martes, 28 de febrero de 2017

Para orar con eficacia – parte 2


Obedece a Dios y haz Su voluntad.
Juan 9:31: Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace Su voluntad, a ése oye.
Juan 15:7: Si permanecéis en Mí, y Mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.
1 Juan 3:22: Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de Él, porque guardamos Sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de Él.
Sométete a Dios y procura que tu oración sea acorde con Su voluntad.
Salmo 143:10: Enséñame a hacer Tu voluntad, porque Tú eres mi Dios; Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud.
Mateo 6:10: Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
Lucas 22:42: Padre, si quieres, pasa de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya.
Juan 5:30: No puedo Yo hacer nada por Mí mismo; según oigo, así juzgo; y Mi juicio es justo, porque no busco Mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.
1 Juan 5:14: Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye.
Reza con humildad.
Daniel 9:18b: Porque no elevamos nuestros ruegos ante Ti confiados en nuestras justicias, sino en Tus muchas misericordias.
Lucas 18:10-14: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. 11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. 13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Santiago 4:6: Pero Él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
Cuando ores, recuérdale a Dios Sus promesas.
Génesis 32:6-12: Y los mensajeros volvieron a Jacob, diciendo: Vinimos a tu hermano Esaú, y él también viene a recibirte, y cuatrocientos hombres con él. 7 Entonces Jacob tuvo gran temor, y se angustió; y distribuyó el pueblo que tenía consigo, y las ovejas y las vacas y los camellos, en dos campamentos. 8 Y dijo: Si viene Esaú contra un campamento y lo ataca, el otro campamento escapará. 9 Y dijo Jacob: Dios de mi padre Abraham, y Dios de mi padre Isaac, Señor, que me dijiste: Vuélvete a tu tierra y a tu parentela, y Yo te haré bien; 10 menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con Tu siervo; pues con mi cayado pasé este Jordán, y ahora estoy sobre dos campamentos. 11 Líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo; no venga acaso y me hiera la madre con los hijos. 12 Y Tú has dicho: Yo te haré bien, y tu descendencia será como la arena del mar, que no se puede contar por la multitud.
Nehemías 1:4-11: Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos. 5 Y dije: Te ruego, oh Señor, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan Sus mandamientos; 6 esté ahora atento Tu oído y abiertos Tus ojos para oír la oración de Tu siervo, que hago ahora delante de Ti día y noche, por los hijos de Israel Tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra Ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. 7 En extremo nos hemos corrompido contra Ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés Tu siervo. 8 Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés Tu siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, Yo os dispersaré por los pueblos; 9 pero si os volviereis a Mí, y guardareis Mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí Mi nombre. 10 Ellos, pues, son Tus siervos y Tu pueblo, los cuales redimiste con Tu gran poder, y con Tu mano poderosa. 11 Te ruego, oh Señor, esté ahora atento Tu oído a la oración de Tu siervo, y a la oración de Tus siervos, quienes desean reverenciar Tu nombre; concede ahora buen éxito a Tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón.
Con mi telescopio puedo penetrar millones de millas en el espacio. No obstante, si dejo a un lado mi telescopio, me encierro en mi habitación y me pongo de rodillas a orar fervientemente, veo mejor el Cielo y me acerco más a Dios que con la asistencia de todos los telescopios y recursos materiales de este mundo.—Isaac Newton
Cada mañana, nada más despertarte, todos los deseos y esperanzas que tienes para ese día se abalanzan sobre ti como animales salvajes. Y tu primera tarea cada mañana consiste en repelerlos, en prestar atención a esa otra voz, en adoptar ese otro punto de vista, empapándote de esa otra vida, más amplia, más fuerte y más tranquila.—C.S. Lewis

domingo, 26 de febrero de 2017

Para orar con eficacia – parte 1



Alaba y da gracias al Señor antes de hacerle peticiones.
Salmo 95:2: Lleguemos ante Su presencia con alabanza; aclamémosle con cánticos.
Salmo 100:4: Entrad por Sus puertas con acción de gracias, por Sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid Su nombre.
Filipenses 4:6: Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.
Sé explícito y pide lo que necesites.
Mateo 7:7, 8: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 8 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
Mateo 21:22: Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.
Juan 16:24: Hasta ahora nada habéis pedido en Mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.
Santiago 4:2b: No tenéis lo que deseáis, porque no pedís.
Reza en el nombre de Jesús.
Juan 14:13, 14: Y todo lo que pidiereis al Padre en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14 Si algo pidiereis en Mi nombre, Yo lo haré.
Juan 16:23: En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en Mi nombre, os lo dará.
La oración también implica escuchar a Dios.
Números 9:8: Y Moisés les respondió: Esperad, y oiré lo que ordena el Señor acerca de vosotros.
1 Samuel 3:9, 10: Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Señor, porque Tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar. 10 Y vino el Señor y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque Tu siervo oye.
1 Reyes 19:11, 12: Él le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante del Señor. Y he aquí el Señor que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. 12 Y tras el terremoto un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado.
Ora con fe.
Mateo 21:21, 22: Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. 22 Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.
Marcos 11:24: Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
Romanos 4:21: Plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.
Hebreos 11:6: Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
Santiago 1:5-7: Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. 6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.

domingo, 12 de febrero de 2017

Declaración de amor



El amor —amor verdadero, amor a Dios y al prójimo— es la solución primordial para todos los problemas que aquejan hoy en día a la humanidad, así como a los conflictos que la afectaron en otros tiempos. Sigue siendo la solución que ofrece Dios aun en una sociedad tan confusa y compleja como la del mundo actual.
Es precisamente el rechazo del amor de Dios y de las leyes que por amor Él ha instituido lo que lleva a los hombres a ser egoístas, desamorados, desconsiderados y hasta perversos y crueles. He ahí el origen de su inhumanidad para con sus semejantes, la cual salta a la vista en este atribulado mundo actual sometido al yugo de la opresión, la tiranía y la explotación. Cientos de millones sufren innecesariamente de hambre, desnutrición, enfermedades, pobreza, desamparo, exceso de trabajo, y padecen odiosas vejaciones, los tormentos de la guerra y la pesadilla de vivir con un perpetuo sentimiento de inseguridad y miedo. La causa de todos estos males es la falta de amor de los hombres para con Dios y el prójimo, y su insistencia en contravenir las leyes divinas de amor, fe, paz y armonía.
Efectivamente, la solución es sencilla: Amar a Dios nos hace capaces de amarnos los unos a los otros. Podemos entonces seguir Sus preceptos sobre la vida, la libertad y la felicidad, con lo que todo se arregla y todos nos sentimos satisfechos en Él.
Por eso dijo Jesús que el primer y mayor mandamiento es amar: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Y el segundo es semejante —casi igual, casi lo mismo—: amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22:37-39).
Si tenemos amor verdadero, no podemos presenciar una situación de apuro sin intervenir. No podemos pasar de largo delante del pobre hombre en el camino de Jericó. Debemos actuar, como hizo el buen samaritano (v. Lucas 10:25-37). Hoy en día hay mucha gente que, cuando ve a un necesitado, reacciona diciendo: «¡Ay, qué lástima, qué pena!» Sin embargo, la compasión hay que traducirla en obras. He aquí la diferencia entre lástima y compasión: la lástima no es más que un sentimiento de pena; la compasión lo impulsa a uno a hacer algo.
Debemos manifestar nuestra fe con obras. Es difícil demostrar amor sin una acción palpable. Afirmar que se ama a alguien y no ayudarlo físicamente en lo que pueda necesitar —proporcionándole comida, ropa, techo, etc.— no es amor. Si bien es cierto que la necesidad de amor verdadero es espiritual, éste debe manifestarse físicamente, por medio de obras. «La fe que obra por el amor» (Gálatas 5:6). «El que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad» (1 Juan 3:17,18).
Por otra parte, consideramos que la forma más sublime de manifestar amor no consiste exclusivamente en compartir simples pertenencias y bienes materiales. Se basa en entregar la vida en servicio a los demás, como expresión de nuestra fe. Las buenas obras y la entrega de dichas posesiones vienen como consecuencia. El propio Jesús no tenía nada material que ofrecer a Sus discípulos, sólo Su amor y Su vida, que dio por ellos y por nosotros para que todos pudiéramos disfrutar de vida y amor eternos.
«Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan 15:13). Profesamos, pues, que lo máximo que podemos dar a los demás es nuestra persona, nuestro amor y nuestra vida. Ese es nuestro ideal.
La verdadera felicidad no se halla buscando de modo egoísta placeres y satisfacciones, sino al encontrar a Dios, comunicar Su vida a los demás y procurar la felicidad ajena. Entonces la felicidad te busca, te toma por asalto y se adueña de ti, sin que la hayas procurado siquiera.
«Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gálatas 6:7). Si siembras amor, recoges amor. Si siembras amistad, recoges amistad. Obedece, pues, la ley divina del amor, amor desinteresado, amor a Dios y al prójimo. Manifiesta a los demás el amor que les debes, y tú también recibirás amor. «Con la misma medida con que medís [generosa o mezquina], os volverán a medir» (Lucas 6:38).
Descubre las maravillas que puede hacer el amor. Hallarás todo un nuevo mundo que sólo habías concebido en sueños. En compañía de otra alma solitaria, puedes disfrutar de los milagros que obra el amor. Pruébalo. El amor que manifiestes volverá a ti.
El amor no se te dio para guardarlo. Para que sea amor, a otros hay que darlo.
2 Corintios 9:7 (NVI) Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría.
Hechos 20:35 (NVI) Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir.” »
Lucas 6:38 (NVI) Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes.»

sábado, 11 de febrero de 2017

Vivo con estrés



Pregunta: Vivo con muchas presiones laborales y también domésticas: para tener éxito en el trabajo, poner el pan en la mesa para mi familia, cuidar bien de mis hijos e invertir en mi matrimonio. Recibo presiones de todos lados. ¡Muchas veces simplemente no sé cómo sobrellevarlas! ¿Qué puedo hacer?
Respuesta: El estrés se está convirtiendo en un aspecto casi ineludible de la vida moderna. Decimos casi porque sí se puede hacer algo para evitar sufrir presiones indebidas o vivir en un estado de estrés constante. Si bien algunos de los consejos que se exponen a continuación son de carácter puramente físico —hacer ejercicio o comer alimentos nutritivos, por ejemplo—, otros abordan aspectos espirituales al incorporar a Jesús en la ecuación de forma muy especial y personal.
Jesús puede ser tu consejero, entrenador, administrador, intercesor, secretario ejecutivo, preparador físico, confidente y mejor amigo. En resumidas cuentas, todo lo que necesitas para hacer frente al estrés que se ha convertido en parte integral de la vida moderna.
Consejos prácticos
Ora. Que los ratos tranquilos con Jesús se conviertan en un hábito cotidiano.
Vete a la cama a tiempo; duerme lo necesario.
Levántate a tiempo para que puedas dar comienzo al día sin prisas y arrebatos.
Rechaza aquellas actividades para las que simplemente no tienes tiempo. De lo contrario se tornan gravosas para tu salud mental.
Delega ciertas tareas en personas capaces de hacerlas.
Ríete.
Date tiempo extra para lo que tengas que hacer y para trasladarte de un lugar a otro.
Disciplínate. Siempre que sea posible es mejor programar a largo plazo los cambios profundos y las iniciativas de envergadura. Evita encarar varios emprendimientos difíciles al mismo tiempo.
Concéntrate en aquello en lo que tienes influencia directa —tú mismo y tus hábitos—, en lugar de preocuparte por lo que escapa total o parcialmente a tu control.
Organízate de tal forma que todo tenga un lugar asignado.
Distingue lo que te preocupa de lo que requiere tu atención. Si determinada situación exige legítimamente que te ocupes de ella, averigua qué quiere Dios que hagas al respecto. Si te preocupa una situación por la que no puedes ni debes hacer nada, encomiéndasela a Dios.
Vive con arreglo a tu presupuesto; no compres nada a crédito a menos que no tengas más remedio.
No te preocupes por el mañana.
Toma medidas de contingencia: lleva en la billetera una copia de la llave del auto; esconde en el jardín una copia de la llave de la casa; ten a mano algunas estampillas postales, pilas de repuesto para la linterna, etc.
Lleva contigo algo de la Palabra de Dios para leer cuando tengas que esperar.
Tómate en serio el trabajo, pero no te consideres excesivamente importante.
Emplea el tiempo que viajas en el auto para escuchar cintas, discos compactos o MP3 basados en la Biblia, los cuales pueden ayudarte a optimizar tu calidad de vida.
Prepárate una carpetita con lecturas inspirativas o con tus versículos preferidos.
Recuerda que en muchos casos el puente más corto entre la desesperación y la esperanza consiste en un sonoro «¡Gracias, Jesús!»
No te cargues con tareas nuevas hasta que hayas despachado asuntos pendientes que tienen prioridad.
¿Tienes alguna dificultad? Habla de ella con Dios enseguida. Procura resolver los problemas pequeños en el momento en que surjan. No esperes a la hora de ir a la cama para ponerte a orar.
Recuerda que no eres gerente general del universo.
Simplifica tu vida, y no te recargues.
Cada noche, antes de acostarte, piensa como mínimo en un suceso del día por el que sientas gratitud.
Cultiva el hábito de perdonar. (La mayoría de la gente no hace las cosas mal a propósito, sino que procura obrar bien.)
Haz bastante ejercicio.
Sé amable con los que no lo son. (Es probable que sean ellos quienes más necesiten gestos de cortesía.)
Cuida tu alimentación.
Aminora la marcha.
Agradécele a Dios todo lo que venga, pues no te enviará nada que tú y Él no puedan sobrellevar juntos.
Donde los problemas no te hacen mella
Los tripulantes de los submarinos afirman que las tempestades no llegan a mucha profundidad en el mar. Por muy altas que sean las olas en la superficie, treinta metros más abajo reina una calma total. La quietud que hay en el fondo del mar no es afectada por ninguna tormenta superficial. En nuestro caso también puede ser así: es posible gozar de una serenidad y una paz interior que no se vean perturbadas por los temporales del mundo. Nuestra paz es Jesús.
Cuando la vida te parezca una pequeña habitación sin ventanas, cuyas paredes te van encerrando cada vez más, puedes crear una ventana de escape mediante la Palabra de Dios.
Si la lees, si meditas en ella, si crees las promesas de Dios y las tomas como las promesas personales que son, te aguardan cosas bellísimas. La calidez del sol de Su amor disipa la tensión.
Filipenses 4:6 (NVI) No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias.
Juan 14:27 (NVI) La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.
Salmos 55:22 (NVI) Encomienda al Señor tus afanes, y él te sostendrá; no permitirá que el justo caiga y quede abatido para siempre.

Devocional Diário

Devocionais Amor Em Cristo

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