba. Rechazaron lo que teníamos y se fueron murmurando con las manos vacías.
Más tarde se nos acercó una mujer joven que empujaba un cochecito de bebé doble, en el que llevaba no solamente dos niños, sino también unos cuantos bártulos que parecían ser todos sus bienes terrenales.
—Me dijeron que estaban regalando pan.
Su voz tenía un tono casi de desesperación, que reflejaba cómo debía de ser su vida. En el cochecito, un niño de unos dos años de ojos grandes lo observaba todo silenciosamente, mientras un bebé dormitaba a su lado.
Aunque llevaban ropa relativamente nueva, los enseres guardados en cada centímetro libre del cochecito daban a entender que la mujer no tenía dónde quedarse.
Junté en una bolsa lo que quedaba —unos bollos y un par de panes— y se la entregué. Sin siquiera mirar dentro para ver qué contenía, me dio las gracias profusamente.
Uno de mis amigos inició una conversación con la joven madre. Yo me volví para empezar a empacar, pero escuché lo suficiente para captar que le había dado la dirección de un albergue para mujeres y dinero para llegar allá. Me alegré de que ella se hubiera acercado a nosotros y hubiera recibido algo de ayuda, de esperanza. Pensé también en los dos que se habían marchado sin nada.
En dos ocasiones, Jesús dio de comer a miles de personas con apenas unos cuantos panes y peces. Cuando quisieron otra comida, Él les respondió: «Yo soy el pan que bajó del Cielo». Lo más preciado del Cielo se ofreció gratuitamente, para que quienes se atrevieran lo tomaran, lo degustaran y reconocieran lo que era. Sin embargo, la mayoría se marcharon vacíos.
El pan del Cielo se entrega gratis a todos los que lo buscan. Las veces en que me quedo insatisfecha son aquellas en las que no lo dejo entrar en mi corazón y llenar mi alma.
Gracias por estos alimentos.
¡Cómo nos llenan de contento!
Nos das salud, vida, alegría
y nuestro pan de cada día.
John Cennick (1718–1755)




EL ALIMENTO NECESARIO
La comidaes una de las necesidades vitales del ser humano; de ahí que hiciera tempranamente su aparición en la narración de la relación de Dios con nosotros. En el Génesis se nos dan los árboles y las demás plantas para alimentarnos: «Toda planta que da semilla […] y todo árbol en que hay fruto y que da semilla os serán para comer».
Preparación de la comida
Tanto para un maestro de la cocina como para el ama de casa que guisa una comida para su familia o el estudiante que se calienta un paquete de fideos instantáneos para el almuerzo, la preparación de la comida es parte inseparable de la vida cotidiana. En el ámbito cultural de la Biblia, las labores culinarias normalmente recaían sobre las mujeres, salvo que la comida tuviera fines ceremoniales.
Sara preparó una comida para los ángeles que visitaron a su marido, Abraham, y Marta hizo lo mismo para Jesús, mientras su hermana María se sentaba a Sus pies y lo escuchaba.
En cierta ocasión, Jesús mismo cocinó: «Al descender [los discípulos] a tierra, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan. […] Les dijo Jesús: “Venid, comed”. […] Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado».
En algunos casos se hace referencia a ingredientes o especias particulares: «¿Acaso se come sin sal lo desabrido o tiene sabor la clara del huevo?»
De cuando en cuando aparece incluso alguna receta: «Junto la leña, prendo el fuego y coceré tan bien la carne que desaparecerá hasta el jugo».
Festejos
No hay nada como juntarse con amigos para una deliciosa comida. El menú de un festejo de tres días para celebrar el ascenso al trono del rey David incluía higos, pan, pasas, aceite, y carne de buey y de oveja.
Los creyentes de la iglesia primitiva comían juntos: «Partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón».
Si avanzamos hasta el jubiloso clímax de la Biblia, nos topamos con otro banquete al que están convidados todos los creyentes: «¡Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero!»
Compartir
Jesús se preocupaba de las necesidades cotidianas de quienes lo rodeaban. Cuando Sus seguidores quisieron despedir a una multitud para que fuera a buscar comida, Él insistió: «No es necesario que se vayan; denles ustedes de comer».
Jesús comió con Sus seguidores tanto antes de Su muerte como después de Su resurrección.
Compartir nuestros alimentos con los demás es parte de nuestro deber: «El Señor […] ama también al extranjero y le da pan y vestido. Amaréis, pues, al extranjero».
Jesús dijo que lo que damos a los hambrientos es como si se lo diésemos a Él: «Tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber. […] Todo lo que hicieron por uno de Mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por Mí».
Más dulce que la miel
La Palabra de Dios es alimento para nuestro espíritu: «¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras! ¡Más que la miel a mi boca!»
Jesús citó el Antiguo Testamento cuando dijo: «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».
El profeta Jeremías sin duda disfrutaba de su alimento espiritual: «Fueron halladas Tus palabras, y yo las comí. Tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón».
El don de Dios
«La vida es más que la comida». Por otra parte, Dios sabe que la necesitamos: «Los ojos de todos esperan en Ti y Tú les das su comida a su tiempo».
El mismo disfrute de la comida es un don de Dios: «La gente debería comer, beber y aprovechar el fruto de su trabajo, porque son regalos de Dios».
Dondequiera que estemos o vivamos, la comida tiene importancia para todas las personas. La compramos o la cultivamos, la preparamos y la comemos. Y aunque no nos resulte fácil imaginarnos la historia lejana y los héroes, milagros y acontecimientos sobrenaturales de la Biblia, la comida es algo que todos entendemos. Está en nuestro plano y a tono con nuestra realidad, tal como Dios quiere estar. Él desea saciar nuestra hambre, tanto física como espiritual. Es un concepto que hace falta digerir bien.




UNA MAÑANA DE VOLUNTARIADO

En la víspera del Día de Acción de Gracias vi un artículo titulado «Operación Pavo». Una organización solicitaba la colaboración de voluntarios con el fin de preparar y empacar comidas para los desfavorecidos que de otro modo no disfrutarían de una estupenda cena de acción de gracias, de esas que a mí tanto me gustan: pavo, puré de papas, salsa de carne, relleno, gelatina de arándanos, arvejas y zanahorias, cazuela de habichuelas verdes, pastel de calabaza… Eso para empezar.
A la mañana siguiente fui tempranito, acompañada de una amiga, para ofrecer nuestra ayuda. Llegamos a un restaurante bien amplio que estaba atestado de voluntarios. Había una larga fila de autos para entrar en el estacionamiento y cientos de personas a la entrada aguardando a que les dieran instrucciones. No me esperaba algo así.
Se presentaron más de 1.500 voluntarios. No fue fácil encontrarle trabajo a cada uno. Así y todo, los organizadores —que también eran voluntarios— supieron delegar las tareas. Había equipos para cada uno de los aspectos de la cena de acción de gracias —deshuesando pavos, preparando puré de papas— y otros que ordenaban la ropa y los abrigos donados. Los niños pusieron su sello de cariño y alegría haciendo dibujos en todas las cajas de comida, que eran de espuma de poliestireno. Yo terminé dirigiendo el equipo de los pasteleros.
A media mañana, ya con los numerosos pasteles cortados y prácticamente servidos, me integré a una larga fila de personas que ponían la comida en las cajas. Cada voluntario tomaba una caja vacía, pasaba por los diversos puntos en que se servían los alimentos, cerraba la caja y se la dejaba al equipo de entregas. Como estuve en la fila un buen rato, trabé conversación con la señora que venía detrás de mí. Congeniamos de inmediato. Al final pasamos una hora o más hablando de nuestra vida y de nuestros viajes y familias.
En pocas horas se habían preparado, servido y empacado miles de cenas, y los conductores voluntarios salieron a entregárselas a los necesitados. Había mucho entusiasmo, se oía música y se respiraba un ambiente de camaradería. Después de la limpieza, poco a poco los voluntarios se fueron a su casa; lo mismo hicimos nosotras.
En el trayecto a casa mi amiga y yo nos contamos mutuamente cómo nos había ido. Pasamos cerca de un grupo de hombres sin hogar al lado de la carretera y vimos que tenían a su lado cajas de las que habíamos estado preparando. Hablamos de la gente con la que habíamos estado trabajando: un bombero, una señora que organizaba eventos de beneficencia como medio de ganarse la vida y que estaba allí colaborando para que todo saliera bien, parejas mayores que obviamente gozaban de buena situación económica, profesionales del rubro preocupados de que los voluntarios nos pusiéramos redecillas en la cabeza y otros tantos. Había personas de todos los estratos sociales, jóvenes y viejos, ricos y pobres. Todos dedicaron varias horas de un día festivo para celebrar lo afortunadas que eran.
Al día siguiente alguien me preguntó cómo había sido la experiencia. Lo más destacado que me vino a la cabeza fue conocer a aquella señora en la fila. Me alegro de haber charlado con ella, aunque debo admitir que fácilmente podría no haber ocurrido. Yo me sentía un poco fuera de lugar en esa fila. Algunas personas iban acompañadas de su familia o de un grupo de amigos, y conversaban mucho. En cambio, yo no conocía a nadie. No sé por qué, pero a veces me olvido de que las demás personas son iguales que yo. A veces me imagino que todos tienen la vida resuelta, son perfectamente felices, no tienen problemas, saben lo que quieren y tienen todos los amigos que les hacen falta. Ese día tuve en cuenta que por lo general eso no es cierto, y que todos —o digamos, casi todos— buscan a otras personas con quienes relacionarse, entablar amistad y posiblemente comunicarse a un nivel profundo.
La experiencia de ese día me sirvió de recordatorio de la importancia de tomar la iniciativa, de salir al encuentro de los demás, de entablar conversación, de dar a Jesús la oportunidad de poner a alguien en mi camino, alguien que necesite una amiga y a quien tal vez con el tiempo pueda transmitir mi fe. Si hago lo que puedo —algún esfuerzo, algún gesto, por pequeño que sea—, confío en que Él se servirá de mí con un buen fin, a pesar de mis limitaciones particulares.

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