lunes, 29 de mayo de 2017

El Triángulo De Las Bermudas


Cuando era joven no le daba tanta importancia; pero ahora, en retrospectiva, me doy cuenta de la influencia que tuvo en mí la fe de mi padre. Todavía recuerdo con ternura estar de pie en la iglesia junto a él y la impresión que me causaba cuando, con su metro ochenta de estatura, se ponía a cantar himnos de todo corazón.
Soy de familia holandesa, y las canciones favoritas de mi padre eran en su holandés natal. Cuando me independicé y me fui a probar suerte por mi cuenta, siempre me venía a la memoria una canción en particular, sobre todo cuando estaba afligida o preocupada por algo. Una traducción aproximada de la letra sería:
Avanza un pequeño barco
resguardado por Jesús.
Lleva la insignia flameante de la cruz
y va rescatando náufragos.
Aunque el mar esté bravo y confuso
y nos asuste la tormenta,
el Hijo de Dios está en cubierta.
Con Él navegamos seguros.
Al oír esta canción evoco una aventura de mi infancia:
Corría el año 1953, y mis padres habían decidido emigrar de Holanda a los Estados Unidos. Atravesamos el Atlántico en un viejo carguero convertido en barco de pasajeros.
A mis dos hermanos y a mí nos fascinaba estar a bordo de un buque, y nos pasábamos los días explorándolo. Enseguida nos hicimos amigos de toda la tripulación. Yo apenas tenía cuatro años, pero recuerdo el olorcillo característico del barco, mezcla de aceite y alquitrán con brisa marina, y revivo la emoción y la sensación de aventura que me embargaron el día en que abordamos el carguero en Rotterdam.
No teníamos ni idea de la verdadera aventura que nos esperaba. Al cabo de varios días la nave se vio envuelta en una tempestad en el Mar de los Sargazos, en medio del funesto Triángulo de las Bermudas. Las turbulentas aguas revolvieron la abundante capa de algas que da nombre a la zona, haciendo que se enredaran en las hélices del buque. De pronto, la nave se ladeó, arrojando al suelo a los pasajeros, y los muebles se volcaron. A Dios gracias, nadie de mi familia resultó lesionado; pero las hélices quedaron inservibles, y el buque a la deriva en medio de una tormenta oceánica.
Mi padre nos llevó a mis hermanos y a mí al camarote y nos arropó en las literas. Ahora comprendo mejor los pensamientos que debieron de pasar por su cabeza al ver a su incipiente familia atrapada en aquellas aguas traicioneras que a tantos barcos y a tantos marineros se han tragado. En lugar de sucumbir al temor, mi padre rezó con nosotros y entonó aquel himno. Pese a que el mar embravecido zarandeaba el barco, que era de noche y que estábamos a merced de los vientos, nunca tuve miedo.
A la mañana siguiente las aguas se calmaron, y la tripulación logró establecer contacto por radio con el puerto más cercano. Poco después divisamos con júbilo un remolcador negro, macizo, que venía en dirección a nosotros. Arrastró nuestro malogrado carguero hasta el puerto de Newport News (Virginia), donde permaneció dos semanas en un dique seco mientras le practicaban reparaciones.
En mi mente de niña de cuatro años quedaron grabados algunos instantes de aquella peripecia, como por ejemplo la sacudida repentina del buque que me hizo perder el equilibrio, caer rodando y quedar bajo unos muebles, y muy particularmente la sensación de seguridad que me transmitió mi padre cuando rezó y cantó en un tono tranquilizador.
Mi papá nos inculcó fe con su ejemplo de confianza en Dios por muy negras que fueran las circunstancias. Siempre que me he sentido abrumada y acorralada por las dificultades, como si fueran las olas de un tempestuoso mar, he entonado esa cancioncilla. Me anima y me recuerda la fe de mi padre en lo más azaroso de la tormenta.
Fe infantil
Jesús me ama, estoy segura
porque lo dice la Escritura.
No pide un niño demostración;
solo el amor es su aspiración,
y en sus ojitos relucientes
la fe de siglos se siente.
Los chiquillos y chiquillas
que rezan a Dios de rodillas
más cerca están de Su corazón
y mucho más de Su reino son
que los que buscamos mil respuestas
sin hallar otras que las ya expuestas.
Para creer en lo que no vemos,
seamos como los pequeños.
Por lo complejo de la vida
vamos navegando a la deriva,
y la fe se va desvaneciendo
mientras lo material va in crescendo.
Uno aprende mucho, y aún no sabe.
Su mente se torna indescifrable.
Se llena de orgullo y arrogancia,
incapaz de poner su esperanza
únicamente en el Señor
con inocencia y candor.
Padre, te suplico que a los hombres
fe infantil de nuevo les otorgues,
que con la confianza de un niño
vuelva el pueblo a este credo sencillo:
solo la fe nos puede salvar
e inspirar un noble ideal.
Helen Steiner Rice (1900–1981)
Proverbios 3:5 (NVI)
Confía en el Señor de todo corazón,
y no en tu propia inteligencia.
Romanos 8:28 (NVI) Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.
Salmos 37:4-6 (NVI)
Deléitate en el Señor,
y él te concederá los deseos de tu corazón.
Encomienda al Señor tu camino;
confía en él, y él actuará.
Hará que tu justicia resplandezca como el alba;
tu justa causa, como el sol de mediodía.

domingo, 28 de mayo de 2017

Irmãos, sede firmes e constantes


"Portanto, meus amados irmãos, sede firmes e constantes, sempre abundantes na obra do Senhor, sabendo que o vosso trabalho não é vão no Senhor." 1 Coríntios 15:58

Pensamento: Diante dos desafios do dia-a-dia, muitas vezes pensamos em desistir !!! Pensamos em abandonar o que estamos fazendo, porque o resultado está demorando demais, porque o tempo da colheita parece que nunca vai chegar !!! Mas sejamos firmes e constantes, porque todo trabalho que fazemos e apresentamos ao Senhor, não é em vão. Vamos nos ocupar com a semeadura, cuidando para que seja em abundância, e certamente logo chegará o período da colheita !!!

Oração: Pai querido, eu agradeço ao Senhor, pela Sua fidelidade. Agradeço porque todo o meu trabalho, todas as lutas e os desafios, não serão em vão. Renova-me o ânimo, para que eu continue suportando a pressão do dia-a-dia. Ajuda-me a semear com abundância, crendo, com muita fé, que a colheita logo chegará. Eu oro em nome de Jesus.

Súbete A Un Monte Alto



Conocer a Cristo se parece un poco a escalar una montaña. Desde abajo se ve bien poco; la montaña misma parece apenas de la mitad de la altura que tiene en realidad.
Al coronar la primera loma, el valle se agranda a nuestros pies.
Si se continúa el ascenso, pronto se ve la campiña en un radio de seis o siete kilómetros, y uno queda encantado con la vista.
Al seguir escalando, el panorama se amplía aún más, hasta que al alcanzar finalmente la cumbre y mirar hacia el este, el oeste, el norte y el sur, uno tiene prácticamente toda el país delante de sí. Hacia un lado se vislumbra un bosque en una comarca lejana, quizás a unos doscientos kilómetros; por el otro se divisa el mar, y por aquí un río centelleante y las chimeneas humeantes de una ciudad industrial, o los mástiles de las naves en un puerto de mucha actividad.
Cuando comenzamos a creer en Cristo, vemos poco de Él. Cuanto más escalamos, más belleza descubrimos. Ya canoso, tiritando en un calabozo de Roma, Pablo pudo decir con mayor énfasis que nosotros: «Sé en quién he creído», pues cada experiencia había sido como subir un cerro, cada prueba como alcanzar una cima, y su muerte equivaldría a coronar la cumbre de la montaña, desde donde contemplaría la plenitud de la fidelidad y el amor de Dios.
Adaptación de una lectura devocional de Charles Spurgeon. Charles Spurgeon (1834–1892) fue el predicador más conocido de Inglaterra durante casi toda la segunda mitad del siglo XIX.
No hay nada que estimule más mi fe en el Padre celestial que rememorar la fidelidad que me ha demostrado en todas las crisis y circunstancias escalofriantes en que me he visto. Una y otra vez me ha hecho patente Su interés y consideración por mi bienestar. Una y otra vez he tenido conciencia de la guía que me ha proporcionado el Buen Pastor al atravesar días sombríos y valles profundos.
Phillip Keller (1920–1997)
Dado que Dios es la verdad, el hecho de que Él sea fiel significa que todo lo que hace y dice es seguro. Eso implica que Él es 100% confiable, la totalidad del tiempo. No falla, no se olvida, no se queda corto, no cambia, no nos defrauda. Al decir de Lewis Sperry Chafer: «No solo expresa y confirma lo que es verdadero, sino que permanece fiel a Sus promesas. Dice lo que piensa y lo dice en serio; por ende cumple todo lo que dice que hará».
Ray Pritchard
1 Juan 4:8 (NVI) El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.
Romanos 8:37-39 (NVI) Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
Juan 3:16 (NVI) »Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.

sábado, 27 de mayo de 2017

Digo isto, não por causa da pobreza

"Digo isto, não por causa da pobreza, porque aprendi a viver contente em toda e qualquer situação." Filipenses 4:11

Pensamento: Paulo é categórico: "APRENDI" a viver contente, não que ele gostasse das tribulações que enfrentava, mas ele entendia o curso deste mundo que caminha em sentido contrário a Jesus, e mesmo assim prosseguia na sua caminhada sem murmurar, dedicando sua vida totalmente para o Senhor. Se você está passando por um momento difícil não se desespere, o melhor que você tem a fazer é esperar em Deus !!! Porque é em meio a essas tribulações que Deus trata conosco, e é assim que aprendemos a viver contente em qualquer circunstância.

Oração: Senhor Deus, ainda que eu não entenda muito bem a razão destas tribulações, eu sei que posso descansar em Ti, porque isso tudo é passageiro, e logo o Senhor trará a vitória !!! Eu agradeço porque a partir destas circunstâncias o Senhor esta me tratando e ensinando a viver cada dia mais contente em Sua presença !!! Ensina-me a viver em gratidão, louvando e adorando ao Senhor, seja na bonança ou na tempestade, na abundância ou na escassez, na batalha ou na vitória !!! Em nome de Jesus. Amém.

Fidelidad A Toda Prueba



La fidelidad y la lealtad son virtudes en franca decadencia hoy en día. Casi a diario leemos, con asombro y tristeza, noticias de personas que traicionan la fe depositada en ellas, en muchos casos por fama o por lucro. Las historias de deslealtad están a la orden del día y dejan profundas heridas en los afectados. Ciertamente cualquiera es capaz de ello —todos tenemos pies de barro—, por lo que vale la pena que nos esforcemos por ser más leales y valorar la fidelidad, de parte nuestra y de quienes nos rodean. Dios sin duda puede obrar en nosotros y ayudarnos en esa aspiración.
La Palabra de Dios es rica en alusiones a la fidelidad. «El hombre fiel abundará en bendiciones», reza un proverbio. Sería estupendo que siempre se nos estimase fieles y constantes, y que como consecuencia, claro, abundáramos en bendiciones; pero desafortunadamente cuando nos golpea la adversidad, surgen conflictos y dudas o no se cumplen nuestras expectativas, a veces resulta más cómodo ser volubles que fieles. Ya nos gustaría tener un amor y una lealtad a toda prueba y por ende ser personas de entera confianza; sin embargo, no siempre nos nace tan espontáneamente como quisiéramos. El rey Salomón observó: «Muchos hombres proclaman su propia bondad; pero un hombre fiel, ¿quién lo hallará?»
Felizmente, aunque todos a veces pequemos de infidelidad o inconstancia, siempre tenemos a Dios. El Salmo 100:5 dice: «El Señor es bueno y Su gran amor es eterno; Su fidelidad permanece para siempre», mientras que Deuteronomio 32:4 describe así la constancia intemporal de Dios: «Él es la Roca, Sus obras son perfectas. Todo lo que hace es justo e imparcial. Él es Dios fiel, nunca actúa mal».
Por más que fallemos o perdamos la fe en Él, en los demás y en nosotros mismos, Dios nunca nos abandona ni nos defrauda. Nunca falta a las promesas que nos ha hecho: «Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis».
¡Cómo dudarlo! Dios es fiel, infinita e incondicionalmente fiel.
Proverbios 28:20 (NVI)
El hombre fiel recibirá muchas bendiciones;
el que tiene prisa por enriquecerse no quedará impune.
Proverbios 20:6 (NVI)
Son muchos los que proclaman su lealtad,
¿pero quién puede hallar a alguien digno de confianza?
Jeremías 29:11 (NVI) Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor —, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.

¿Honrado O Bondadoso?


Bondad es una palabra de amplio sentido y, como muchas, fácil de teñir o malinterpretar. Significa tanto «inclinación natural a hacer el bien» como «dulzura y amabilidad de carácter», sentido que linda con el de bonachería.
Un amigo me señaló hace poco un versículo que arroja luz sobre el asunto. En su carta a los Romanos, Pablo dice: «Casi nadie se ofrecería a morir por una persona honrada, aunque tal vez alguien podría estar dispuesto a dar su vida por una persona extraordinariamente buena». La frase me quedó dando vueltas en la cabeza.
¿En qué se distingue una persona honrada o recta de una buena o bondadosa? La primera muestra integridad moral y obra con rectitud; es decir, se adhiere respetuosamente a la letra de la ley. La buena, en cambio, va más allá de lo que marca el deber. Me recuerda a esas personas que dicen: «Yo no le hago mal a nadie», y que, sin embargo, nos dejan la duda: «¿Harán el bien?»
Pienso que la bondad es integridad combinada con un interés sincero en los demás. Ahí viene a cuento el refrán: «La bondad, quien la tiene la da». O sea, que la bondad no se tiene dentro, sino que se expresa.
Ahora bien, es imposible ser buenos si no nos motiva el amor de Dios. En cambio, animados por él podemos ir mucho más lejos, influir positivamente en nuestro entorno y dejar huella. Por supuesto que el único realmente bueno es Jesús. No obstante, Él espera que lo imitemos y que dentro de nuestras humildes posibilidades procuremos amoldar nuestra vida y nuestros actos a los Suyos. Él mismo señaló: «El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien». Si atesoramos Su bondad y Su amor, los podremos compartir desinteresadamente con los demás y hacer el bien sin mirar a quién, como reza otro refrán.
Romanos 5:7 (NVI) Difícilmente habrá quien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena.
Gálatas 6:10 (NVI) Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe.
Juan 18:36 (NVI) —Mi reino no es de este mundo —contestó Jesús—. Si lo fuera, mis propios guardias pelearían para impedir que los judíos me arrestaran. Pero mi reino no es de este mundo.

Un Auténtico Samaritano



Hace poco, después de leer un artículo de la BBC, me quedaron rondando serios interrogantes. El escrito vale la pena; trata de un samaritano moderno y del tremendo efecto que puede llegar a tener un acto de bondad.
Ese relato me hizo pasar revista a mi propia trayectoria en los últimos tiempos. «¿Hubiese hecho yo lo mismo? ¿Estaría dispuesta a arriesgar mi puesto por ayudar a un extraño?» Insatisfecha con mis respuestas, opté por plantearme otras preguntas menos inquietantes: «¿Dirían mis amigos que soy una persona solidaria? ¿He realizado últimamente algún acto de puro altruismo?»
Con toda franqueza debo reconocer que las más de las veces he estado absorta en mi propio mundo. Creo que todos tenemos días en que andamos demasiado metidos en nuestros laberintos, intereses y deseos, días en que andamos por la vida ensimismados en lugar de mirar hacia arriba y a nuestro alrededor. Me recuerda esa frase tan directa y punzante que dice: «Hay dos tipos de egotistas: los que lo admiten y los que no lo admitimos».
Por eso creo que a los que no lo admitimos nos viene bien de vez en cuando que nos recuerden el mundo que nos rodea, las necesidades ajenas, el poder del amor… Puede ser muy provechoso detenernos unos instantes a dialogar con nuestra conciencia y hacer una autoevaluación para determinar qué tal andamos. Hay personas en quienes podríamos influir si dirigiéramos más nuestra mirada hacia el exterior; pero a veces, para ello, tenemos que ponernos en pausa unos momentos y echar una mirada circular.
Lo genial es que podemos comunicar amor donde sea que vivamos, sea cual sea nuestro trabajo y el derrotero que haya tomado nuestra vida. Creo que esa será mi oración por un buen tiempo.
Cristo no tiene cuerpo en la Tierra sino el tuyo.
No tiene manos sino las tuyas. No tiene pies sino los tuyos.
Tuyos son los ojos con los que la compasión de Dios mira al mundo.
Tuyos son los pies con los que Él camina para ir haciendo el bien.
Tuyas son las manos con las que ahora cuenta para bendecirnos.
Tuyas son las manos, tuyos son los pies,
tuyos son los ojos, tú eres Su cuerpo.
Cristo no tiene ahora otro cuerpo que el tuyo.
No tiene otras manos y pies en la Tierra que los tuyos.
Tuyos son los ojos con los que Cristo mira el mundo con compasión.
Cristo no tiene ahora otro cuerpo en la Tierra que el tuyo.
Atribuido a Teresa de Ávila (1515–1582)
Mateo 6:33 (NVI) Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas.
Romanos 12:2 (NVI) No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.
Lucas 12:34 (NVI) Pues donde tengan ustedes su tesoro, allí estará también su corazón.

Quarks De Gloria



Peter y yo nos tomamos unos días de descanso en un pequeño balneario. Cierto día, a la caída de la tarde, iba yo paseando por la playa cuando de pronto alcé la vista y me encontré con un deslumbrante cielo arrebolado.
Las nubes dispersas comenzaron a teñirse de tonos durazno, violeta y oro, contrastando con el fondo azul intenso del cielo. A mí me encantan todos los atardeceres; pero de cuando en cuando he presenciado alguno que otro tan, pero tan sobrecogedor que no pude quitarle los ojos de encima. El Gran Pintor desde luego captó mi atención con ese. Era como si estuviese vertiendo luz líquida de colores en cada nube. Los diversos matices las iban llenando hasta que parecían desbordarse. Se difundían en espléndidos torrentes, remolinos y volutas, formando un caleidoscopio vivo en permanente movimiento.
Al ver semejante obra de arte desplegarse ante mí, todo lo demás quedó opacado El espectáculo se fue ampliando, corriéndose suavemente hacia abajo, hasta dar la impresión de que engullía al propio océano y lo convertía en un mar de tonos vivos, que a lo lejos se asemejaba a un espejo liso y suave, y que rociaba su luminiscencia dorada cada vez que las olas rompían sobre la arena, a pocos metros de donde me encontraba yo. Me sentí inmersa en su belleza. Tuve la impresión de que con aquel atardecer Dios pretendía animarme y comunicarme Su amor.
Los colores se fueron vertiendo en tonos más oscuros sobre un promontorio, coronado por una pequeña punta, que se adentraba en el agua a lo lejos. Era como si la corriente de luz viva se derramase desde el borde del cielo sobre aquel peñón y las casitas que lo adornaban, convirtiéndolos momentáneamente en gemas que despedían reflejos iridiscentes de tonos rojos y dorados.
El cielo fue transformándose, pasando gradualmente de tonos pastel a rojos y burdeos vivos e intensos, salpicados de azules reales y vetas cobrizas. Finalmente, luego de unos quince minutos —que a mí me parecieron apenas unos instantes—, aquel majestuoso panorama comenzó a desvanecerse. Su gloria fue diluyéndose apaciblemente en las brumas de la noche, refugiándose allí para volver a pintar el mundo al día siguiente.
Sumida cada vez más en la penumbra, como una criatura sobrecogida tras el apoteósico cierre de un espectáculo de fuegos artificiales, y deseando que volviera a comenzar, de pronto se me ocurrió que aquel tremendo despliegue de belleza y poder, tan glorioso, imponente y complejo, no era más que un pensamiento, un destello en los ojos de Dios. No era más que una minúscula motita en la inmensidad de Su capacidad, un simple quark en el universo de Su inconmensurable poder. Si aquella escena efímera había conmovido tanto mi alma, al punto de dejarme boquiabierta ante tal esplendor, ¿cómo podía llegar yo a comprender o imaginar siquiera a su Creador, capaz de salpicar el cielo de esa magnificencia y en un momento volver a limpiarlo? Casi como si todo aquello no fuera más que Su aura o la estela que hubiera dejado al pasar.
A veces nos enfrascamos mucho en lo terrenal, nos afanamos y nos preocupamos de que estamos solos en el mundo con nuestros ahogos y desventuras. y nos convencemos de que tenemos que salir de ellos por nuestros propios medios. Sin embargo, en momentos así me vuelvo consciente de la innegable realidad de que somos amados profundamente por Alguien capaz de hacer estallar el cielo en una escena de incomparable belleza con tan solo un pensamiento fugaz, y recuerdo en quién he puesto mi esperanza. Lo que me dijo Dios por medio de tan sublime obra de arte fue: «Soy capaz de crear cualquier cosa. Puedo sustentarlo todo. Puedo también proteger a cualquiera. Puedo resolver cualquier problema. Soy la belleza misma. Soy poder. Soy amor, y esto lo hago por ti».
Momentos así me hacen ver que el Todopoderoso, el mismo que plasma semejante grandeza momentánea por consideración a Sus criaturas, está en estrecha sintonía con nuestras más insignificantes necesidades y deseos, y nos guía y vela por nosotros en situaciones ya triviales, ya trascendentales. ¿Cómo podemos preocuparnos de que vaya a olvidarse de nosotros o dejar de tener en cuenta, de manera perfecta y absoluta, hasta el último detalle de nuestra vida?
Cuando llega el ocaso
—magnífico esplendor
que Dios deja a Su paso,
destellos de color—,
los montes y collados
se tiñen de arrebol.
Profundos ecos bajos
alaban al Señor.
«Santo, santo», los ángeles cantan.
«Santo, santo», las nubes declaran.
«Santo, santo», los cielos proclaman.
«Santo, santo, santo es el Altísimo».
Con vespertinos tonos
Dios muestra la grandeza,
la gloria de Su trono,
que un día será nuestra.
Llegado ese momento
será tal el amor
que olvidaremos presto
el miedo y el dolor.
Ven, pues, a estremecernos,
bendito atardecer,
con tu esplendor eterno
que llena nuestro ser.
La vida en Dios termina,
en Él tiene sentido,
y quien el Cielo ansía
halla en Él su objetivo.
Calvin Laufer (1874–1938)
Génesis 1:1 (NVI)
Dios, en el principio,
creó los cielos y la tierra.
Eclesiastés 12:1 (NVI)
Acuérdate de tu Creador
en los días de tu juventud,
antes que lleguen los días malos
y vengan los años en que digas:
«No encuentro en ellos placer alguno»;
Juan 1:1 (NVI)
En el principio ya existía el Verbo,
y el Verbo estaba con Dios,
y el Verbo era Dios.

Mis Salvadores


Era el año 1977. Karl y yo habíamos partido de Alemania en una casa rodante el año anterior. Nuestro viaje ya nos había llevado por Italia, lo que en aquel entonces era Yugoslavia, Grecia, Turquía, Irán, Afganistán y la India. Teníamos la esperanza de llegar a Nepal, comprar una granja en las montañas y establecernos allí, para llevar una vida tranquila apartados de la sociedad moderna.
Nuestro presupuesto era ajustado, y normalmente comíamos en pequeños cafés que había al lado de la carretera o comprábamos comida en el mercado de las localidades por donde pasábamos. Tal vez por eso no fue de extrañar que contrajese hepatitis viral. Habíamos llegado a una hermosa bahía de la costa de Goa, pero por desgracia no había centro de atención médica en las cercanías, y mi salud se deterioró rápidamente. Algunos lugareños se percataron de mi desesperada situación y se dieron a la tarea de visitarme todos los días para traerme papaya y agua fresca de coco. Gracias a ellos me recuperé. Quedé con 10 kilos menos, pero sana.
Cuando por fin llegamos a Nepal, entusiastamente nos incorporamos a prueba a un monasterio budista, pero no encontramos allí lo que buscábamos. Yo tenía el convencimiento de que existía algo superior a mí, pero estaba confundida. «¿A qué Dios deboorar?», me preguntaba muchas veces mientras contemplaba la multitud de estrellas que salpicaban los cielos despejados de las tierras altas nepalíes.
Luego fue Karl el que contrajo hepatitis. Para entonces estábamos de regreso en la India. Yo conduje toda la noche con él despatarrado en la parte de atrás de la furgoneta, aquejado de una fiebre muy alta. Temprano por la mañana encontré una pensión donde se alojaba un grupo de jóvenes viajeros europeos. Uno de ellos, David, hablaba alemán y nos ayudó a encontrar un médico y una habitación que pudiéramos alquilar.
David también decidió pasar unos días con nosotros.
—Permítanme leerles algo del libro que cambió mi vida —dijo cuando nos vimos al día siguiente.
Leer un breve pasaje de la Palabra de Dios se convirtió en algo de todos los días, mientras Karl recobraba fuerzas. Antes de irse, David me dio a conocer a su Salvador, y a partir de aquel día las palabras de Jesús se convirtieron en mi faro.
A pesar de que los habitantes de Goa eran gente pobre y desconocida, su compasión y su preocupación por mí me salvaron la vida. Aunque David era un extraño, gracias a él mi vida cobró sentido y se encarriló bien. Mis circunstancias actuales son consecuencia de los actos bondadosos de todas esas personas desinteresadas que conocí en la India aquel otoño.
Juan 13:34-35 (NVI) »Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.
Gálatas 6:10 (NVI) Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe.
Santiago 2:14-17 (NVI) Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen del alimento diario, y uno de ustedes les dice: «Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse», pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso? Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta.

El Fruto Ejemplar: La Bondad




Se supone que los cristianos han de ser buenas personas. Es más, muchos que no son creyentes esperan más de los cristianos de lo que se exigen a sí mismos o a cualquier otra persona. El propio Jesús dijo a Sus primeros seguidores: «Ustedes son la luz del mundo, como una ciudad en lo alto de una colina que no puede esconderse. Nadie enciende una lámpara y luego la pone debajo de una canasta. En cambio, la coloca en un lugar alto donde ilumina a todos los que están en la casa. De la misma manera, dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial». Eso no significa que debamos actuar como santitos y creernos mejores que los demás. No es esa la bondad que nos inspira Jesús, sino una benevolencia que brota del corazón y que se expresa por medio de la sinceridad, la empatía, el espíritu de servicio y de múltiples otras formas.
Lamentablemente, los cristianos a veces tenemos el concepto erróneo de que eso implica perfección, estado que como es natural nadie ha alcanzado ni puede aspirar a alcanzar. Mucho más aconsejable es hacer lo que buenamente podamos, admitir nuestras faltas y errores con humildad y franqueza, y dar al Señor toda la gloria por cualquier acto bueno que realicemos. Ese es el concepto que tiene Dios de la bondad.
Limítate a hacer lo que esté a tu alcance y confía en que Él se encargará del resto, y verás que Su bondad se manifestará a través de ti.
Santos pecadores
El concepto que tiene Dios de la bondad suele diferir bastante del nuestro. El rey David tramó la muerte de un hombre para quedarse con su esposa. No obstante, reconoció su pecado y cifró toda su esperanza en el amor, la misericordia y el perdón divinos. Como se arrepintió sinceramente y manifestó aún más amor al Señor a raíz de lo que sufrió, Dios lo llamó un varón conforme a Su corazón, es decir, de Su agrado. Dios tomó a un fanático perseguidor de los primeros partidarios de Cristo y lo convirtió en uno de los más grandes cristianos de todos los tiempos: el apóstol Pablo. Jesús tomó a una prostituta poseída por el diablo —María Magdalena— y la transformó en una de Sus más apreciadas seguidoras.
El concepto que tiene Dios de la bondad contrasta con la imagen de la perfección inmaculada. A los ojos de Él, el bueno es el pecador que reconoce no tener justicia propia y por tanto depende totalmente de la bondad divina. Esos son los únicos santos que existen; ¡no hay otros!
Mateo 5:14-16 (NVI) »U stedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo.
Lucas 8:2-3 (NVI) y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades: María, a la que llamaban Magdalena, y de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cuza, el administrador de Herodes; Susana y muchas más que los ayudaban con sus propios recursos.
Santiago 1:17 (NVI) Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras.


La Transformación De Marta



Conocí a Marta en un parque donde había llevado a mi nene a dar un paseo. Por aquel entonces mi marido y yo llevábamos dos años de casados. Marta estaba en uno de los bancos, con la mirada perdida, y ni siquiera me saludó cuando me senté a su lado a atender a mi hijo, que con sus ocho meses no aguantaba más en el carrito.
Cuando Marta lo vio, se animó y nos sonrió. Me puse a conversar con ella y me enteré de que era enfermera y partera, aunque ya jubilada. Era delgada y menuda y, a pesar de sus sesenta y tantos años, tenía el pelo ondulado, que le caía suavemente hasta los hombros. Me contó que nunca había estado casada, pero que siempre le habían encantado los bebés y había asistido en cientos de partos.
En el transcurso de la conversación me explicó que le habían dado una licencia para que descansara del intenso horario de trabajo. Más tarde me enteré de que en realidad había sufrido una crisis nerviosa y, como le costaba recuperarse y sufría de depresión recurrente, la licencia temporal pasó a ser permanente.
Me explicó que le gustaba ir al parque porque rodeada de árboles sentía paz. Le conté que Jesús dijo en una ocasión: «El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida»1. Antes de despedirnos aquel día, Marta oró para aceptar a Jesús como su Salvador.
A partir de ese momento fue otra persona. Comenzó a estudiar la Biblia, y no tardó en dedicar la mayor parte de su tiempo a labores solidarias, hasta el punto de que sus ataques de depresión se hicieron cada vez menos intensos y frecuentes.
Al cabo de un año se apareció en nuestra puerta con una bañera infantil de plástico llena de artículos para recién nacido.
—Esto es para ti —me dijo con una sonrisa de complicidad—. ¡Felicidades por tu nuevo embarazo!
Me quedé estupefacta. Con la excepción de mi marido, todavía no le había comentado a nadie que estaba embarazada de nuevo. Inexplicablemente, Marta lo supo y se molestó en preparar un precioso regalo sorpresa para mí y para el pequeño que venía en camino.
El día del parto, mi esposo y yo estábamos encantados de tener otro varoncito sano en la familia. Sin embargo, después de dar a luz hubo algunas complicaciones, contraje una infección y tuve fiebre. Afortunadamente no afectó al recién nacido, que pudo quedarse en la habitación conmigo mientras mi marido atendía a nuestro hijo mayor. Pero no estuve sola: cuando Marta se enteró, hizo enseguida la maleta y se instaló conmigo en la habitación donde me recuperaba.
Las siguientes dos semanas estuvo a mi lado día y noche, cuidando incesantemente de mí. Cuando terminaba de amamantar al bebé, ella lo tomaba, le cambiaba el pañal y lo acostaba en la cuna. Me preparaba comidas nutritivas que me ayudaron a recuperar fuerzas, y poco a poco la fiebre y la infección fueron amainando. A lo largo de todo aquel trance, Marta fue una fuente de consuelo y aliento. Conversaba conmigo, me leía y rezaba por mí.
Siguió visitándonos asiduamente, hasta que un día llegó con penosas noticias. Le habían diagnosticado un cáncer y debía internarse de inmediato. A pesar de todo lo que hicieron los médicos, falleció poco después, tranquila y en paz.
Uno de los versículos preferidos de Marta era: «La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto»2. Marta encontró a Jesús, su Salvador, y desde aquel día la luz del amor de Dios brilló con mayor intensidad en su vida y la inspiró a ser cada vez más como Él.
Juan 8:12 (NVI)
Una vez más Jesús se dirigió a la gente, y les dijo:
—Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Proverbios 4:18 (NVI)
La senda de los justos se asemeja
a los primeros albores de la aurora:
su esplendor va en aumento
hasta que el día alcanza su plenitud.
Romanos 12:9 (NVI) El amor debe ser sincero. Aborrezcan el mal; aférrense al bien.

La Decisión De Una Madre



Ninguno de sus amigos y familiares entiende por qué decidió hacerlo. A la mayoría le gustaría despertarla de su insensatez. Sus objeciones tienen sentido. Al fin y al cabo, May ya tiene cerca de 45 años y vive sola desde que su hija se mudó a otra parte. Además se ha endeudado. El caso es que May está criando a una niña que su ex marido tuvo con otra mujer.
May se casó joven y se divorció antes de los 25 años. Desde antes de separarse ya criaba sola a su primera hija, pues su marido era narcodependiente, y no hacía otra cosa que entrar y salir de la cárcel.
Unos veinte años después, él reapareció de la nada y le pidió un favor. Había tenido una hija con otra mujer y quería que ella le gestionara la internación de la niña en un orfanato antes que él volviera a la cárcel. La pequeña Joline (se pronuncia Yolín) había sido abandonada por su madre y parecía destinada a pasar su vida en una institución.
May optó por hacer las gestiones para quedarse con ella. Ya lleva cinco años criándola. No le ha resultado fácil. Trabaja arduamente para pagar las cuentas, y Joline no le da tregua. Sin embargo, nada la hace desistir.
«Todos me dicen que Joline es una carga enorme y que no valen la pena los sacrificios que hago para criarla. Pero nadie me pregunta qué siento yo ni toma en cuenta las razones por las que lo hago.
»Cuando terminó mi última relación, sentí que mi vida había perdido todo sentido, y que nunca tendría una familia normal. Sin embargo, la primera vez que vi la sonrisa de Joline y que ella me agarró un dedo con su manito, supe que había alguien que me quería y me necesitaba. Joline no es una carga; me trae amor y alegría».
En ese momento Joline se acercó, echó sus brazos al cuello de May y le llenó las mejillas de besos. «Te quiero, mami. Eres la mejor del mundo». Como madre orgullosa que es, a May se le iluminó el rostro.
Entonces caí en la cuenta de que May tenía razón, y de que las críticas que había recibido eran injustas. En lugar de dejar que las vicisitudes y avatares de la vida la sumieran en una espiral de autocompasión, optó por dar de lo que aún tiene. Y gracias a ello ha hallado la felicidad que tan esquiva le había sido.
Uno de los mejores obsequios que me hizo mi padre —sin proponérselo siquiera— fue la oportunidad de presenciar el valor con que hacía frente a la adversidad. Siempre se mostraba imperturbable, completamente sereno. Nunca perdía su carácter efervescente, risueño, jovial.
Ben Okri (1959 – )
La vida está sembrada de espinas, y no conozco otro remedio que pasar rápidamente a través de ellas. Cuanto más tiempo dedicamos a nuestros infortunios, mayor es su poder para hacernos daño.
Voltaire (1694–1778)
Juan 16:33 (NVI) Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.
Santiago 1:19-20 (NVI) Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse; pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere.
1 Pedro 5:7 (NVI) Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes.

Lección Gratuita



Hacía un tiempo estupendo, y la mayoría de mis amigos aguardaban con ansias el fin de semana para distenderse y pasarla bien. Yo no. Había estado enferma y me había atrasado en los estudios. Tenía por delante una montaña de trabajos, informes y tareas que terminar antes de fin de mes. Me sentía sobrecargada y anímicamente descargada.
Al cabo de varias horas de intenso trabajo y pocos progresos, se me ocurrió que quizá pasando un rato al aire libre se me levantaría la moral; así que me fui a pasear a un parque cercano. Aunque normalmente las zonas verdes y los caminos están tranquilos, en aquella ocasión estaban repletos de familias. Por todos lados se escuchaban risas y un alegre bullicio.
Llevaba un rato caminando cuando me llamó la atención el grito de entusiasmo de un niño. Me volví y vi a un señor jugando a la pelota con su hijito, que tendría unos tres años. El pequeño corría alocadamente, pateando y persiguiendo el balón sobre la hierba. Muchas veces ni siquiera lograba hacer contacto con él, y se le escapaban muchos de los pases que le hacía su padre. Sin embargo, jugaba con tanta pasión y entusiasmo que me arrancó una sonrisa.
Después de observarlos un rato noté algo raro en el brazo derecho del papá. Si bien movía el resto del cuerpo con naturalidad mientras corría y pateaba la pelota, la mano y el brazo derechos le colgaban inmóviles a un costado. Con soltura y desparpajo hizo señas a su hijo con el otro brazo y le pasó una vez más el balón.
Cuando el sol comenzó a ponerse, emprendí el regreso a casa. La risa contagiosa de los dos futbolistas me resonaba aún en los oídos. No creo que aquel padre se considere un gran maestro de vida; pero ese domingo por la tarde, sin darse cuenta, me animó mucho. Su ejemplo de alegría y sencillez redujo mis problemitas a su justa dimensión y me motivó a afrontar las dificultades con ese mismo espíritu de fe y valor.
Santiago 1:2-4 (NVI) Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada.
Filipenses 4:6 (NVI) No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias.
Hebreos 13:5 (NVI)
Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho:
«Nunca te dejaré;
jamás te abandonaré.»

viernes, 26 de mayo de 2017

La Bondad De Dios





«¡Cuán grande es Tu bondad!» Salmo 31:19
¡Cuánto hay de bueno en nuestra vida! Amigos, familia, salud, felicidad, vivienda, comida en la mesa, oportunidades de gozar de la música, las artes plásticas y la literatura. La Biblia enseña que Dios es el origen de esas bendiciones. «Es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor». «Todo lo que es bueno y perfecto desciende a nosotros de parte de Dios nuestro Padre, quien creó todas las luces de los cielos».
Por maravillosos que sean, esos dones no son sino una pequeña ilustración del amor de Dios. En el ajetreo de la vida cotidiana es fácil pasar por alto la manifestación más sublime de la bondad divina: el obsequio que nos hizo en la persona de Su Hijo Jesucristo. «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna».
Cabe afirmar que Jesús es la bondad de Dios hecha carne. Y ese obsequio deriva en otro: «La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro».
Dios no tenía por qué enviar a Su Hijo; y Jesús no estaba obligado a entregar Su vida por nosotros. Sin embargo, lo hizo, y gracias a ello podemos obtener el perdón de nuestros pecados y adquirir la certeza de una eternidad en la amorosa presencia de Dios. Sin el sacrificio de Jesús, sin Su sufrimiento en la cruz, sin Su muerte, sin Su resurrección y triunfo sobre el sepulcro, no contaríamos con la promesa de vida eterna.
El presente ejercicio consiste en tomarse unos minutos para agradecerle a Dios el don de la salvación. Agradécele que enviara a Jesús a morir en tu lugar. Dale gracias por los dones del perdón y la redención. Hazlo con tus propias palabras o, si prefieres, con la siguiente oración:
«Te agradezco, mi Dios, que enviaras a Tu Hijo Jesús para que asumiera el castigo que me correspondía recibir a mí por todos mis errores y pecados. Te ruego que mantengas mi corazón, mis pensamientos y mi vida siempre abiertos a Ti, para que nunca olvide Tu bondad».
Dulce Jesús mío,
dulce Redentor,
si pudiera amarte
con Tu mismo amor,
como Tú me quieres
te quisiera yo.
Restituto del Valle Ruiz (1865–1930)
Santiago 1:17 (NVI) Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras.
Romanos 6:23 (NVI) Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.
1 Pedro 2:24 (NVI) Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados.

Devocional Diário

Devocionais Amor Em Cristo

Flag Counter